Capítulo 33

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Cuando desperté, a la mañana siguiente, él aún continuaba ahí. Se veía tan tranquilo mientras leía un pequeño libro sin título. Me removí sobre la superficie para posicionar mi cabeza en su hombro. La ausencia de su respiración, los latidos de su corazón y el calor corporal hicieron eco en mi cabeza. Era muy extraño todo, pero a su vez fascinante.

— ¡Lucian! ¡Lucian! —Shannon gritaba desesperada. El aludido se levantó de golpe y fue a abrir la puerta.

— ¿Estás bien?

—Eso no importa ¡Están atacando la ciudad! —sus ojos se posan en los míos —. Él está aquí.

— ¿De quién habla Shannon? —interrogo mientras se viste.

—Nadie, Elina. Te prohíbo salir de esta habitación. Brend vendrá en breve. —me aferro de su brazo antes de que salga.

—No me dejes así. Quiero saber quién está aquí. —insisto. Afuera se escuchan algunos gritos y lamentos.

—No estorbes. —dicho esto, sale de la habitación. Cuando intento seguirlo, Brend obstaculiza mi paso y me arrastra hasta la cama.

—Brend, ¿Qué pasa?

— ¿Qué no ves? Nos han traído flores. —responde de forma sarcástica. El vampiro se irguió de inmediato. Intenté decir algo, pero posicionó su dedo sobre mis labios. Sus ojos se posaron ahora en la pared que daba con la del pasillo.

Todo era tan confuso ¿Y si lograron entrar a la mansión? No sabía luchar, pero no era tan tonta como para no poder, por lo menos, defenderme.

Brend sonrió ampliamente cuando nuestros ojos se unieron. Abrió la puerta, justo en el momento exacto en que Egon era sujetado por Armen y Lucian. Varios hombres de la guardia los acompañaban. Entre los demás capturados habían dos vampiros comunes y una mujer híbrida, lo cual me sorprendió en sobremanera.

—Ya puedes correr libremente por la mansión, pequeña saltamontes. —Brend corrió tras ellos.

— ¡Elina! —Shannon me abrazó con fuerza.

—Estoy bien... —balbucí aun desconcertada. La vampiresa me observó por un largo rato. Yo, por otro lado, salí de mi estado de shock y corrí en la misma dirección.

— ¿A dónde crees que vas? —pregunta una vez me alcanza. Esta es mi oportunidad para atinarle un buen golpe a ese vampiro.

—Con ellos. Tengo que estar presente cuando lo maten. —sujeta mi mano y me desvía del camino. Al principio pienso en renegarme y continuar mi búsqueda, pero cuando veo que es ella quién me ha llevado a mi destino, conservo el silencio.

En el área de las celdas subterráneas el ambiente se siente tenso y bastante húmedo. La luz del sol no llega desde ningún rincón. Conforme avanzamos el camino se torna más estrecho hasta que nos detenemos frente a una puerta de metal. Shannon la abre sin problema, me deja ingresar de primera y luego lo hace ella.

El lugar es amplio. Casi tan ancho como el salón de baile. Hay varias jaulas y cadenas que cuelgan del techo. En el suelo se encuentran diversas máquinas de tortura que varían de distintas épocas. El lugar es una completa locura. Aquí vive un maniático mental.

— ¿Qué hacen aquí? —Lucian se detiene frente a mí. En sus manos sujeta con fuerza una daga. Sus ojos están encendidos en cólera. La sed de venganza surca en ellos.

—Lo mismo que haces tú. —respondo. Su mirada es intensa. Tiempo atrás habría provocado en mí un miedo irracional, pero ahora me daba cuenta que todo había cambiado.

Sostiene la daga desde la punta y me ofrece el objeto. Lo tomo sin pensarlo dos veces y giro a mi derecha, en donde se encuentra Egon encadenado a la pared. Sus ojos carmesí se clavan en los míos, al tiempo en que una sonrisa torcida se forma en su rostro.

Los recuerdos de ese día vienen a mi cabeza como vomito mental. El deleite que abrumaba al vampiro al verme maltrecho bajo su poderío. La forma en que dañó a otras humanas frente a mí con tanta arrogancia y descaro...

Sin darme cuenta ya estaba llorando a causa de la impotencia. En este momento tenía el poder de hacer justicia. Tan solo tenía que actuar.

Lancé el objeto sin más. La afilada hoja atravesó su abdomen sin problema. Egon soltó un gruñido. Caminé hacia él y lo abofetee. Lo hice hasta que no soporté el dolor en mis nudillos. Tiré con fuerza de su cabello y tracé cuatro marcas con mis uñas desde su cuello, hasta su abdomen.

— ¿Lo disfrutas...? —Egon escupió la sangre acumulada en su boca sobre mi rostro. Con mi rodilla, golpee su entre pierna.

—Nunca disfrutaría del dolor ajeno. No soy como tú. —fue mi respuesta.

Lucian se detuvo a mi lado, me extendió su mano, en la cual sujetaba un pañuelo, lo tomé y me aparté lo más lejos que pude del vampiro que me dañó.

—No inventes una doble moral, Elina. Eres como yo.

—No, Egon. Nunca te hice daño alguno, sin embargo, me usaste para tu satisfacción... ¡Quedé embarazada! ¡Tuve un bastardo tuyo en mi vientre!

— ¿Asesinaste al hermano de mi hijo Armen? Incluso después de tu confesión niegas ser como yo...

—Lo asesiné —escupí con asco—. Esto no es una confesión, te informo que tu maldito hijo está muerto y que no soy como tú.

Él se inclinó hacia mí. Su cabeza impactó la mía, que por fortuna no tuvo la fuerza suficiente como para asesinarme.

Shannon me atrapó entre sus brazos mientras Lucian y Armen se encargaban de torturar a Egon. Memoricé cada grito, cada uno de sus gestos de dolor. No sonreí cuando lo vi muerto frente a mis ojos, pero sentí un poco de paz y eso me agradaba.

Armen fue el primero en salir del lugar, seguido por Shannon. Lucian se acercó. Sus ojos estaban puestos sobre mí. Acarició mi mejilla, manchándola al tiempo.

—Quemen el cuerpo. —ordenó cuando dos hombres de la guardia entraron.

—No —intervine—. Cuélguenlo en la entrada.

Ambos intercambiaron miradas entre sí. Ciertamente mi comportamiento era desconcertante en este preciso instante. Me sentía satisfecha al saber que se había hecho justicia, no solo conmigo, sino también con las mujeres que él habrá dañado injustamente. Ahora que pensaba, me sentía mal por Armen; sin embargo, él no se mostró en ningún momento afligido por Egon, incluso hizo parte del espectáculo de golpes.

— ¿Qué no escucharon? Obedezcan. —demandó Lucian. Abandonamos aquel lugar sin mirar atrás. Enredé mi mano con la de Lucian y continué sin trastabillar. Lo que le pasó a Egon no era motivo de celebración, ni mucho menos de lamentaciones, simplemente era cuestión de superar.

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora