Capítulo 18

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— Alexis. — le llamé, luego de unos minutos de sosiego mientras nuestros cuerpos se abrazaban. — ¿Qué hora es?

— Debe ser como mucho la una de la mañana. ¿Por qué? — contestó él.

— ¿Qué hacemos tomando un baño a ésta hora?

Rió y se encogió de hombros, nuevamente sentándose en la tina, volví a aferrar mi mano al borde. En realidad estaba feliz por aquello que me había dicho, esperaba con ansias el verle correr. Pues sabía que él era bueno para ello. Vaya destino el mío. De todas las personas existentes en el mundo, me unía con alguien que compartía mis gustos por el atletismo. Aunque de una persona cono yo era raro ver venir eso; sin embargo, así resultaban las cosas y no tenía como quejarme de ello; pues él no se burlaba.

Era, sin duda alguna, la mejor persona con la que pude cruzar mi camino.

— Jordan. — me nombró.

— ¿Qué sucede?

— Lávame también el cabello.

— No. — negué sin pensarlo.

— ¡¿Por qué?! — hizo algún tipo de expresión infantil y cruzó los brazos.

— Porque me caigo.

— Pues yo te agarro.

Volteé los ojos y terminé asintiendo, apoyándome del borde para elevar un poco mi torso y tomar el frasco del champú, vertí un poco en mi mano e hice el esfuerzo por abalanzarme sobre él.

¿De verdad fue tan fácil convencerme de que hiciera eso?

Sus manos me tomaron de la cadera y me atrajeron a su persona, probablemente estaba sentado sobre él a juzgar por la altura en la que se hallaba mi torso. Puse mis manos en su cabello, de manera bochornosa comencé a masajearlo hasta que la espuma blanca lo cubrió parcialmente. Luego incliné el tronco hacia atrás, atraje y hundí su cabeza en el agua en un intento por quitarle el jabón. Él inmediatamente se alarmó y comenzó a sacudir las manos, hasta que logró salir, tomando una gran bocanada de aire.

— ¡Casi me matas! — chilló pasándose las manos por el rostro sin dejar de tomar aire con cierta exageración. Yo me aferré de sus hombros riendo.

— Sólo quise enjuagarte. — solté de manera inocente.

— "Sili quisi injigirti" — imitó para luego soltar una carcajada. — Me hubieras avisado al menos.

— Pensé que lo intuirías.

— Pero, ¿sabes qué? Te vi el pene así que con eso ya quedé feliz. — Sonrió triunfante.

Traté de reprenderle por lo dicho, también de dedicarle algún insulto, o gritarle incluso, pero absolutamente ningún ruido más que un chillido y un tartamudeo, similares al inicio del llanto de un bebé, salieron de mi garganta; simultáneamente mis mejillas enrojecieron a más no poder, me sentí desfallecer por la vergüenza. No había tomado en cuenta ese detalle al momento de sumergirlo cerca de mí estando desnudo.

Apreté los párpados con fuerza y sellé los labios. Aquello era algo que simplemente mi persona no lograba asimilar ni aceptar.

Que si bien lo había visto en ocasiones anteriores, era diferente, porque yo me hallaba inconsciente. Pero justo en ese instante, había sido yo quien había provocado eso. Y debía admitir que la vergüenza llegaba a doler, me consumía enteramente.

Pero me excusé a mí mismo con que no sabía en dónde se hallaba con exactitud mi entrepierna ni lo había siquiera considerado, además de que desconocía la posición de mis piernas en el momento.

AnquilosisDonde viven las historias. Descúbrelo ahora