Capítulo 50

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Bajó más sus besos. De su oreja a su cuello. De su cuello a sus pechos. Marinette aguantó la respiración cuando él besó con cuidado uno de sus pezones. Adrien fue bajando hasta su plano vientre. Ella se retorcía y gemía levemente ante cada tierno beso que él le proporcionoba. Era tan dulce. Con cuidado él fue quitando el molesto culotte de su camino. Marinette sintió la sangre concentrarse en sus mejillas. Adrien volvió su rostro para mirarla tiernamente. Sonrió ante el rojizo color se sus facciones.

-Eres hermosa, no tengas vergüenza de mí.- le dijo.

Ella sonrió levemente. Bajó sus manos hasta la cintura elástica de sus calzoncillos. Sin dejar de mirarlo a los ojos se fue deshaciendo de ellos. Se agitó al comprobar lo que había sentido. Él era verdaderamente grande. Sonrió divertida y él también lo hizo.

Volvió a besarla en los labios, tomando de ellos su dulce sabor, giró sobre él para quedar sentada sobre su cuerpo de nuevo. Se inclinó hacia delante y lo besó con pasión. Adrien gruñó roncamente, dándole a conocer cuan necesitado estaba de ella. Colocó sus grandes manos en la espalda desnuda de ella. Dulcemente la acarició, de arriba a bajo. Marcando con sus dedos las delicadas líneas de su cuerpo. Su cintura, sus caderas. Mientras que ella se encargaba de que el éxtasis de sus bocas aumentaran más y más, sus lenguas se mezclaron en un caliente movimiento. Dejándolo sofocado, comenzó a bajar sus mojados besos por su masculino cuello. Llegó a su oreja, la cual mordió levemente, poniéndolo más duro aún. Las manos de Adrien continuaban acariciando tiernamente su espalda, haciendo que toda su piel se erizara.

Marinette se deslizó para abajo sobre él, para comenzar a besar su pecho. Con su lengua envolvió una de sus tetillas, para luego pellizcarlo levemente con sus dientes. Adrien metió una de sus manos entre las ondas de su cabello, tomándola de la nuca buscó su boca con desesperación. Ambos gimieron ante las sensaciones que estaban compartiendo. Tal vez era una locura. ¿Qué pasaba si Marin entraba por esa puerta? ¡Al diablo con Marin! Con cuidado giró para quedar sobre su pequeño cuerpo de nuevo. Se alejó para mirarla a la cara. Lo que vendría ahora sería un poco más... intenso.

-¿Lo tienes, verdad?.- le preguntó agitada.

-Claro que sí. ¿Acaso piensas que sería tan irresponsable de no cuidarnos? Además...

-Ya, ya.- dijo divertida y acarició su rostro-. Solo quería cerciorarme.- él sonrió de costado, encendiéndola.

-Aún estás a tiempo de que detengamos todo. De verdad, Marinette, no me sentiría bien si te sientes obligada de hacer esto.- ella meneó levemente sus caderas bajo él, provocando que Adrien apretara los dientes.

-Mírame.- le dijo. Él clavó sus ojos en los de ella-. Mírame a los ojos mientras lo haces. Y fíjate que es lo que dicen.

Ella se acomodó mejor bajo su cuerpo, y abrió las piernas para invitarlo a entrar. Sin dejar de mirarlo a los ojos, esperó a que él lo hiciera. Él no quería que ella se arrepintiera de esto, no lo quería. Preparándose para leer lo que sus ojos le decían, sostuvo su mirada y se deslizó profundamente en el calor aterciopelado de su cuerpo. Su cabeza se tambaleó ante el placer que produjo. Por el placer de ella. Marinette siseó, arqueando la espalda mientras se agarraba firmemente de sus hombros. La miró fijo a los ojos. No había arrepentimiento en ellos. Es más, estaban encendidos con pasión y otras emociones tiernas. Sonrió bobamente, deleitándose con el regalo que ella le estaba dando. Comenzó a mover suavemente las caderas, para conocer cómo se sentía ello. Gruñó levemente. 

Marinette no podía respirar mientras lo sentía duro y palpitante dentro de ella. Nunca imaginó que se sintiera así. Entraba despacio y suavemente, era delicado y dulce. Gimió levemente y se arqueó más a él. Adrien inclinó más su cabeza y tomó sus labios para besarla al mismo ritmo que imponían sus caderas. Esto era increíble, ella era increíble. Ella subió y bajó sus manos sobre sus hombros y musculosa espalda. Era increíble la sensación de su cuerpo bajando y subiendo sobre el de ella. Las firmes y gruesas líneas de su cuerpo empujaban en su interior con un ritmo y una fuerza, perfectos.

El primer amor siempre duele -MLB AU-Donde viven las historias. Descúbrelo ahora