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16: ¡No, es no!



Cuando todavía vivía con mis padres, los domingos siempre íbamos de paseo a las afueras de la ciudad. Mi padre nos llevaba a comer al campo para poder relajarnos de la atareada ciudad y era una especie de escape, pues rara vez lo veíamos hacer otra cosa que no fuese escribir sus románticas novelas. Los cinco pasábamos el resto de la tarde tragando como cerdos y llegábamos a casa cerca de las seis de la tarde para culminar nuestro día con una película.

En esta ocasión, la única persona con la que compartiría una merienda y posiblemente una tarde viendo un DVD pirata, sería con Yuichiro. Le había prometido cocinar este fin de semana e intentar pasar más tiempo en casa porque también lo noté levemente deprimido. Le pregunté qué sucedía, pero creo que es porque estoy llegando a casa más tarde de lo usual por los recientes preparativos con lo de mi hermano Lacus. Además, por alguna extraña razón, no quería verlo triste por más que me cause problemas. Sé que muy en el fondo, su alma pecaminosa tiene salvación.

—¡Yuu, no! ¡Eso es para críos! —Chillé, intentado sacar su medio cuerpo del carrito de compras para niños.

Era un pequeño auto que tenía una rejilla encima para que los padres coloquen los productos que necesitaban mientras sus pequeñines se divertían manejando. Y como era costumbre, Yuichiro fue corriendo a lo primero que le llamase la atención, ignorando mis suplicas, ni bien llegamos al supermercado.

—Mikaela, estoy atascado.

—Yuu... —Murmuré al llevarme ambas manos al rostro.

Era peor que tener un condón roto.

Después de liberarlo, pidiéndole ayuda a uno de los encargados para que destornillase una de las puertas y habernos ganado una reverenda llamada de atención, logramos ingresar con un carrito para adultos.

—No te apartes mucho, Yuu. No cojas nada y no se come absolutamente nada a menos que este en la caja registradora o ya lo haya pagado, ¿de acuerdo? —Le pedí seriamente, desdoblando mi lista de compras. Él asintió y miró de reojo las cosas que teníamos que llevar.

—¿Para qué quieres tantos tomates?

—Voy a preparar spaghetti. No creo que haya cocinado pasta desde que llegaste. Espero no haber perdido mi sazón —murmuré, caminando por los largos pasillos, cogiendo los víveres anotados—. ¿De dónde sacaste eso?

Yuichiro apuntó el pasillo que teníamos en frente y todas las góndolas estaban repletas de dulces. Él sacudió el paquete que había elegido para llamar mi atención y lo depositó dentro del carrito. Antes de que chocase contra el metal, lo cogí en el aire y la volteé para ver qué cosa quería comprar.

—¿Gomitas de gusano? Se ven ricas, coge otro paquete más —dije, tirándolo dentro.

Yuu sonrió al darle luz verde para que agarrase otro más.

Ingresé al pasillo once junto con nuestras compras, siguiendo al dios para coger otra chuchería que pueda antojarme. No recuerdo cuando fue la última vez que consumí una bolsa entera y como no quería quedarme con las ganas, no me vendría mal comprarme una.

—¿Desea participar en el sorteo? —Preguntó una señorita, vistiendo un uniforme multicolor, interrumpiéndome de pensamiento alguno.

—¿Qué es un sorteo? —Se adelantó a decir Yuichiro, cogiendo uno de los volantes que la impulsadora sostenía.

—Un sorteo es cuando un grupo de personas participan en una especie de juego en donde en vencedor sale a la suerte. Usualmente te premian o es para descuentos —expliqué lo más breve posible. Él siguió asintiendo, captando parte por parte de todo lo que le había dicho—. Nunca he ganado nada, así que dudo mucho que eso suceda ahora.

—¿Quién sabe? Puede que gane ese ticket a Tokyo para dos —intervino la coqueta mujer, meciendo sus caderas sin despegarle de vista a Yuu, quien era inconsciente de sus flirteos.

Ella le entregó una ficha para inscribirse, resbalando sus dedos sobre su muñeca.

—Puedes participar sin compromiso.

Y le guiñó.

—¿Mikaela, podemos? —Insistió al tomar un lapicero de la cartuchera de la chica. Él se lo llevó a los labios, mordisqueándolo mientras esperaba que le dijese algo.

Quería decirle que no.

¡Mi dios es un ladrón de dulces!Donde viven las historias. Descúbrelo ahora