Capitulo 2

281 24 19
                                    


"La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo"

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

"La muerte no existe, la gente sólo muere cuando la olvidan; si puedes recordarme, siempre estaré contigo".

– Del libro "Eva Luna" de Isabel Allende.

NARRA MELANY

El espejo me devuelve mi propio reflejo: mi cabello rubio está atado en una trenza y mis ojos verdes bien delineados.

Camino hacia mi cama y agarro la cartera; me vuelvo a fijar que todo esté en orden. Tengo mi celular, tengo mi billetera y el documento.

Estoy un poco preocupada por Ashley ya que cuando me colgó, no me volvió a llamar. Marco su número y me agarra el contestador: "Hola, Ash. ¿Podrías por favor llamarme pronto? Estoy muy preocupada por ti, tanto que estoy dudando en ir a la fiesta. Sólo llámame."

Luego de dejarle el mensaje, bajo al porche de mi casa para esperar el taxi que llamé hace un par de minutos. Las casas de mis vecinos están poco iluminadas y en el cielo apenas se aprecia una luna llena cubierta por nubes grises. Parece que va a seguir lloviendo pronto. Odio los días de lluvia.

Escucho gritos en la casa de al lado, como siempre. No entiendo cómo los vecinos pueden discutir de esa forma sabiendo que todo el barrio los oye. ¿Qué digo barrio? Más bien todo el país.

A lo lejos, veo a un chico acercarse. Primero, me asusto por la forma en la que camina y luego me calmo al ver que es William. El maldito cabrón de William.

Se acerca hacia mí y por poco no cae al suelo de bruces. Está borracho. Cómo odio a este cabrón.

—¿Ya estás ebrio?— le pregunto, indignada.—Eres un completo inútil.

El sube con mucha dificultad las escaleras de mi porche y se acerca a mi rostro. Me agarra de la cintura y me pega a su cuerpo.

—Cuida tu lengua, pequeña, si quieres tener un poco de diversión conmigo esta noche.— me dice y siento su aliento mezclarse con el mío. Huele a vodka y cerveza. Quién sabe qué combinación habrá hecho este maldito.

—Ya quisieras.— le digo, dándole un empujón. El cae sobre el césped y vomita.

¡No! ¡Ahora sí que lo mato! ¡Me vomitó todo el jardín!

Me acerco a él, lo agarro de la camisa y con un poco de dificultad lo levanto. El se apoya contra mi cuerpo y de esa forma soy capaz de llevarlo hacia adentro. Lo arrojo sobre el sillón y lo miro con asco.

—Debería dejarte pudriéndote allí afuera.— susurro, pero él me oye.

Clava sus ojos en mí y me arroja un beso.

—No lo haces porque me amas.

<<Claro. En tus sueños, William. >>, pienso.

Cadena de homicidiosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora