Uno

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            Se le habían empañado las gafas protectoras

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Se le habían empañado las gafas protectoras. Apenas sí podía ver en medio de la inmensa neblina que cubría la ciudad ¿Edimburgo? ¿Praga? No estaba seguro de nada, más de que era un lugar con calles adoquinadas y edificios que parecían de una fantasía. Un enorme reloj astronómico se alzaba por entre las construcciones, y marcaba casi el mediodía, la hora de volver. El aire olía a vino especiado, pastelería y un tenue aroma a cloacas mal construidas; una combinación nauseabunda para sus fosas nasales.

Empezó a desesperarse al no ver a ninguno de sus compañeros. Estaba solo. El corazón parecía empezar a perder su ritmo regular, y su cerebro estaba perdiendo control de sus extremidades.

No ahora, ¡Mierda!

De una de las callejuelas salió un hombre. No lo habría visto venir de no ser por el brillo reluciente que desprendía la daga que empuñaba hacia él.

Piensa rápido.

El hombre se abalanzó, pero era lento. Tomó impulso en sus piernas y le pegó una patada que le dio en la mandíbula. Trastabilló, pero no se inmutó, y a los pocos segundos ya estaba a la carga con la daga en alto.

Siempre lo olvidaba, pero no tenía tiempo para quejarse sobre sus despistes.

- ¡Yuri! -escuchó que una aguda voz lo llamaba detrás suyo- ¡Lo tengo!

El chico agitó algo que cargaba mientras corría hacia él. Yuri no tenía demasiado tiempo en concentrarse sobre eso, porque tenía al sicario intentando apuñalarlo.

No podía arriesgarse a usar el Pájaro de Fuego en un peligro tan inminente. Si el maleante conseguía herirlo de muerte o gravedad, entonces podría producirse una fisura entre el Yuri real y el Yuri de aquella lúgubre ciudad.

¿En dónde estaba el otro imbécil, a todo esto? ¿Se había fugado antes a causa del peligro?

Tuvo la respuesta al instante. Una sombra se cernió sobre su atacante y le rodeó el cuello, para torcérselo al instante. El asesino dio un poco de lucha, pero no era rival para aquel monstruo asiático, que se movía con más destreza que un bailarín. La lucha terminó rápido, cuando escuchó el crack de sus huesos.

Yuri dio un respingo al ver los negros y fríos ojos de su compañero que lo escrutaban de frente. Parecía querer insultarlo por su incompetencia, pero como solía ocurrir con ese sujeto, al final nunca hacía comentarios innecesarios.

- Hora de volver -fue todo lo que dijo-. Minami, ¿los documentos?

- Aquí están -exclamó el aludido, mientras los alzaba orgulloso-. Casi que me rompen mi pájaro ¡Íbamos a estar jodidos!

- Ya, nos vamos. Seung-Gil, coordínalo.

El chico de los ojos negros asintió. Se pasó una mano enguantada por el cabello sudado, y marcó las coordenadas en su dispositivo, que estaba sincronizado al de los otros dos.

Cien mil universos a tu lado [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora