Casi muero corrigiendo esto en cinco minutos, para cumplir con la fecha que prometí... siéntanse libres de decirme sin ven algún error y disfruten el capítulo. ¡Feliz año nuevo, los quiero!
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A la mañana siguiente, Christian me llevó el desayuno a la cama. Él se había despertado antes para cocinar. Mi novio era un buen cocinero. Me deleité con el sabor de la comida y le agradecí.
Hoy quizá sería otro gran día.
Y, de nuevo nos bañamos juntos, ¡ah! Fue genial, él parecía tan feliz. Ya no parecía avergonzado. Lo amaba, con todo lo que tenía. Él era, de manera indiscutida, lo mejor de mi vida.
Las mañanas —o al menos mi primera mañana en París— allí parecían pintorescas, el cielo estaban despejado y pudimos salir temprano de casa. Abordamos un taxi, temprano. Ya extrañaba que él fuera el conductor, en su gran auto negro.
Pero no podía reparar en ello, pues estaba realmente ansioso, con las entrañas encogidas y el cálido fluido de mis venas corriendo rápidamente. ¡Conocería a su padre!
No tuve ni siquiera el tiempo de prepararme mentalmente para cuando habíamos bajado del taxi y estábamos frente a una enorme construcción, con fuentes, paredes de vidrio que reflejaban el exterior y otras que permitían ver qué había adentro y un gran logotipo de una mariposa en la parte externa. Esa debía ser la empresa, oficina, lo que fuera, el trabajo de su padre.
— ¿Estás listo? — Preguntó él.
Oh, no, claro que no.
No pude ni siquiera negarle, pues tenía miedo. Aunque, al pensarlo bien, si fuera alguien que me amenazara a mí, Christian no quisiese presentármelo, como en el caso de su madre. Así que no debía ser un mal sujeto. O bien, eso era lo que quería creer y esperar, sólo debía limitarme a confiar en las palabras de mi pareja, como siempre, pues, él de ninguna manera parecía tener la mínima intención de hacerme daño, ni de permitir que alguien me hiciese daño.
Él es mi novio, mi esposo, compañero de tumba, mejor amigo, mamá, papá, guardaespaldas y medio de transporte.
Entramos por las puertas de vidrio y adentro, todo era igual, cristalino, baldosas blancas, raramente con algo metálico en una puerta, al mirar a los alrededores veía oficinas, empleados por doquier, caminando apresurados, otros hablando y también laboratorios, gente usando batas blancas. Era impresionante. Christian tuvo que enseñar un documento para poder ingresar y en el fondo, había un elevador. Ah, mis grandes amigos. Y Christian marcó siete pisos. Debía ser un lugar enorme, más de lo que parecía por afuera.
El elevador ascendió hasta que las puertas se abrieron en nuestro destino. Era un piso diferente al resto, allí todo parecía más obscuro, las paredes no eran traslúcidas y a pesar de que su tonalidad era gris, parecía algo similar a una cueva; temí, pero, reconocía que tenía que afrontarlo. Luego anduvimos por un pasillo corto, hasta que estuvimos frente a una puerta, que tenía un aviso colocado de manera elegante, con una única palabra allí, cuya significación desconocía; el pelinegro tocó un par de veces, hasta que de adentro se oyó una voz y pasamos al interior de la sala. Había un hombre tras un escritorio con un computador. Christian me dejó a medio camino y se acercó al hombre, le habló.
Aquella persona tenía rasgos similares a los de mi pareja, bastante masculinos. Pero, era rubio, con el cabello peinado hacia atrás, ojos azules, un hombre atractivo.
Y luego de intercambiar algunas palabras y que el hombre se levantara, ambos compartieron un abrazo.
Una buena señal.

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Anquilosis
Teen FictionTal vez "amor" es una palabra muy complicada para alguien que ni sus propias piernas puede sentir. Tuvo una vida complicada, en donde toda cosa aparentemente buena que se manifestaba a su alrededor pronto perecía, por eso ni sus propios sentimientos...