Capítulo 12

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— ¡Por favor, no!

— ¡Cállate! —Como si mi peso fuera menor que el de una pluma, me lanzó sobre la cama y cerró la puerta de un golpe seco y preciso. Me removí con horror sobre la blanda superficie y abracé mis piernas. Realmente estaba muy asustada. Era la primera vez que se le veía tan iracundo.

Su cuerpo se giró para quedar frente a la ventana, en completo silencio, y empezó a removerse el abrigo.

Para ese entonces yo ya estaba temblando como un cachorrito bajo una torrencial lluvia afuera de la casa.

La fatiga en mi estómago se intensificó gracias al miedo que se arraigó en mi interior, provocándome unas insoportables ganas de vomitar y tumbarme al piso por horas.

Mi cabeza no dejaba de darle vueltas al asunto ¿Qué podría tenerlo tan furioso? Y, lo más importante, ¿Qué me hará? Porque era más que evidente la tortura que recibiría en cuestión de segundos, minutos, ¿Quién sabe?

Fue entonces cuando su voz me sacó de mis cavilaciones.

—Desnúdate. —ordenó. Haló la espesa tela. Las cortinas vino tinto resbalaron por la varilla que las mantenía en el aire, cortando cada línea de luz que entraba a través de vidrio.

— ¿Q-qué...? —balbucí anonada.

No. No podía ser posible que me fuese a violar justo ahora.

— ¿Acaso te has vuelto sorda en días? —Su rostro ahora estaba frente al mío—. No pienso repetírtelo así que desnúdate ¡Maldita sea! —Me abofeteó nuevamente.

Mi visión se tornó borrosa por las lágrimas acumuladas en mis orbes. Me abracé de forma protectora tanto como pude, intentando aminorar la ansiedad y el terror que se apoderaba en mi cuerpo. Mis manos temblaban y mis movimientos eran torpes.

Creo que estoy volviéndome loca. Una completa desquiciada.

Sujetó el puente de su nariz, antes de enseñarme como perdía los estribos de una buena vez. Arrancó la tela que cubría mi cuerpo con total facilidad, como si fuese simple papel.

Cuando mis pechos estuvieron al aire, mi brazo se movió automáticamente, intentando cubrir la desnudez de mi piel. Suspiré. No deseaba que él me observara.

Mi lloriqueo aumentó de volumen cuando me lanzó sobre la cama. Sujetó mis manos con fuerza, atándolas en las esquinas cabeceras del mueble y caminó hacia el escritorio con las manos en la espalda.

—Creo que he sido demasiado afable contigo. —Giró. Sin expresión alguna en su rostro. Noté de inmediato cuan molesto se encontraba... como de costumbre. Los músculos de su mandíbula estaban estrechamente apretados y, su ceño fruncido, era más marcado que de costumbre.

Llevó un cigarrillo a su boca, aspirando con fuerza. Sus orbes carmesí no dejaron de observarme en ningún momento; parecía realmente disfrutar del horror en el que estaba.

—Quiero que me respondas algo, Elina —Tomó asiento al borde de la cama. Mi cuerpo se estremeció al ver la forma como sus ojos recorrían por mi cuerpo.

Nunca había sido observada de esta forma por un hombre; ni siquiera por mis hermanos. Probablemente, lo siguiente en la lista, luego de una ''conversación'' incómoda con Lucian, sería que me violar—. ¿Qué tan tonto crees que soy?

Su mirada se afiló ante mi silencio. No sabía que responder a eso y empezaba a frustrarme sus preguntas sin sentido.

La locura podría invadir mi cuerpo en cualquier momento.

Sollocé.

— ¿Te atreves a ignorarme? —Sus puños se apretaron de repente. Si continuaba en silencio solo haría que se enfureciera más y mi castigo sin duda sería peor—. Abre las piernas— Ordenó.

Mis ojos se expandieron impresionados.

¡Cuánto desearía estar en este momento en casa! Y no aquí, en esta colosal masía; lugar en el cual solo he recibido maltrato y temor.

Mi amo no contuvo más sus impulsos. Como era evidente que él es más fuerte que yo -sin contar el peso que he perdido y mi mal alimentación-, abrió mis piernas de golpe y se posicionó entre estas para evitar que pudiera cerrarlas de nuevo.

Mi corazón latió frenéticamente. Mi respiración se agitó aún más. Mis lágrimas se derramaban con ímpetu, bañando gran parte de mi rostro.

— ¡¿Quiénes se creen que son?! —La punta de su cigarro voló a la piel de mi entrepierna, calcinando las células de mi membrana y provocándome el dolor y ardor más insoportable de mi vida.

Un grito desgarrador emergió de mi boca, lastimando mis cuerdas vocales en el proceso. Separó la superficie ardiente de la piel para repetir el proceso, pero esta vez más cercano a mi ano.

Mis gritos se apoderaron de la estancia; incluso puedo jurar que se escucha por toda la masía.

— ¡Basta! ¡Basta! ¡Por favor! —El dolor que me provocaban mis dos quemones eran insoportables. Mi cuerpo se retorcía en un pésimo intento para liberarme de su maltrato.

Mi amo no cambió su expresión enfurecida. En ninguna de las casi diez veces en que quemó mis genitales emitió alguna sonrisa. Quizá lo disfrutaba internamente. Gozaba el verme sufrir de este modo tan feroz, sádico y desquiciado. Al tiempo en que mis órganos -y alma- se requemaban bajo el capricho de un impío monstruo.

O mejor dicho, Vampiro.

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora