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Había un silencio abrumador.
Como siempre, Hana se encontraba inmóvil en aquel terreno que parecía no tener inicio ni final, todo se veía absolutamente negro.
No había más luz que la que proporcionaba ese cuerpo en llamas que yacía en el suelo a lo lejos.

Nuevamente aquellas figuras sin forma alguna para sus ojos se batían en un duelo a muerte frente a ella.
Aún así, creía distinguirlos. Para ella, la figura blanca era mujer; por aspecto delgado y cabellera larga. El cuerpo negro parecía hombre; naturalmente, tenía un aspecto más robusto y era mucho más grande que la otra.

La figura de blanco desplegó unas hermosas alas blancas. Eran tan grandes que casi podía sentir que las tocaba aún desde lejos.
Brillaban y, hacían sentir segura a Hana.

A un lado de ellos estaba aquél pequeño de unos seis o siete años. En el piso, envuelto en una sábana expuesto al peligro inminente. Aunque no podía escucharlo porque todo estaba como mudo en su cabeza, sabía que estaba llorando, lo sentía como si fuera ella la que lloraba.

El sujeto que peleaba con la mujer la tomó por el cuello y también desplegó unas largas alas... pero eran diferentes.
Eran negras, y con aspecto desgastado, nada raro, debido a su apariencia mala y sombría.

La mujer trataba de impedir a toda costa que el sujeto llegara al niño y, afortunadamente otra figura blanca con alas del mismo color apreció y tomó al pequeño para al fin sacarlo del lugar.

El hombre de negro soltó a la mujer para ir tras el pequeño.
Hana llevó una mano a su pecho, pues sabía que el sujeto era malo y quería hacerle daño al niño.

La mujer, aprovechando su torpe descuido, lo tomó por la espalda, tiró se sus feas alas y las arrancó por completo. Él cayó al suelo y la mujer tomó del piso una fina espada de color dorado que estaba a su lado. La sostuvo con ambas manos sobre él, dispuesta a atravesar su pecho, pero no fue así.

El hombre se convirtió en humo y la mujer giró por todos lados en su búsqueda. Soltó la espada y cayó al suelo luego de que la mano de él la atravesara por la espalda arrebatándole la vida al instante.
La lanzó al fuego, sobre el otro cadáver que estaba ahí, para así terminar con ella.

Hana sintió un dolor horrible en su pecho. Cayó al suelo de rodillas y sintió como le faltaba el aire. Al instante el miedo se apoderó de ella y sintió como el fuego llegaba hasta sus piernas para terminar con su vida, como si esa mujer y ella estuvieran conectadas de una manera que desconocía o quizá fueran la misma persona en vidas pasadas.

Todo se tornó oscuro ante sus ojos y de pronto la escena que presenciaba desapareció, ahora era simplemente ella en un cuarto sin luz alguna. El pánico la dominaba y sentía que el sujeto de negro llegaría por ella en cualquier instante. Trataba de pedir ayuda, de gritar o salir corriendo.

Pero era inútil.

Nunca funcionaba, porque estaba soñando.
Simplemente era un mal sueño.

Dark Paradise.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora