Veintiocho

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El desierto era traicionero, solían decirle a Otabek

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El desierto era traicionero, solían decirle a Otabek. Para él nada te apuñalaba más fuerte por la espalda que tus propios recuerdos.

Una y otra y otra y otra vez seguían rememorándole ese momento. Cada vez que su vista se dirigía a sus manos las volvía a ver llenas de sangre. Cada momento que el silencio reinaba podía sentir el pulso de Yuri deteniéndose para siempre.

Simplemente no podía superarlo. No había pasado nada de tiempo y ni siquiera había tenido tiempo de hacer su luto como correspondía.

El calor era abrasante y le recordaba al cuerpo de Yuri cuando aún estaba vivo, en sus brazos.

Para, se ordenó a sí mismo. Detente antes de que me haga más daño a mí mismo.

Lo único que lo mantenía en pie era la misión y su objetivo más cercano: Nueva Orleans. Se había reunido con su parte del grupo cerca de Houston, Texas. No sabía que clase de mundo era aquel, pero todo se veía desértico y seco.

También estaba el apoyo que había recibido de Mila y JJ. Probablemente se hubiese rendido días antes de no ser por la fortaleza que aquellos dos intentaban pasarle.

Otabek sabía que Mila estaba destrozada por dentro pero ella no dejaba verlo. Deseó haber tenido esa fuerza interior.

* * * *

Sabía que Sara y Michele Crispino los esperarían en una casa del Barrio Francés. Sara había ocupado unos pocos minutos el cuerpo de Mila Babicheva para dejar la nota con la dirección correspondiente. Se le hacía extraño, de hecho, como esos dos parecían tener todo tan fríamente calculado, sobrecómo habían propuesto que el grupo se separara en dos para cubrir más terreno...

Quizás si él y Yuri hubiesen pensado las cosas un poco más aún estaría aquí.

Durante su última noche en el desierto antes de adentrarse en la ciudad, decidieron darse un buen descanso. Otabek había armado una fogata y JJ había salido a cazar algún animal que pudiera servirles de cena.

Llegó a la media hora con algo que parecía una serpiente, o al menos lo que quedaba de ella.

- La encontré muerta recién ¿nos la podremos comer? -inquirió desesperado. Otabek no lo culpaba: se les habían acabado las provisiones hacía casi un día.

- JJ -respondió Mila, con toda la seriedad que poseía-. Eso es una piel de serpiente.

- Ya. Pero, ¿se come?

Mila soltó una carcajada burlona. JJ hizo un gesto tristón.

Otabek quería compartir aquel momento con ellos, más simplemente no podía permitirse.

Mila lo notó.

- Bek -lo llamó- ¿cómo te sientes?

- Normal.

Cien mil universos a tu lado [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora