Cuatro

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Fue un arduo trabajo dar con el universo correcto

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Fue un arduo trabajo dar con el universo correcto. Al parecer, las coordenadas que Michele le habían dado no eran tan precisas, y había ido a parar a universos matemáticamente similares pero que en el exterior no podían ser más diferentes.

En el primer intento había dado con una realidad en dónde Estados Unidos había perdido la Segunda Guerra Mundial. El país había sido dividido en tres tercios, uno pequeño para Italia, uno mediano para Japón, y un gran pedazo para Alemania. Otabek vivía en este último. Aunque le desagradó convivir entre los nazis, al menos vio entre sus pertenencias de ese mundo que no era muy adepto al partido.

Supo de inmediato que ese no era su destino. Su Pájaro de Fuego no detectaba actividad inmediata, por lo que Yuri nunca había pisado ese universo. Quizás ni siquiera existía en él. Sin contar el hecho de que ese universo no se veía como Michele Crispino le había descripto. Así que esperó las tres horas hasta que pudiese viajar otra vez, lamentando la pérdida de tiempo, y volvió a saltar.

Fue el segundo universo el que lo dejó más desestabilizado. Estaba en Kazajistán, en Almaty precisamente. Dónde había nacido. No veía su ciudad desde los doce años, cuando la Interpol había visto potencial en sus juveniles aptitudes en el Liceo. Se lo habían llevado y no pudo regresar. Hasta ahora.

Otabek se dio cuenta rápidamente que ese universo era muy similar al suyo. Era el universo en dónde nunca tomaba un avión a Londres y crecía en su hogar. Estaban su madre, su padre, su hermana pequeña, Ayzere. Quiso llorar en cuanto la vio. La jovencita tenía trece años, por lo que había sido un bebé cuando su hermano mayor partió. No la había visto crecer. El deber es duro, pero por algo se te ha sido encomendado a ti.

En ese mundo eran muy unidos. Era la hora del desayuno cuando había saltado, así que cuando Ayzere cruzó la puerta se colgó de su cuello para llenarle la mejilla de besos. Otabek se dejó llevar por las risas de la niña cuando le devolvía el cariño. Los dos tomaron el desayuno juntos, comiendo un delicioso baursak y una humeante taza de té.

Esto no es real. No es real. No es. No te pertenece a ti, ni nunca lo hará. Es del otro Otabek.

Se grabó la risa de su hermana, su rostro regordete y las pecas que lo pintaban, cuando saltó una vez más.

* * * *

Ahora estaba en el lugar correcto. Lo sabía por la sensación de encierro. Se encontraba en lo que parecía ser un bar lleno de gente joven con pantalones militar, camisetas negras ceñidas y armas colgadas de la cintura. Muchas armas. Se preguntó si aquel lugar sería una especie de régimen militar o estaría en medio de una guerra.

- Otabek, ¿me estás escuchando? -lo interrumpió una chica en ruso. No la reconoció de ningún universo al que había visitado.

- Sí, sí. Pero... he recordado que debo irme -dijo de golpe. La chica se sobresaltó y lo tomó de la muñeca.

Cien mil universos a tu lado [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora