Treinta y cuatro

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No sabía que hacer

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No sabía que hacer.

Estaba ansioso por tener todas las respuestas que buscaba pero sabía, por otro lado, que de la verdad jamás se puede volver.

Yuri no sería la misma persona nunca más. Pero aún así tomó la callosa y arrugada mano de su abuelo.

Nikolai le sonrió. Atrapó una de las motas luminosas que flotaban en el vacío y sopló sobre ella para luego lanzarla otra vez.

Todo a su alrededor cambió por completo. Ya no estaba en el Otro Mundo, ahora el escenario se parecía muchísimo a la vieja casa de Iván Nikiforov, a la que él y su madre se mudaron cuando su pequeña familia comenzaba a formarse.

En la mesada de la cocina estaba Alina como siempre. Su pelo era un caos que intentaba contener con unas pinzas y su mano se movía a la velocidad de la luz haciendo unas notas sobre su cuaderno que copiaba desde el computador.

A pesar de que hubiese visto a muchas de las Alinas del Multiverso, ésta era su madre, la única que importaba.

Un ruido lo distrajo y desvió la vista al costado para encontrarse a sí mismo con cinco años. Yuri se veía demasiado pequeño para su edad. Estaba intentando trepar sin éxito una de las banquetas al lado de su madre para robar las galletas que Alina estaba picoteando.

- ¡Yura! -exclamó una voz juvenil apareciendo en el comedor- Déjame ayudarte, enanito.

Era Viktor, ni más ni menos. El chico tenía diecisiete años y una larga cabellera plateada que hacía que Iván lo persiguiese con una tijera todas las tardes.

Se le cerró la garganta cuando oyó la melodiosa risa de Viktor al ver a Yuri fallar en subir a la banqueta una vez más. Cuando dejó de reír lo agarró por los costados y lo dejó sentado al lado de Alina. Finalmente, le dio unas palmaditas en la cabeza.

- Algún día seré más alto que tú -mascullaba Yuri.

- Seguramente -respondió Viktor con diversión. A él jamás le molestaba seguirle la corriente a los pequeños, especialmente si ese pequeño era su hermanito Yuri.

- Hay una razón por la que no lo he subido yo, Vitya -regañó Alina sin despegar la vista del cuaderno-. Ya se ha zampado todo un fuentón de galletas.

Viktor se encogió de hombros riéndose. Yuri ya no les prestaba atención porque estaba ocupado devorando las galletitas caseras de Ivan.

- ¿Qué tanto escribes? -inquirió alzando la cabeza para husmear. Yuri miró a su madre curioso, sin saber muy bien de qué hablaban ellos dos.

- Estoy cortándote el pasto -contestó Alina.

- Estoy hablando en serio.

- Y yo igual.

Viktor dio dos largos pasos y se posicionó justo detrás de su madrastra para ver con sus propios ojos de qué estaba hablando.

Cien mil universos a tu lado [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora