Capítulo 13

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Luego de que la puerta fue cerrada, el aire llenó mis pulmones y salió por mi boca, en un jadeo, temblar, fue lo único que mi cuerpo pudo hacer. La lágrimas llenaron mis ojos y se desbordaron con facilidad, todo el llanto que en un principio había ido retenido ahora salía, más potente que nunca; mi garganta estaba cerrada, sin embargo, un desgarrador grito luchó hasta salir de mis entrañas, sollocé, con fuerza, sintiéndome aún más inútil de lo que ya era.

— Alexis... — su nombre brotó de mi garganta, y sentí mi interior destrozarse completamente, me acerqué a la mancha de sangre que había dejado en el suelo luego de irse en la camilla auxiliar de la ambulancia.

La lágrimas que yacían en mis ojos no me permitían ver bien, sin embargo, sabía que al lado estaba la bolsa que él había traído con mi ropa; inclinándome, —tal vez demasiado, al punto de casi caer—, la alcancé. La apreté contra mi pecho, cerrando los ojos con fuerza; por culpa mía él había salido y había terminado de esa manera; no había más razones, ¿verdad?

Era... ese sentimiento de ser completamente inútil, de no saber ayudar. De no poder hacer nada.

Quería que todo fuese un sueño, que nada de aquello estuviera pasando, rogué a fuerzas externas, lo que hubiera, cualquier cosa... Supliqué porque Alexis estuviese bien.

Me dirigí lentamente al ascensor, para ir arriba y vestirme con las prendas que me había traído él. No tenía realmente nada más que hacer, de mis ojos seguían resbalándose las lágrimas, pero, no pude detenerlas. Entonces decidí lavar las prendas que había usado. Torpemente las coloqué en un tubo de la ducha, en donde se suponía que iba una toalla.

Me había quedado sin voz.

Incluso respirar, dolía, dolía mucho. Ojalá que todo hubiese sido una broma... ojalá.

Yo... quería pasar otro día junto a Alexis. Él era tan amable conmigo.

Volví a descender a la primera planta de la casa; me dirigí nuevamente cerca a la puerta en donde el líquido carmesí en el suelo comenzaba a tornarse café, secándose. Suspiré, llevé las mangas de la camisa que llevaba puesta a mi rostro haciendo nuevamente un intento por limpiar mis lágrimas.

"Fue más rápido de lo que creí."

La voz, —ya bastante reconocida por mi persona—, resonó en mi cabeza. ¿A qué se refería?

Yo... era tan ingenuo, sólo esperaba que las cosas repentinamente cambiaran, que todo se devolviera, que Alexis no hubiese salido y... si lo hubiese hecho de todas maneras, que regresara, que entrara inmediatamente por esa puerta con una sonrisa en el rostro, sano y salvo... Perfecto, como siempre lo estaba.

Pero el destino no estaba de mi lado... O tal vez... sí.

El sonido de unas llaves revolverse y la cerradura de la puerta ser desbloqueada, la puerta abrirse lentamente, los pasos resonando... Todo aquello me emocionó... me emocionó tal vez demasiado —al punto en que llegué a pensar que sufría de alucinaciones—.

Elevé la mirada, eufórico. Esperando ver aquellos verdes orbes, aquellos blancos dientes dirigirse a mí, ver una vez más a Alexis sonriendo.

Pero... No fue así.

Sí, la presencia era masculina. El hombre llevaba un elegante traje —posiblemente de negocios—, me fijé en sus facciones, alto, con una fisonomía similar a la de mi preciado amigo, sin embargo, este era un hombre duro, de expresión seria, oscuro, cabello oscuro, ojos oscuros, un peinado duro... Todo tan feroz... llegué a temer por mí mismo.

¿Quién podrá ser?

Entonces, aquellos ojos serios, enmarcados por unas cejas rectas, apuntaron a mi dirección.

AnquilosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora