Vivimos en un multiverso; un entramado de miles de burbujas donde universos paralelos conviven entre sí. Los viajes entre dimensiones han sido probados científicamente y están regulados por un ente llamado La Tríada, que no solo controla el Multiver...
¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.
No podía decir que la noche fue placentera.
A pesar de que Yuri y él habían dormido a varios metros de distancia, uno en la habitación y otro en el sofá del living, la tensión podía sentirse igual. O al menos él la sentía, ya que no lo dejaba descansar de forma tranquila.
Otabek estaba cansado. Quizás aquel nuevo cuerpo estuviese relajado luego de la noche de pasión que seguramente había vivido, pero su consciencia estaba agotada. No había descansado nada en las últimas semanas, y cuando lo hacía siempre estaba tenso, con el peligro al acecho.
Este mundo se veía amable y seguro. Al menos tenía una cama cómoda y un techo dónde reposar. Lo único que no le daría paz eran sus propios pensamientos.
No estaba seguro de qué lo impulsó a hacer lo que hizo en la Rusia Imperial. Había matado a Lord Altin, a otra versión suya, que tenía toda la vida por delante. Se sentía horrible, como todos aquellos criminales inescrupulosos a los que había arrestado. Destruyó una vida que no le pertenecía en pos de sus propios intereses. Incluso si aquellos intereses -salvar al zarévich y, por ende, a Yuri- eran compartidos. Le había quitado la posibilidad de decidir sobre su vida.
La noche se le hizo larga y tortuosa, con su propia mente actuando como su mayor enemigo.
* * * *
A la mañana, Yuri no quiso hablar sobre Lord Altin ni sobre Viktor siendo desfragmentado. Otabek no supo que ocurrió luego de que dejó al chico moribundo y probablemente nunca se lo contaría.
Desayunaron un poco en silencio. Los cuerpos de aquellos dos estaban hambrientos -no lo dudaba luego de tremenda noche- y sus mentes anhelaban probar algo de bocado.
En las alacenas encontró un montón de galletas y otros bizcochos de marcas que no conocía. En la heladera había algo que en su etiqueta rezaba "dulce de leche". Era muy dulce, irónicamente, pero a Otabek le gustó bastante
Le sorprendió descubrir que entendía a la perfección todos los envases en español. Muchos de los libros de la casa eran novelas o manuales de literatura, también en aquel idioma. Y claro, si estás en un país hispano.
- Supongo que es tu casa -le dijo Yuri, dirigiéndole la palabra por primera vez desde la noche-. Se supone que aquí soy periodista y no se ve como la casa de un periodista. No hay periódicos, ni cámaras ni... no se que mierda tienen los periodistas en sus casas.
- Tienes razón. Creo que es mía, hay demasiadas novelas literarias.
- ¿Te gusta leer? -inquirió Yuri, con la ceja alzada.
- ¿Creías que sólo era un policía ignorante?
- No sé que creía. Creo que no me imaginaba nada de ti, porque técnicamente ni siquiera pienso en ti.