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Narra Zaria:

Me encontraba dentro de la cajuela del auto rojizo destartalado que se había convertido en el estelar de mis pesadillas a lo largo de los meses, estaba atada de pies y manos nuevamente, sentía el aire tan denso dentro del lugar, tan lleno de polvo y desesperación, entonces la camioneta se detuvo y puse ver a esas vampirezas de ese fatídico día, tan vívidamente pude ver sus rostros que me sentí aterrada, ¿donde estaba Roberto? ¿Por que ellas seguían vivas? ¿Por que estaba aquí? La mulata me sacó del maletero y me cargó como si yo no pesara nada, estábamos caminando hasta donde estaba una hoguera, junto a la misma había una especie de camastro de piedra rectangular con una tela color morado encima, tenía cuatro velas grandes a cada punta sostenidas por un candelabro dentro de esa tela alcancé a ver una estrella de cinco picos negra con un símbolo muy raro, estaba dentro de dos triángulos con varios símbolos que no ví bien a cada lado, eran ocho símbolos en total alrededor de todo lo que conformaba ese macabro pentagrama, la angustia en mi pecho, el dolor de las ataduras en mi piel, ese miedo latente, todo se estaba repitiendo, yo no podía decir nada, solo lloraba con fuerza, no estaban Azari, Roberto y Oliver para ayudarme, comencé a gritar por la desesperación pero las vampirezas no hacían nada por callarme, al contrario, parecían caminar más lentamente, varias personas encapuchadas con túnicas negras salieron de entre la oscuridad del bosque y entonces la mulata me levantó con un solo brazo y me dejó encima del camastro en posición fetal, a una orilla casi para caerme, pero entre cuatro personas de las que tenían puestas las túnicas me desataron, intenté moverme para zafarme pero una de ellas me golpeó justo en la nariz con fuerza, eso me dejó con una sensación de entumecimiento en toda la cabeza, del golpe tan fuerte me quedé quieta intentando procesar, me sentía desorientada y flotando entre la sensación de semi inconsciencia, aprovecharon eso y cuando menos me di cuenta me tenían atada de piernas y manos en ese horrible camastro, sentía el sabor de mi propia sangre en la nariz bajando a mi garganta por medio de ese ducto conectando esas dos zonas y miré con horror que todos me rodeaban en círculo, poco a poco se quitaron las capuchas y varios rostros los ví borrosos, no los conocía, no sabía quienes eran, pero había alguien ubicado entre mis piernas, mismas que colgaban como si me hubiera sentado en ese camastro muy a la orilla y me hubiera dejado caer de espaldas, al ver su rostro sentí terror, sentía asco, ganas de llorar y de huir.

No... No puede ser, yo te maté, yo te mandé al infierno...

-te me escapaste ese día de las papeletas, pinche putita, pero ahora vas a pagarmela toda.-oí su voz como si fuera la peor melodía del mundo, una tan angustiante y distorsionada que te lastima incluso, sentí como tomó mis muslos y quise resistirme pero al intentar cerrar mis piernas hizo una mueca de furia y tomó vuelo antes de pegarme un puñetazo brutal en la nariz, esta vez el dolor fué tanto que comencé a llorar con ganas, él entonces me tomó muy fuerte de los muslos y se acomodó en medio de mis piernas, sentí un asco horrible que amenazó con hacerme vomitar sin importar el dolor en el momento que sentí su calor corporal impregnando mi cuerpo.-no podrás evitar esto, nadie va a venir por tí, nadie te va a salvar, solo eres una vagina, no eres nada más que eso, tú familia jamás va a encontrarte, nadie busca a las extranjeras, el estado no te hará justicia por que no eres su problema, a nadie le importas, estúpida.-todas esas palabras las decía mientras forzaba mis mayas negras, intentando bajarlas, me removí con fuerza pero otras cuatro manos pertenecientes a más gente del culto me detuvieron y me pegaron al camastro.

-¡ayudenme!.-grité con toda mi fuerza, no hubo respuestas, solo risas burlonas, entonces controlé el temblar de mi voz y preparé mi garganta para emitir una nota muy aguda, la más que podía.-¡Morethy!.-grité largamente, escuchando como el agudo de esa nota taladraba mis oídos y rebotaba en todos lados, a una de las vampirezas pareció irritarle pues me tomó de los labios y entonces, con un pegamento industrial, procedió a pegarmelos, se sentía caliente y ardía en mis labios, ella los cerró de ese modo y sopló para secar, no podía abrirlos, comencé a sollozar con fuerza.

Alma Sin Memorias; Mi Vida PasadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora