Capítulo 44

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Él la miró fijo a los ojos por unos cuantos segundos, sin decir nada. El porqué había ido a buscarla era claro y simple. Él necesitaba de ella...

-Porque... porque cuando fui a mi casa vi la ambulancia en la puerta tuya, al instante supe de qué se trataba. Fui a buscarte en la fiesta, pero no estabas. Luego fui a la cafetería, y ya te habías ido. Hasta que me llamó Alya y me dijo donde estabas...

-Pero, ¿por qué?- le preguntó ella. Necesitaba saber porqué él se había preocupado, qué era lo que le había hecho entender que se había comportado como un idiota.

-Yo... necesitaba verte y saber cómo estabas. Necesitaba... cuidarte.- contestó él-. Porque me he dado cuenta, creo que tarde, que... que he sido un imbécil. Perdóname, por favor.- ella se acercó más a él y se metió entre sus brazos para abrazarlo. Escondió su rostro justo debajo de su masculino mentón. Y dejó que algunas lágrimas cayeran por sus ojos.

Aunque las cosas que él le había hecho le dolieron y le hicieron sentir mal, ella no podía seguir alejada de él. Era algo que no podía hacer. Y mucho menos en este momento. Adrien colocó sus brazos alrededor de ella y la mantuvo cerca. Con sus manos acarició sus cabellos húmedos y su espalda.

-¿Vamos a comer un poco?.- le preguntó él. Ella se alejó para mirarlo y sonrió débilmente.

-No tengo hambre.- murmuró ella.

-Tienes que comer algo, Marinette... por favor.

-Está bien.- se pusieron de pie y salieron del baño. Llegaron a la cocina. Marinette no pudo evitar reírse cuando vio la concentración que hacía el rubio al cocinar. Lo miró con ternura, y él levantó su vista para mirarla.

-¿Qué sucede?- le preguntó.

-Tu cara de concentración, parece que estás por encontrar la cura del cáncer.- le dijo ella.

Y al decir eso un nuevo nudo se formó en su pecho. Tal ves si alguien hubiese encontrado la cura de esa maldita enfermedad su madre... su madre aún estaría viva. Levantó una de sus manos y tapó su boca al escaparse de ella un nuevo sollozo. Adrien soltó lo que estaba haciendo y se acercó rápidamente a ella. Tomó su rostro e hizo que lo mirara fijo a los ojos.

-Ya no, Marinette, ya no llores.- le pidió. Ella se ahogó en su llanto y no pudo pronunciar ninguna palabra.

Era como si hablar doliera. Le dolía respirar. Le dolía pensar. Le dolía mirar a su alrededor. Todo lo que hacía le dolía. Excepto mirar aquellos ojos verdes que estaban frente a ella.

-Me duele tanto el pecho, Adrien, siento que no puedo respirar.- dijo entre lágrimas. Él se inclinó hacia ella y apoyó su frente contra la suya, rozando su nariz, cerca de sus labios.

-Dime que puedo hacer para curarte un poco.- musitó él. Ella levantó su mirada para encontrarse con esas esferas color esmeralda. Tal vez su madre estaba en un lugar así, con esa tranquilidad, con esa paz.

Adrien cerró sus ojos al respirar y aspirar el aroma de Marinette. No iba a poder detenerse, tenía que besarla. Ella sentía como el calor de su aliento rozaba sus labios, con la promesa de alivio, de consuelo, de protección... De amor. Entonces, no supo que fue, pero levantó un poco más la cabeza, para salir el encuentro de su boca. El rubio sintió como su corazón se aceleraba y bombeaba más rápido que antes. Tomó su rostro con más firmeza para terminar de presionar su boca contra ella. Marinette abrió con cuidado su boca, acercándose más a él. Sus labios comenzaban a juntarse en un suave baile. Con sus dedos Adrien, secó las lágrimas que se encontraban en las mejillas de la azabache. Él no podía explicar la sensación que sentía mientras la besaba. Nunca había sentido algo así. Eso lo asustaba. Ella apenas podía pensar, sus labios se movían tan suaves sobre los de ella, que sintió vergüenza al sentir placer de aquello.

