Capítulo 5

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El castaño fritó aquellos pedazos de carne en una sartén con algo de sal y aceite vegetal, mientras en otra olla preparaba lo que parecía ser arroz, debía admitir que aunque fuera tan idiota al menos se defendía en la cocina.

El buen olor a comida invadió el espacio, las cuatro paredes color crema encerraban el perfecto olor de una carne sazonándose.

No pude evitar sentirme hambriento ante tal delicioso aroma, era agradable, muy agradable, de hecho demasiado para ser real; Alexis definitivamente superaba mis expectativas de sus habilidades como cocinero.

Y yo... Bueno, cabía admitir que no había comido algo decente en días y tal vez por eso sentía más hambre de lo usual y aunque estaba consciente de mi delgadez, no importaba, ya me había acostumbrado al rechazo así que pensé que no había una razón para tratar de mejorar mi estado físico.

En unos minutos más la comida fue servida junto a un vaso de jugo de naranja para cada uno.

Al probar el primer bocado, la explosión del buen sabor invadió mis papilas gustativas, abrí bien los ojos y solté el típico "Mmm" de cuando pruebas algo delicioso.

Sentí los ojos de Alexis sobre mí y también como una sonrisa curvaba la comisura de sus labios, yo comencé a devorar la comida con rapidez, sintiendo la delicia en cada bocado degustado por mí, rápidamente acabé con el arroz y la carne que él me sirvió y me quedé mirando fijamente el plato como quien espera más. Luego, mi lista se dirigió a Alexis, que acababa de abrir la boca para comerse su último pedazo de carne, la cual estaba en un tenedor acercándose a su boca.

Él me miró y se detuvo con la boca abierta para luego sonreír y alejar el tenedor, lo acercó a mi boca y yo instintivamente la abrí.

El trozo de carne ingresó con éxito a mi boca, luego de cerrarla, Alexis sacó el tenedor y me dejó masticar y pasar.

Fue lo más delicioso que pude haber comido en mucho tiempo.

Luego con rapidez bebí el jugo de naranja y agradecí la exquisita comida. Alexis me acarició la cabeza.

— Y decías que no lo necesitabas —, comentó él.

Mis mejillas ardieron con suavidad, pero la verdad si me había encantado su comida, podía ser terco, pero sus habilidades como cocinero eran grandes.

— Yo lavo... — traté de ofrecerme pero fui interrumpido.

— No, yo limpiaré, tu ve a descansar. — Cortó mi frase para ofrecerse, bueno, no era tan malo, así que asentí y fui a mi habitación, revisé mi aliento y recordé que debía lavar mis dientes, así que fui al baño e hice el deber.

Pude escuchar el tono de notificación de mi teléfono en mi habitación... Una, dos, tres veces y muchas más, ya hasta era preocupante.

Al terminar de lavar mi boca fui directo a revisarlo.

Cincuenta mensajes de texto. Una locura.

¿Quién perdería el tiempo de esa manera?

Abrí la bandeja de entrada encontrándome con el remitente de número desconocido, fruncí el ceño y comencé a descender por los mensajes que me había enviado.

Muere.

Sí, de nuevo esos inspiradores mensajes con esa palabra, cincuenta veces.

Pero ya no me sorprendía que pasara eso, ya sabía que había una persona que tenía cuatro de cinco en probabilidades de ser el remitente de esos mensajes, con eso me refería a Loraine.

Suspiré cansado y  borré la cadena de mensajes, luego me dirigí a un blog el cual a veces leía ya que los escritos eran interesantes, el autor siempre ponía una dedicatoria y hablaba con una emoción en particular, esta vez el sentimiento de amor hacia una mujer creería yo, decidí leer en voz alta porque me estaba cansando del silencio.

AnquilosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora