Capítulo 33

681 33 85
                                    

Bien. Creo que ha sido suficiente espera, lo siento mucho. No quería publicar este capítulo hasta que estuviese corregido (porque está un asco en cuanto a redacción), pero, aquí lo tienen, a medio corregir; porque he revisado y me he dado cuenta que desde hace como tres meses no pongo nada aquí. Luego corrijo, I promise. ¡Gracias por las 8K lecturas!

[Update 28/09/18: Ya lo corregí c;]

•••


Su pequeña mano acariciaba mi rostro en la mañana, intentando hacer que yo despertara con su gentil toque, aunque la verdad era que yo ya estaba despierto y me esforzaba por no abrir los ojos o sonreír, con ganas de que aquél siguiera de esa manera por un rato más, aunque fallé y terminé acercándome a su rostro para besar sus labios. Inmediatamente después, su mano pasó a mi cabello, acariciando despaciosamente.

La sensación de calor no tardó en hacerse presente, tan vulgar como las veces en las que anteriormente, sin cuidado, en medio de un beso, las entrañas parecen revolverse nerviosas en mi interior y mi abdomen se contrae, para que luego, descendiendo por mi pubis, la familiar sensación de una erección que no será atendida yace, aún con esperanzas de que, tambaleando, sea capaz de alejarme y cerrando una puerta a mis espaldas, inmiscuya mis manos entre la ropa interior y, silente, con mis dedos, hábiles rodeando mi sexo, me encargué de darme, de manera vaga, un fugaz momento de placer.

Exasperado me aparto de su cuerpo sin ser grosero, jadeo e intento juntar mis muslos, de manera que, de ninguna manera sea perceptible aquello entre mis piernas. Suspiro, río nervioso, mordiendo inquieto mi labio inferior, recuerdo ansioso que ya son tres días desde que somos novios. Tres días, cuya sensación quizá no aparentaba aquello, pues en el disfrute del tiempo, las setenta y dos horas, parecían reducirse a veinticuatro.

—Buenos días. —Dedicó en volumen bajo.

—Buenos días. ¿Has dormido bien?

—Sí, gracias. ¿Qué tal tú?

—Bastante bien... ¿tienes hambre? ¿Quieres desayunar aquí o en el comedor? ¿Quieres algo especial para hoy?

—Tranquila, mamá. —Se burló. —Cualquier cosa está bien, supongo que aquí. Siempre que desayunamos aquí, los temas de conversación tienden a ser exóticos.

Sonreí, a pesar de que, mi entrepierna, indiscreta, estuviese en desacuerdo con no salir de la cama. Nos acomodamos y esperamos, aún algo dormidos, a que las bandejas con el desayuno fueran traídas. Hablamos, en voz baja, de cualquier tema banal hasta que el alimento llegó.

Y luego de algunos bocados, quisimos volver a hablar, sin notar que, bagatela tras bagatela ahora hablábamos de algo más importante...

—Chris... —Llamó.

—¿Sí?

—Tengo miedo. —Confesó, haciendo un puchero.

—¿De qué, mi niño?

—De lo que vaya a pasar conmigo; este año de cumplen diez años desde que no puedo caminar; dijiste que volvería a hacerlo, pero, luego de tanto tiempo, ¿será posible? —Dudó, notándosele triste.

—Claro que sí, sólo estoy esperando a que cumplas la mayoría de edad, para que podamos irnos de aquí sin problemas, voy a encargarme de ti yo solo, en una casita, por allí, en París.

—Pero... yo no sé francés.

—Yo te voy a enseñar, si llega a ser necesario. Aunque sólo voy porque necesito apoyo de mi padre, para que un monto de dinero suficiente como para vivir juntos y solventar tus tratamientos sin preocupaciones me sea cedido sin molestia alguna; hace mucho no le veo, pero, es un buen hombre, accederá... realmente no le importa qué haga con mi vida, así que... —Me encogí de hombros. —No tengo muchas quejas de él.

AnquilosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora