Vivimos en un multiverso; un entramado de miles de burbujas donde universos paralelos conviven entre sí. Los viajes entre dimensiones han sido probados científicamente y están regulados por un ente llamado La Tríada, que no solo controla el Multiver...
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Otabek estaba completamente anonadado.
No podía dejar de mirar a los dos Yuris al frente suyo; se sentía como si hubieran dividido al chico en dos, dejando la parte mala y horrible separada de la buena y hermosa.
Todavía no podía concebir que el Príncipe fuera nada menos que Yuri Plisetsky.
Los músculos todavía le dolían y hormigueaban por todas partes. Estaba seguro que el Príncipe había usado más voltios de lo permitido.
-¡Pero hay buenas noticias! -exclamó el Príncipe- Gracias a que el dulce Viktor ha decidido cooperar conmigo, no tendré que encerrarlos a morir en esta pocilga. Aún así, voy a necesitar de la cooperación de todos ustedes o las cosas se van a poner feas de verdad.
Las cosas se han puesto feas desde que apareciste. No le importaba que se viese y hablase exactamente igual que Yuri, Otabek quería destrozarlo por completo con sus propias manos desnudas. La venganza había estado borboteando tanto tiempo en su interior y estaba pidiéndole a gritos por salir de una vez.
-¿Qué dices, Yuri? ¿Cooperarás?
-¿Me lo estás preguntando en serio, patán? Porque podré ser tu preso pero no pienso formar parte de tu retorcido circo. Sabes muy bien la respuesta -bramó.
El Príncipe no se veía sorprendido. De hecho, Otabek estaba seguro que no se esperaba menos de Yuri.
-Es una suerte que te niegues porque me fascina cuando las cosas se ponen feas.
Se alejó de los barrotes que retenían a Yuri. A Otabek se le achicaba el corazón cada vez que veía su rostro a través de la jaula.
El Príncipe, entonces, se acercó a él. Otabek le sostuvo la mirada, pero es que se veía tan tétrico y psicótico que hacía que le costase demasiado.
Sacó de su ropa la cadena de un Pájaro de Fuego y empezó a programar algo. Después lo apuntó directamente a su cuello.
-Puedo mandar ahora mismo a Otabek al peor universo que te imagines, sin la tecnología necesaria y totalmente desconocido para tu mundo. Nunca lo encontrarás.
Yuri se veía totalmente descolocado y desesperado. De pronto empezó a verse demasiado enojado. Otabek intentaba mantenerse impasible, pero el pulso le rugía en los oídos.
-¡Te voy a desfigurar la otra mitad de la cara! ¡Deja a Otabek!
-Entonces acepta el trato y puede que yo decida no mandarlos a vivir en un sarcófago en medio del océano índico.
Los nudillos de Yuri se pusieron blancos en torno a los dos barrotes que sostenía. Si su furia pudiese transformarse en fuerza física, el Príncipe no sería más que un cuerpo destrozado en una esquina de la prisión.