Capitulo 37

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"Toda pasión se ha perdido ahora

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"Toda pasión se ha perdido ahora. El mundo es mediocre, débil, sin fuerza. Y la locura y la desesperación son una fuerza. Y la fuerza es un crimen a los ojos de los necios, los débiles y los tontos."

—Joseph Conrad

NARRA MELANY

Esa canción, la que silba el bufón, ingresa por mi oído y me congela absolutamente todo el cuerpo. Es la misma que silbaba cuando me persiguió en el campo.

Lo miro. Está ladeando su cabeza de un lado a otro y su hacha, filosa y reluciente, también se mueve al compás de su cabeza. Está disfrutando el momento, deseándolo. Sabe que no tenemos escapatoria, que estamos acorralados como animales perseguidos por un depredador.

Mis sentidos fallan. El miedo se apodera de mí e impide que piense, sienta o vea con claridad. Ni siquiera soy capaz de oír todo lo que sucede a mi alrededor, no escucho más que el fuerte azote del viento contra las copas de los árboles y la canción de cuna del asesino.

Veo más oscuridad que nunca. A pesar de que la sombría noche esté devorándose todo el bosque a su paso, siento cómo mis ojos se apagan, pierden ese brillo de esperanza que tenían cuando logramos salir del galpón. Por un momento, en serio creí que podríamos huir. Quizá estemos a tiempo.

Aprieto con fuerza la mano de Bianca en forma de señal y le echo una mirada cómplice a Alex. A pesar de tener la vista fija en el asesino y, principalmente en el hacha, entiende lo que quiero decir.

Sin pensar en nada más que salvar nuestra vidas, nos aferramos a Bianca para que no caiga, damos media vuelta y comenzamos a correr lo más rápido que podemos (que no es mucho).

A medida que corremos y nos adentramos aún más en el bosque, mi miedo aumenta. Tengo un mal presentimiento, es como si estuviera segura de que esto no va a terminar bien para ninguno.

Pisamos ramas, hojas secas y las oímos crujir debajo de nuestros pies. Es como si el bosque estuviera confabulado con el asesino, pues el hecho de que las ramas de los frondosos pinos nos arañen el cuerpo a medida que pasamos corriendo, me hace creer que quieren detenernos.

También he visto algún que otro cuervo posado en las ramas, bien a lo lejos, mirándonos con esos profundos ojos sombríos. Tengo que admitir que los cuervos me pusieron los pelos de punta, pues yo sé muy bien que no pronostican nada bueno.

Comenzamos a ver cada vez menos y eso se debe a una leve niebla que comienza a surgir en el horizonte.

Ninguno habla. Ninguno tiene la fuerza suficiente para detenerse y aceptar que estamos realmente jodidos. Ninguno se entrega, ninguno se rinde. Eso no pasará. No es una opción.

Si por una cuestión de mala suerte, caemos al suelo y el asesino nos atrapa, moriremos sin habernos rendido. Moriremos habiendo luchado hasta el último segundo.

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