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Apago el televisor de la sala cuando escucho entrar a mi padre.
Me pongo de pie y camino hasta la entrada para recibirlo.

—¿Qué tal tu día, papá? —Pregunto como de costumbre.

—No sabes, hoy tuve mucho trabajo.

—Lo supongo —digo observando el reloj de la sala—. Son casi las nueve de la noche.

—Perdón, ¿ya cenaste?

Mi papá se quita el saco de su traje y lo deja sobre un sillón de la sala.
Levanta un poco la cabeza para deshacer el nudo de su corbata y me quedo asombrada.

El su mandíbula, hay una cicatriz.
Es muy tenue y no se distingue con facilidad. Es bastante extensa y la pierdo de vista en donde empieza el cuello de su camisa.

¿Dónde, cómo y cuándo se hizo esa cicatriz y por qué no me había fijado en ella antes?

Pierdo el equilibro y mi papá me sujeta rápidamente, me ayuda a sentarme en el sofá y se pone de rodillas frente a mí.

—¿Estás bien? ¿Te duele la cabeza?

—Mis pastillas... —Le digo débilmente y apunto hacia el mueble de la tv.

Mi papá va rápidamente por ellas y me entrega una junto con el vaso de agua que estaba bebiendo antes de que él llegara.

—Vayamos con el médico...

Lo sujeto con todas mis fuerzas para evitar que se levante y niego con la cabeza.

—Estoy bien, es un simple dolor. Además ya fui dos veces en esta semana.

—Hana, no te hagas la fuerte...

—Tú misma ves cómo me pongo —lo interrumpo—. Esos dolores son horriblemente fuertes y jamás podría ocultarte uno.

Mis palabras parecen tranquilizarlo, ya que en efecto no podría, ni aunque quisiera, ocultarle un dolor de cabeza tan fuerte como esos que me dan.

Luego de un rato con él decido subir a mi habitación y luego de unas horas me quedo al fin dormida.


Al día siguiente opto por salir de casa. Sin pensarlo me dirijo hacia la cafetería de la señora Lee.

Al entrar ella me recibe gustosa y muy alegre. Como siempre.

Jimin ya le había contado lo que me sucedió así que yo sólo le aclaré unas cosas y le aseguré una y otra vez que ya estoy mejor.

—Jimin, atiende a Hana —le ordena la señora Lee.

Jimin se acerca hacia mí.
Con una linda sonrisa en su rostro.

—No quiero nada —le digo alzando ambas manos para evitar que sirva café en una taza—. Sólo vine para ver a la señora Lee... y a ti.

Jimin sonríe apenado y se voltea un poco, probablemente para evitar que note su sonrojo, que evidentemente noté.

Quizá nunca lo recuerde, pero eso no quiere decir que no tenga intención de conocerlo nuevamente.

—No supe de ti en días, ¿está todo bien?

—Sí, por supuesto que sí —se gira hacia mí nuevamente y vierte el café en la taza—. Bebe algo, cortesía de la casa.

Hace una leve reverencia y se retira cuando alguien más toma asiento en la mesa detrás de mí.

Lo observo por un rato y bebo mi café con calma.
Me quedo ahí un par de horas hasta que cierran el lugar, me despido de la señora Lee e invito a Jimin a caminar.

Dark Paradise.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora