Treinta y nueve

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Todo estaba demasiado tranquilo para su gusto. Si de verdad el Príncipe estaba allí -en el cuerpo de Yuri, no menos- entonces tenía que suponer que en realidad era una trampa. El Príncipe no sería tan descuidado como para aparecerse en el cuerpo de un chico muerto, sabiendo que al menos alguien en el Triadverso tenía que saber la verdad.

Eso era otra que lo inquietaba. Si Yuri estaba muerto ¿cómo su cuerpo estaba aún allí? Sabía que los cuerpos dejaban de ser visibles una vez que saltabas de universo, pero eso no quitaba que otro viajero podría robártelo. Pero si te morías... lo lógico sería creer que tu cuerpo desaparecía para siempre.

Decidió que era una pérdida de tiempo pensar en esas cosas; le daban ilusiones infundadas.

No se atrevió a sacar su motocicleta ni a tomar un taxi hasta el edificio de La Tríada. Quizás estuvieran rastreándolos, así que sin dudarlo se dirigió a la estación más cercana del metro de Londres, a menos de una calle de su apartamento.

Una bufanda y una sudadera con capucha debían ayudarlo a pasar un poco inadvertido. Sus rasgos no eran demasiado llamativos en la gran urbe cosmopolita de Londres, siempre llena de extranjeros. Tenía que llegar a los otros antes de que las cosas se salieran de control.

Ni siquiera podía lanzar las coordenadas, no en un mundo donde miles de personas tenían un Pájaro de Fuego para rastrearlo. Esperaba que nadie del grupo fuera lo suficientemente idiota como para usarlo.

Tampoco se atrevió a usar su celular, que de seguro estaba pinchado y La Tríada podría leer u oír toda su información personal.

¿Cuándo se había convertido él en la presa? Un mes atrás era Otabek el cazador que iba detrás de una escurridiza liebre, solo para terminar escondiéndose como un animal indefenso.

No estaba muy seguro a dónde ir así que se dirigió a la casa de los Babichev. Recordaba haber llevado varias veces a Sara en su motocicleta hasta la casa de Mila, su novia, y lo más lógico sería pensar que la chica andaba por el perímetro.

Pequeña sorpresa se llevó cuando descubrió que la calle estaba cortada por un montón de policías, sin ningún rastro de su amiga pelirroja. Supuso que La Tríada ya estaba al tanto del regreso de sus fugitivos, pero nunca esperó que se desplegara un operativo de semejante tamaño.

Una mano lo tomó del hombro, haciéndolo atacar por reflejo. De las partes más oscuras del callejón en que se estaba escondiendo, salieron tres figuras muy conocidas para él: Mila, JJ y Seung-Gil. Por poco y le encajaba un puñetazo perfecto en la mejilla de su amiga.

Suspiró con alivio, pero eso no quitaba que faltara la mitad del grupo. Todos llevaban capuchas, además de que JJ tenía puestas unas gafas de sol espejadas.

- Hay problemas -fue todo lo que Mila dijo.

- ¿Cómo saldremos de ésta? ¿Y qué ha pasado con los otros?

Cien mil universos a tu lado [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora