“Muchas veces tenemos miedo a decir algo, pero al final nos damos cuenta de que sólo eran presentimientos estúpidos.”.
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Otra vez, la estúpida sensación de que el tiempo se paraba y se arrastraba dolorosamente en frente mío. Esta vez, el aire se quedó estático, y otra vez, la tensión aumento tanto que decidí romperla, como siempre.
-¿Que pasó que se quedaron callados? ¿Vieron un fantasma? -musité queriendo soltar una risa, pero no me salía-
-No sabía que estabas embarazada, ____________ -dijo Nathan sonriendo abiertamente-
Todos mis miedos se disiparon en ese momento, y le sonreí de vuelta.
Se preguntarán por qué no quería que Nathan se enterara, o por qué no le había contado, o por qué tuve miedo en ese momento. La pura verdad es que tenía miedo de su reacción, porque yo sabía perfectamente que no le caería bien la noticia, y que se alejaría de mí nuevamente. Y yo quería que fuéramos amigos de nuevo, que volviéramos a hablar y, si la noticia del embarazo le caía mal, las cosas entre nosotros no serían lo mismo. De todos modos, un gran peso había salido de mis hombros ahora.
-Bueno... ya lo sabes. -dije dándole el vaso con agua que sostenía en mi mano derecha-
Asintió asimilándolo y se dirigió a Harry.
-Felicitaciones.
Creí que estaba muerta cuando los vi abrazarse, y me creí ya en el cielo cuando Harry le sonrió. Nathan se volvió a mí y me abrazó cálidamente.
-Gracias. -dije soltando una risa discreta-
-¿Por qué no me lo dijiste antes? -preguntó-
-N-No lo sé... -vacilé- Tenía miedo de que lo tomaras mal.
-¿Y por qué? Si lo tomara mal o no, es problema mío, no tendrías que haberte preocupado por eso.
-Es que no quería que dejáramos de ser amigos.
Nathan rió abiertamente y Harry lo miró como si estuviera loco. Le dirigí una mirada de “Hey, compórtate”, y me dirigió una sonrisa boba, que mostraba sus dientes blancos.
-¿Piensas que dejaríamos de ser amigos sólo porque estas embarazada?
-Bueno, estoy mal, entiéndeme. -ironicé y reímos- Aparte nos vimos sólo una vez y hablamos por teléfono dos veces. No iba a decirte “Hola Nathan, tanto tiempo. Estoy embarazada”.
Más carcajadas se hicieron presentes, esta vez Harry también reía.
Lo que siguió de la tarde pasó demasiado rápido para cualquiera de los tres. Le mostramos toda la casa, aunque él ya la conocía de pi a pa, de arriba a abajo y sabía dónde estaba cada escondite secreto que teníamos cuando éramos chicos.
Había averiguado algo sobre los precios, así que se los planteé. Eran algo altos, pero la casa lo valía, y él lo había entendido. Me juró que para la semana que viene tendría la decisión, pero que lo más seguro era que compraría la casa.
Alrededor de las siete de la tarde, lo invitamos a tomar el té tirados en el piso del salón, pero lo rechazó amablemente entre risas, argumentando que tenía que irse a arreglar unas cosas del trabajo, y que debía irse rápido.
A las ocho de la noche ya estábamos partiendo hacia el departamento. No daba más, lo único que quería hacer era llegar y dormir, dormir y dormir. El embarazo estaba empezando a afectarme.
-¿Cómo te cayó Nathan?
-Mal. -ironizó-
Reí. -En serio.
-En serio, tonta. Parece buen tipo, pero no sé, hay algo que no me termina de caer en él.
-Eres un malhumorado. No te cae sólo porque es mi ex novio, ¡reconócelo!
-Más que malhumorado diría celoso. Y sí, estoy celoso. Eres mía, no de ningún Nathan Skyes que viene de Nueva York con su estúpido acento americano y su cara de ardilla a hacerse el novio.
-Primero, me encanta que estés celoso. -dije mirándolo con ternura y él sonrió tontamente- Segundo, soy tuya, toda tuya, nadie dijo lo contrario. Y tercero, acabas de describir perfectamente a Nathan.
Ambos estallamos en risas, porque de verdad, era una descripción perfecta de mi ex novio.
-Vale. -dijo después de reírse un buen rato- Eres mía, no del cara de ardilla, ¿entendido?
-Entendido, señor.