El teléfono de la casa comenzó a sonar, pero aún así Adrien no se alejó de ella. Soltó un poco sus labios para respirar y volver a tomarlos con cuidado. El sonido llegaba por todos lados, retumbaba en cada rincón y se expandía por toda la casa. Marinette soltó suavemente su boca.

-Está sonando el teléfono, Adrien, quizás sea mi hermano.- murmuró agitada. Él solo asintió y logró alejarse de ella. Fue hasta el teléfono.

-Hola.- dijo agitado y enojado.

-Adrien, ¿dónde estás, mi amor? ¿Por qué me trataste así?.- escuchó la chillona voz de Chloe. Puso los ojos en blanco y maldijo para sus adentros. Era la segunda vez que interrumpía un beso tan lindo.

-Chloe, creo que fui muy claro contigo, se terminó.- le dijo.

-¿Por qué?- preguntó ella nerviosa.

-Porque no me pasa nada contigo, es más nunca pasó nada contigo. Y además de que no puedo estar con una persona superficial y... y...

-¿Y qué?- dijo ella.

-Y tonta.

-¿Cómo te atreves a decirme una cosa así? ¡Yo te hice, yo te saqué de la mediocridad en la que estabas con las estúpidas esas!

-¡No las llames así!- elevó su voz sobre la de ella-. No les llegas ni a los talones.

-Eres un mal agradecido...

-No, ¿sabes qué? Te lo agradezco, me has hecho aprender que dejarse llevar por los impulsos y la celos es muy malo. Y además que las chicas como tú son todas iguales... Así que, Chloe, mucha suerte en Broadway.- colgó su teléfono y caminó despacio hasta la cocina.

¿Qué debía de hacer? ¿Qué tenía que decirle?

Ella lo miró cuando entró a la cocina. Sentía su corazón acelerado, no podía explicar aquel beso. Como tampoco podía el beso del hospital. Estar cerca de él, era algo que no podía explicar. Sus labios aún estaban calientes por el roce y la presión. Adrien se acercó a la comida y no dijo nada.

-Era Chloe.- le contó luego de unos cuantos segundos. Ella sintió una presión en el estómago. Una punzada de enojo-. Terminé con ella.- lo miró bien, no esperaba escuchar eso.

-¿Por qué?- le preguntó.

-Porque no siento nada por ella.- contestó sin dejar de cocinar. Asintió y guardó silencio mientras él cocinaba.

No se dijeron nada durante todos esos segundos. Cuando terminó, Adrien tomó un plato y le sirvió un poco a Marinette, para luego ponerlo enfrente de ella. Se sirvió un poco para él y comenzó a comer. La azabache miró fijamente el plato. Se veía realmente delicioso, pero no tenía hambre. Tenía el estómago cerrado. El rubio la miró.

-Vamos, Marinette, come un poco.- le dijo. Ella sonrió levemente.

-No tengo hambre, Adrien.- dijo y lo miró a él. Sintió que el aire la abandonaba ante aquella mirada verde profunda. Una mirada dulce, tierna. Una mirada que le causaba confusión, y al mismo tiempo le hacía sentir segura.

-Por favor, golosa, si comes un poco luego te doy un chocolate*le dijo dulce. Ella no pudo evitar sonreírle al escuchar como la había llamaba. Golosa.

-Está bien, extraño.- tomó el tenedor y pinchó un pedazo de carne. Con cuidado lo llevó a su boca. Adrien la miró esperando que dijera algo.

-¿Y?- dijo él-. ¿Puedo casarme?

-Está delicioso, pero no puedes casarte.- contestó ella, mientras con cuidado pinchaba otro pedazo.

-¿A no? ¿Y por qué?- preguntó él sentándose erguídamente. Ella lo miró fijo. No se había dado cuenta de que había dicho eso en voz alta. ¿Por qué no puede casarse?

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Hola!!! Hubo otro besito bonito y pechocho *-*
Me han estado pidiendo que ponga lemon, tranquilicen las hormonas mijas (:v)// Todo a su tiempo y no se decepcionarán que está comprometedora la cosa 7u7

Estrellita y comenten. Les mando un beso ( ˘ ³˘)♥

-Mariana

El primer amor siempre duele -MLB AU-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora