Capítulo 16

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—Me agradó tu amiguita... Ojalá pudiera enterrarle mis colmillos algún día ¡¿Y por qué no?! El pene también. —bramó con una sonrisa socarrona. Tragué duro y barrí el panorama con mi vista; debía encontrar algo con qué defenderme.

Egon arrinconó mi cuerpo contra el tallo de un árbol. Su lengua hizo contacto con la piel de mi cuello, creando un camino con su saliva hasta el escote de mi vestido.

—S-Señor... tengo... dueño —balbucí aterrada. Yo no podía perder mi virginidad aquí, ni ahora... mucho menos con él.

Este no se detuvo. Sujetó mis manos sobre mi cabeza y empezó a deshacer el nudo de mi escote. Me removí, pero su afiance se incrementó, lastimando mis muñecas con cada movimiento que daba.

Empecé a llorar en el momento en que su mano atrapó uno de mis pezones. Grité horrorizada. Él atinó un golpe en mi zona abdominal, provocando que el aire abandonara mi cuerpo.

Pensé que sería ultrajada en aquel momento por ese horrible vampiro. Ya no tenía opción, él haría conmigo lo que le viniera en gana y, ni Lucian, ni su hermana, ni nadie podría vitarlo.

—No lo haga —Aaron apareció en mi campo de visión—. A mi señor no le gustará en lo absoluto sus acciones con la humana.

Egon abandonó mis pechos y me liberó de su agarre. Inmediatamente cubrí mi piel y corrí hacía Aaron, quién sujetó mi cintura, atrayéndome hacía él.

— ¿Siempre eres así de inoportuno? —dijo mi atacante, sujetando el puente de su nariz.

—Solo cumplo órdenes de mi amo.

—Dile a tu padre que puede arder en el infierno. —dicho esto desapareció.

(...)

Abrí los ojos una vez entramos en la masía. Shannon se acercó a nosotros para revisar que no estuviera herida. Ya no sentía miedo, todo lo contrario, gracias a Aaron.

— ¿De verdad es tu padre? —pregunté antes de que se apartara. Me había recostado en uno de los sofás de la sala. Shannon estaba a mi lado, mientras que Zach recostaba su cuerpo en el umbral de la puerta que separa la sala con la biblioteca.

—No, señorita, es el término que usamos para referirnos a nuestros creadores; aquellos vampiros que nos transformaron.

—Quiero saber lo que pasó, Aaron. —intervino una molesta Shannon.

—Issaul-Egon Schwartz la acorraló en el bosque, tenía intenciones de ultrajarla. —informó sin rodeos. Me sonrojé de inmediato, al ser blanco de intensas miradas.

—Ese bastardo...

—Será mejor que le informe al señor Von Saher. —Zach se dirigió a Aaron. Este último asintió y se retiró de la estancia sin decir más.

—De esa basura me encargo yo. —Shannon sujetó mi mano y me sonrió.

—Será mejor que sea su hermano quién tome medidas. —Zach se puso a su altura e hizo un ademán para acariciar su mejilla; se detuvo unos segundos antes de tener contacto y la empuñó.

La puerta se abrió en ese instante. Mi amo entró a la residencia sin observar a nadie. Se encerró en su estudio sin más, mientras que un par de vampiresas entraban unas maletas en la residencia.

— ¿Qué hace él aquí? —interroga Shannon. Se incorpora y se dirige al estudio. Yo, por mi parte, permanezco recostada, con la vista fija en el techo. Así permanezco durante varios minutos, hasta que el timbre de la masía hace eco.

Una de las nuevas vampiresas se apresura a abrir la puerta.

—Señor Armen Schwartz, el señor Von Saher lo espera en su estudio. —dice con voz temerosa.

—Gracias... Mía, pasa por favor. —me remuevo sobre la blanda superficie para observar como mi hermana ingresa en la residencia. Sus ojos inmediatamente se posan en los míos, al igual que su hermosa sonrisa aparece. Ella se vuelve hasta su dueño, quién asiente con una ligera sonrisa. Se acerca hasta donde estoy y me abraza.

