Capítulo 23

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Elina

Me preparo para lo peor. Hace un rato he decidido enfrentar a Lucian de la manera más altanera e inapropiada.

<< ¿En verdad quiero morir?>> Es lo que me pregunto desde que él desapareció. Pues bien, es mejor la muerte que seguir soportando tanta injusticia. Los vampiros no van a abandonar su poderío solo para pensar en nosotros los humanos, claro que no; hay que ser muy ingenuo como para creer en semejante barbaridad.

—Gracias, Lucian. —la voz de una mujer se escucha del otro lado de la puerta. Siento las inmensas ganas de escuchar la conversación, pero algo me dice que es mejor no hacerlo.

Sin embargo, la curiosidad mató al gato.

Apoyo mi aparato auditivo y trato de regular los latidos de mi corazón, al igual que mi respiración.

—Si resulta ser cierto lo que dices, los desertores irán a Galem por alimento y lo sabes. —comenta él.

—Lo sé, por tal motivo, mi padre se ha quedado para defender la mitad de su pueblo. Aunque se haya fundado una ciudad más, él no está dispuesto a abandonarlos.

¿Acaban de fundar otra ciudad?

El silencio reinó del otro lado. Moví mi cuerpo unos pasos más adelante, pero alguien abrió la puerta, provocando que mi cuerpo se proyectara hacia el suelo.

—Una espía... —comenta la mujer.

—Elina ¿qué haces? —pregunta Lucian. Levanto la cabeza para observar a la mujer con quién hablaba el vampiro. Al principio solo se me parecía conocida; fue después de analizar con detalle cuando recordé la subasta y la inesperada visita en la masía.

—Usted... Es la dueña de mis hermanos. —afirmé levantándome del suelo. Ella rodó los ojos y desapareció por el pasillo.

—Acuéstate, hoy beberé de ti —ordenó Lucian al entrar en la habitación. Me quedé perpleja ante su demanda. Él pensaba morderme esta noche— ¿No escuchas?

Retiró su elegante saco y la camisa negra que llevaba debajo, descubriendo su piel.

—No quiero que me muerdas... Ve y usa a esa mujer —me crucé de brazos y le di la espalda. Perfecto momento para comportarme como una niña malcriada.

—Su nombre es Denisse —espetó de mala gana—. No me molestes y obedece.

Sujetó mi brazo con fuerza y me lanzó sobre la cama. Los recuerdos de la violación volvieron a mi cabeza. Empecé a lloriquear, pero de impotencia. Lucian subió sobre mí, aprisionándome con su cuerpo. Sus ojos se fijaron en los míos y su boca se acercó hasta la piel de mi cuello. Me ericé completamente al sentir su nariz rozar mi piel y, como si hubiese sido hipnotizada, mis manos cayeron sobre la cama a mis costados.

Su aliento helado causó estragos en mí. Sentía ganas de que lo hiciera, quería ser poseída por él, en el sentido de que deseaba que me mordiera. Era extraño porque yo no quería ser mordida unos segundos atrás.

Sus colmillos se enterraron en mi piel. Sentí un ligero pinchazo, pero luego una oleada de calor y placer recorrieron mi cuerpo. Mi espalda se encorvó, buscando acabar con todo el espacio que había entre nosotros. Mi razón, la que gritaba que se detuviera, fue nublada por un inmenso placer. Mis labios resecos pedían atención, al igual que mi centro.

Cada vez que Lucian succionaba mi sangre el placer se incrementaba. Estaba en el límite. Mordí mi labio inferior, deseando que nunca se detuviese. Mis manos atraparon sus mejillas y, levantando su cabeza, lo besé con desesperación. Él no se reprimió. El sabor metálico de mi sangre, mezclado con su saliva, me resultó agradable.

El beso se tornó apasionado, realmente apasionado. Era como si nuestros labios estuviesen en una guerra y la victoria era quién comía a quién.

Jadeé cuando su boca abandonó la mía. Su lengua relamió el camino de sangre que se desprendía de la mordida. Incliné la cabeza del lado contrario para darle un mejor acceso.

Deseaba con ansias que me mordiera de nuevo. Como si todo mi cuerpo lo pidiera a gritos.

Pero no lo hizo. Simplemente se apartó un poco. Yo seguía retorciéndome de placer bajo su cuerpo. Abrí los ojos de golpe y lo observé. A pesar de que las luces habían sido apagadas, sus orbes carmesí brillaban como si desprendieran fuego.

—Muérdeme, Lucian... —jadeé. No entiendo como una simple mordida hizo que me estremeciera de tal forma.

—Es suficiente por hoy. —comentó con sorna. Mi ceño se frunció al ver como se dirigía al baño.

—Lena era humana cuando se casó con Anthon. —Lucian se detuvo en seco y se volvió para observarme un tanto molesto.

— ¿Cómo sabes eso? —cuestionó.

—Un vampiro no puede convertir a un humano a menos de que se casen ¿no es así? Si ella hubiese sido convertida, Holly habría muerto estando en el vientre de su madre.

—En los vampiros, el término ''matrimonio'' no existe. Y será mejor que no hables del tema. Esto no nos incumbe. —dijo tajante.

—No está prohibida la unión entre las dos razas —me levanté de la cama y lo seguí—. Un humano y un vampiro pueden...

—Eso es decisión de cada quién. Cállate de una buena vez.

—Lucian, creo que siento cosas por ti —mi confesión lo dejó perplejo—. Llevo meses intentado odiarte por ser un vampiro, por lastimarme tanto, por tu desprecio y odio pero yo... simplemente no puedo abandonarte.

—No me importa.

—Mientes. Sé que, por lo menos, te agrado.

—Eres una piedra en mi zapato. —tomó su ropa y se la colocó de nuevo.

—Y tú un cobarde —me fulminó con la mirada—. Sea lo que te haya pasado, no puedes seguir hundiéndote en la miseria.

—No me hables de ese modo, Elina. —advirtió.

— ¿El nombre que me has dado significa algo para ti? ¿Acaso amaste años atrás y la perdiste?

—Fue el primer nombre que se me ocurrió —contestó a punto de perder la paciencia. Caminó hacia la puerta, pero logré interponerme en su camino—. No estorbes.

— ¿Por qué no quieres matarme? Nunca permitiste que te trataran de este modo, Lucian ¡Ni siquiera te trato con respeto! Siempre me amenazabas cuando cometía el más mínimo error y, ahora que te suplico que me mates, no lo haces.

— ¡Muévete!

Mis manos se aferraron a su camisa, atrayéndolo hacía mí para besarlo. Él no respondió. Intentó apartarme pero sujeté su mandíbula y continué el beso. Al cabo de unos segundos me aparté.

Observé sus ojos por un largo tiempo. Ya me había acostumbrado a ver esas pequeñas líneas que formaba cuando estaba molesto o irritado; me había acostumbrado tanto a él...

— ¿Qué cambió? —pregunté en un susurro. Él no dijo nada. Salió de la habitación sin más.     

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora