Vivimos en un multiverso; un entramado de miles de burbujas donde universos paralelos conviven entre sí. Los viajes entre dimensiones han sido probados científicamente y están regulados por un ente llamado La Tríada, que no solo controla el Multiver...
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La mañana del jueves había sido muy agitada para el agente especial de la Interpol, Otabek Altin.
Sólo tenía veintiún años, pero su buen estado físico y su semblante inquebrantable le había ganado un puesto como agente de asuntos interdimensionales cuando apenas había cumplido la mayoría de edad.
Las tareas habían sido sencillas: viajes cortos a dimensiones matemáticamente similares, donde debía perseguir a unos cuantos viajeros con Pájaros de Fuego ilegales, unos cuantos científicos y agentes que desaparecían para impresionar a algún interés amoroso. Nada que supusiera un verdadero peligro. O al menos él lo había sentido así.
Hasta ahora.
Yakov Feltsman, uno de los dueños y fundadores de La Tríada, había solicitado urgentemente una reunión con el departamento de Interpol el día martes acerca de un problema con un joven agente en entrenamiento. Su superior, entonces, había decidido que era Otabek el más capacitado para llevar a cabo la tarea que le habían pedido. Y todo tenía que ver con un chico llamado Yuri Plisetsky.
Por supuesto que había oído hablar de él; era el nieto de Nikolai Plisetsky, quien había descubierto la fórmula de los viajes interdimensionales, y patentado el Pájaro de Fuego. Un hombre importante y respetable. Su nieto era otro caso.
Otabek no les temía a los delincuentes, no realmente. Sólo les temía a los adolescentes, porque ellos no tenían límites ni temores. Y eso, los convertía en una amenaza.
Así que su tarea sería de todo menos sencilla.
A su lado estaba Sara, una de sus jóvenes compañeras en el escuadrón de la Interpol. Tenía el ceño fruncido y toqueteaba una tableta portátil. También estaba su gemelo, Michele, pero éste era uno de los ingenieros del Pájaro de Fuego y no un agente.
- ¿Cómo es posible que en menos de una semana desaparecieran dos dispositivos? -inquirió, intentando sonar bromista pero terminando más bien con un tono acusador- ¿Y que uno de los ladrones sea un simple jovencito inexperto?
- Para empezar, el primer Pájaro se lo llevó Nikiforov. Él tiene acceso directo a los dispositivos -respondió Michele, tras chasquear la lengua-. Y el pequeño Plisetsky es una víbora escurridiza, siempre se sale con la suya. No me sorprende la verdad. De todas formas, quien estaba de turno era Chulanont, que se coma el problema él solo.
Otabek se pasó la mano por el cabello, nerviosamente. Suspiró.
- ¿Y que esperas para rastrearlo?
- ¿Te crees que no lo hice? Tengo las coordenadas casi exactas del universo al que ha ido, eso es cierto, pero no puedo darte las coordenadas exactas de en que lugar en el mundo está. Tampoco puedo decir si podrás cruzar tú.
Sabía a qué se refería con eso, ya había hecho demasiados viajes para no saberlo.
El hecho de que vivieran en un multiverso donde había infinitas posibilidades que podían tomar curso, por supuesto que existía la chance de que no existieran en ese universo. O que hubiesen fallecido mucho antes. Para Otabek sería imposible seguirle la pista a Yuri si saltaba a universos de los que él no formaba parte.