Vivimos en un multiverso; un entramado de miles de burbujas donde universos paralelos conviven entre sí. Los viajes entre dimensiones han sido probados científicamente y están regulados por un ente llamado La Tríada, que no solo controla el Multiver...
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Finalmente sentía como si muchas cosas encajaran en él mismo.
Su cuerpo era como esas máquinas a vapor llenas de engranajes, que esperaban que uno solo de ellos funcionara para que los demás se pusieran en marcha.
Las voces del exterior eran atronadoras y molestas, pero las de su interior eran mucho peor. Miles de recuerdos se agolparon en su cerebro deseando mostrarle a Viktor lo que había sido de su vida los últimos dos meses.
Viktor se imaginó un espejo rompiéndose en pedazos al estamparse contra el suelo, para luego intentar ser reparado con un poco de pegamento.
Así se sentía él.
Lo primero que sus ojos enfocaron fue el cabello dorado y los verdes de Yuri.
¿Yuri? ¿Ese era su Yuri? ¿Cuándo se había hecho tan adulto? Y no en tamaño precisamente, sino más bien en la dureza de su mirada.
¿Cuánto tiempo había estado fuera? Información que equivaldría a una memoria a tope de 10 terabytes le hacían estallar el cerebro.
Intentó recordar como alzar una mano, ¿qué se sentía tener total control sobre tus propias extremidades otra vez?
Acarició los suaves mechones rubios de Yuri. Soltó un pequeño jadeo.
-¿Yuri? -murmuró- ¿Eres tú, hermano?
No hizo falta que lo respondiese. Viktor podía reconocer todos los gestos de su hermano: los de felicidad, enojo, tristeza, dolor... incluso sorpresa, que era lo que sentía ahora, pero estaba ocultando una inmensa alegría en las sombras de sus ojos.
-¡VIKTOR!
Lo siguiente que supo fue que alguien se le había prendido del cuello y lo había arrojado al suelo en su afán de abrazarlo.
Podía sentir las calientes lágrimas de su "atacante" mojarle el cuello de la camisa. Todo lo que su visión captaba era un sedoso cabello negro.
Y entonces lo reconoció.
Yuuri.
Era Yuuri.
Su corazón latió desbocado cuando el chico le sonrió con dulzura a pesar de que tenía el rostro surcado de lágrimas.
Su hermoso rostro era lo último que había visto antes de la tragedia. Se le había roto el alma -y literalmente- cuando descubrió que quien lo había ido a buscar no era el tierno japonés del que se había enamorado. Todo había sido una trampa. No había nada más vil y ruin que usar a las personas que querías en tu contra.
-Sí, soy Viktor -atinó a decir con una sonrisa.
-¿Mi Viktor? -preguntó con dudas.
-El tuyo -le confirmó.
-Precioso -murmuró alguien secándose las lágrimas. Era Phichit Chulanont, investigador codo a codo con Viktor y también quien le pasaba los mensajes a Yuuri en su universo.