—Estaba tan preocupada por ti. —lucía bellísima. Sus heridas habían sido curadas como por arte de magia. El rubor en sus mejillas había regresado sin necesidad del maquillaje. Usaba un vestido azul celeste y su cabello estaba recogido.

—Lo lamento, no quise preocuparlas. —contesté recordando lo que ocurrió hace un rato en el bosque.

Me reproché entonces que estas cosas solo me pasan por necia. Muchas veces mis hermanos y mi madre me advirtieron de los peligros, sin embargo, yo no presté atención.

—Eso no importa ahora, necesito que hablemos, hermana.

(...)

— ¿Por qué dentro de la camioneta? —siseé interrogante. Ana me había sacado de la masía, ahora estábamos en uno de los autos del señor Schwartz, a unos metros de la entrada.

—Lo que hablemos aquí, no lo escucharán los de ojos carmesí. Tengo que revelarte algo muy importante.

—Empieza a hablar, hermana, me estás preocupando.

—Bien... ¿Recuerdas cuando Egon me golpeó por no ser virgen? —asentí sin comprender el por qué empezamos a hablar del tema—. Todo es cierto, Renesme, yo nunca fui virgen cuando me subastaron.

—Pero... ¿Quién fue el primero? —mordió su labio inferior. Se removió cabizbaja, como si se estuviera debatiendo entre hablar o no.

—Eso no importa. Yo lo amo, hermana —titubeó al decir la última frase—. Pero debo hacerme a la idea de que nunca podremos ser felices... Armen desea convertirme, para luego hacerme su esposa, su mujer.

Me quedé perpleja ante sus palabras. Ana me estaba dando a entender que aquel vampiro la amaba. Lo cual me resulta extraño, aunque debo admitir que, desde el principio noté o percibí que no era como los demás; él cuidaba a mi hermana.

—Ana eso es... extraño. Pero hermoso a su vez... supongo.

—No lo entiendes, Renesme, yo amo a otro hombre.

—El que te arrebató la virtud...

—Yo se la entregué. Él —sollozó—... Yo no debería amarlo de esta forma, hermana, no es bien visto.

— ¿Quién es, Ana? —insistí. Ella estalló en llanto. La atrapé entre mis brazos y acaricié su cabeza, justo como lo hacía ella conmigo.

—Es Luka. Nuestro hermano. —su declaración me dejó perpleja. Me aparté de golpe y la observé con incertidumbre. Lo primero que llegó a mi mente fue que todo se trataba de una mentira.

—Dime... dime que no-no es cierto... —solté con el poco aliento que conservaba. Esto no podía ser cierto. Anabelle y Luka... juntos...

Ella lloraba sin consuelo. Intentó tomar mi mano pero la retiré de inmediato. Esto debía ser una broma. Mis hermanos no pudieron haber hecho tal cosa, todo era cuestión de una pesada broma, realmente. Sin embargo, sus ojos me decían lo contrario. Siempre me consideré una persona muy intuitiva; mi hermana no mentía en este momento.

—Hermana, dime algo, por favor...

Abrí la puerta de la camioneta y bajé. Las lágrimas empezaron a salir sin control de mis ojos. No entendía por qué lloraba, exactamente, eso no era de mi incumbencia pero... mis hermanos mayores intimaron...

Mi mano tocó la perilla del portón. Esta se abrió e inmediatamente el rostro de Armen Schwartz apareció frente a mí. Su ceño se frunció y se acercó para sujetar mi brazo con delicadeza.

— ¿Se encuentra bien, señorita Lethood? —preguntó—. ¿Dónde está Mía? ¿Le pasó algo?

— ¡Armen! —ella lo llamó. El vampiro corrió inmediatamente a su lado y la abrazó. Sujetó su rostro entre sus manos y besó su frente.

—Pensé que te había sucedido algo —le confesó—. Si te llegara a perder no me lo perdonaría. —aquellas palabras hicieron eco en mi cabeza, aferrándose en lo más profundo de mi razón. Me demostraron que él si la amaba y que, tal vez, no todos esos chupa sangre eran iguales.

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora