Vivimos en un multiverso; un entramado de miles de burbujas donde universos paralelos conviven entre sí. Los viajes entre dimensiones han sido probados científicamente y están regulados por un ente llamado La Tríada, que no solo controla el Multiver...
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Cuando despertó, todo estaba oscuro.
Las luces se veían a través de la puerta, pero de las ventanas se percibía una oscuridad abrumadora y tenebrosa. Yuri se removió sobre la cama, para descubrir que estaba hecha de paja y recubierta de unas mantas tejidas a mano.
El sudor caía por su cuerpo y sentía como las puntas del cabello, más corto que en los otros universos, le picaban en la base de la nuca. No podía distinguir absolutamente nada en lo que parecía ser su habitación, más que las paredes y el suelo estaban hechos de madera mientras que la puerta parecían ser un montón de juncos sujetados entre sí.
Arrojó las calurosas sábanas y decidió salir a ver su entorno. No pudo encontrar un par de zapatos, así que fue descalzo, pisando pequeñas ramitas o insectos que buscaban esconderse. Tenía el cuerpo adolorido y no lo sentía del todo, estaba seguro que por culpa de Otabek Altin que lo había intentado noquear para llevarlo a rastras hasta casa.
De afuera se sentían alegres cánticos que vociferaban en ruso algo que Yuri no podía entender. El sonido de las balalaikas acompañaba a las voces, que mientras más se acercaba más sonaba como alguna vieja historia contada por un trovador.
Abrió la puerta con un leve crujido y espió. En lo que parecía ser la gran sala, ardía una pequeña hoguera controlada, que soltaba su humo hacia el inexistente techo. Yuri entonces vio lo que había afuera: ramas de árboles cubiertos de hojas. Parecía ser una casa del árbol de tamaño magistral. Alrededor del fuego se amontaban personas, especialmente niños y mujeres adolescentes o adultas, que narraban ansiosas viejas historias de la mitología eslava. Un par de hombres tocaban los instrumentos animadamente. En medio de las mujeres narradores había dos figuras con las caras llenas de pintura y dramatizando el viejo mito de Perún y Veles, los grandes dioses enemigos, el cielo y el mar, luchando eternamente.
Se llevó una pequeña sorpresa al ver que Perún, señor de los rayos y el gran creador, era una mujer: Mila Babicheva, su compañera y amiga en La Tríada. Mientras tanto, Veles, el padre de los dragones y señor del mundo subterráneo, lo representaba una persona que había conocido hacía muy poco: Georgi, el malnacido de la tienda de cristales de Venecia. Ella llevaba una especie de corona que simulaban ser rayos de sol, él cargaba con unos enormes cuernos llenos de algas y pequeños animales marinos.
Tragó saliva. Los niños miraban con sonrisas congeladas las danzas de aquella extraña pareja, moviéndose al son de la música y las voces de las ancianas. Ellas se habían estado turnando para contar la historia, hasta que dieron el habla a una de ella. Yuri la conocía muy bien.
Lilia Baranovskaya, pilar de La Tríada, matriarca de esta extraña tribu. La mujer más fría que había conocido.
La mujer alzó las manos y todo se detuvo. Mila y Georgi quedaron uno abajo del otro, con la mano del chico alrededor de la suave garganta de ella. Los niños jadearon.