Treinta y ocho

912 206 71
                                    

Le gustaba su nuevo cuerpo

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.



Le gustaba su nuevo cuerpo.

Era mucho más atlético que el suyo por supuesto, eso se debía al intenso entrenamiento que los agentes interdimensionales de La Tríada recibían desde que eran acogidos en su seno.

Y hablando de La Tríada...

Tenía una visita que hacerles.

No por nada había viajado incontables veces hasta el primer Triadverso, aprendiendo sus calles, sus costumbres, su historia. Nadie se imaginaba que a veces quien caminaba entre ellos era el verdadero Príncipe de Hielo.

Ojalá sus antecesores pudieran verlo ahora, el hombre de las mil caras. Podría haberlo seguido siendo, de no ser por el grupo comandado por Yuri Plisetsky y Yuuri Katsuki, esa banda de mocosos que jugaban al gato y al ratón, que lo obligaron a tomar drásticas medidas como revelar uno de sus trucos.

Por suerte, todavía tenía varios más en su bolsa de trucos.

Londres estaba nublado y lluvioso, típicamente para ese mundo. El Londres de su hogar no era más que un montón de ruinas, un cementerio de tamaños colosales. Muchos podrían culparlo a él por lo que había llevado a su hogar a la destrucción masiva, pero... ¿podían ser todos tan necios e ingratos? ¿Podían culparlo por ganarles más tiempo? A costa de varios millones de vidas perdidas, ¿pero y cuántas se habían salvado?

Caminó entre las calles hasta llegar al metro. Sentía una enorme corriente de poder cada vez que pasaba por al lado de alguien y no le dedicaba ni una segunda mirada.

Nadie sabía que era él. Nadie se imaginaba que la perdición podía esconderse bajo cualquier rostro inocente y bonito. El viaje en metro terminó resultándole igual de agradable.

El Triad Buildings Co. era igual de majestuoso a como lo fue el de su casa, el segundo Triadverso, en su momento. Acristalado y con forma piramidal en su punta.

Si no encontraba a Viktor, este mundo también ardería y él no quería eso. Interfería con sus planes.

No le gustó cuando la gente de La Tríada comenzó a mirarlo. Le hizo dudar de su idea de tomar el cuerpo abandonado del difunto Yuri Plisetsky para hablar con los tres grandes de La Tríada y para poner una trampa a los otros idiotas que estaban dando tumbos a través de los mundos en busca de Viktor.

Un muchacho que conocía de su hogar, Leo de la Iglesia, lo miraba más sospechoso que el resto. Ni siquiera le dio tiempo de interrogarlo y se escabulló por los ascensores, donde tampoco tuvo demasiada suerte.

Allí estaban los nefastos rostros de Sara y Michele Crispino, además del de Emil Nekola.

Odiaba a esos dos gemelos malagradecidos en cualquiera de sus variantes.

Los tres lo miraban como si acabase de personificarse el mismo Satanás frente a ellos.

- ¿Y-Yuri? -exclamó Sara con sorpresa- ¿Qué haces aquí? ¡¿Dónde está Otabek?!

Cien mil universos a tu lado [Otayuri] - YURI ON ICEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora