Capítulo 28

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—No vuelvas a salir de tu recámara.

—Lucian, no quiero ser forzada de nuevo... —le hice saber. Él me observó por un largo rato.

—Eso no pasará. Nadie tocará mis cosas jamás.

—Mi hermana... ¿Tendrá que ser incubadora?

—Armen decidirá. De todos modos, es su pertenencia. —se sentó al borde de la cama y subió mi blusa, dejando a la intemperie la gaza que cubría mi herida. El borde del barandal logró enterrarse en mi piel, por fortuna no alcanzó a perforar alguno de mis órganos. Removió las vendas y limpió la zona de mi corte con un algodón humedecido. Hizo una abertura en su muñeca y dejó caer la sangre sobre mi herida, la cual había sido cocida. Inmediatamente mi piel se fue uniendo. El dolor cesó hasta ser completamente nulo.

Me saqué la blusa, ya que se había manchado un poco de sangre. Lucian se incorporó para dejar los restos médicos sobre una bandeja de plata.

Caminé hacia él en silencio. Mis manos recorrieron su torso hasta que se giró completamente. Corrí mi cabello hacia la izquierda y le ofrecí para que bebiera.

—No beberé. Aún estás débil. —dijo tajante. Tomé de la bandeja una jeringuilla y pasé la punta por mi piel. Ardió al principio, pero luego la calidez de mi sangre disminuyó la molestia.

Él tragó fuerte. Sus ojos se posaron ahora en la gota de sangre que descendía a través de mi sostén. Me tomó con fuerza por la cintura y clavó sus colmillos en la herida sin ser cuidadoso.

Mi espalda se arqueó a causa del placer que sentía. Él me cargó hasta dejarme sobre la cama, sin parar de beber. Una vez se separó retiré su abrigo y recogí su camisa. Él frunció el ceño y sujetó mi mano con fuerza.

Solté un sonoro suspiro ante su reacción. Esperaba, esta vez, que fuera diferente.

—No te detengas —jadeé.

—No lo entiendes, Elina, tu no quieres esto. —respondió de mala gana.

—Sí quiero.

—No. Solo te estoy obligando a darme tu sangre —me aparté de golpe y junté mis cejas ¿acaso era cierto lo que acababa de decir? Claro que no. Yo deseaba que bebiera mi sangre; que me tomara aquí mismo—. Los vampiros originales podemos actuar sobre la voluntad de otros.

— ¿Lo has hecho conmigo? —asintió—. No te creo, Lucian —acomodó su camisa de nuevo—. No es cierto, yo deseo esto.

—No sabes lo que quieres. Yo te manipulo. —llevé mis manos a mi boca.

—Lo que siento por ti...

—Es mentira. He sido yo quien te ha obligado a sentir eso —lo dijo de forma despectiva—. Tú me odias, Elina, como todas las mujeres anteriores que han creído sentir algo por mí.

— ¡¿Por qué me haces esto?! —grité—. ¡Creí que de verdad me había enamorado! ¡Que tendría un final feliz!

— ¡Eso no existe! —Igualó mi tono de voz—. ¡Yo nunca podré amarte, ahora supéralo!

— ¡Eres un bastardo! —Le grité iracunda—. ¡Un cobarde!

— ¡Cállate!

— ¡Estás tan consumido en tu propia miseria! ¡Vives del pasado, negándote a la tranquilidad y a la felicidad solo porque no puedes superar lo que sucedió en tu vida...!

— ¡Ya basta! —su mano impactó en mi mejilla, forzándome a voltear el rostro.

Mis dientes castañearon a causa de la impotencia. Apreté mi puño y lo estampé en su pómulo.

Me incliné por el dolor en mis nudillos. Lo había golpeado tan fuerte que ahora mis dedos se tornaban rojizos.

(...)

— ¡Vaya que tienes agallas, niña! —Brend entró a la habitación con una enorme sonrisa—. Si fuera tú me prepararía para un gran castigo.

—Lucian no va a castigarla. —dijo Shannon al terminar de vendar mi mano. Me miró divertida; aun no podían creer que tuve el valor de abofetearlo.

¿Cómo no? Si el maldito me sacó de casillas.

—Creo que fue insolente de su parte. Lucian se ha vuelto demasiado blando. —Denisse se sirvió otra copa de sangre.

— ¿Quién lo diría? El gran Lucian Von Saher siendo abofeteado por su juguete —canturreó Brend mientras bebía del cuello de una de las vampiresas del servicio—. Si el bastardo no fuera tan amargado, yo te lo metería. —me giñó uno de sus ojos carmesí.

—Creo que soy noticia en la mansión... —comenté observando a mi alrededor.

— ¡Más que eso! —Brend dejó caer el cuerpo de la chica sin cuidado alguno y, en segundos, pasó su brazo por mis hombros—. Ahora mismo eres un modelo a seguir.

—Retira tu asqueroso brazo de ella. —Lucian entró, seguido por Armen, Anabelle y Anthon. Brend resopló, sin embargo no acató su orden. Más tarde apareció Lena y la pequeña Holly.

Lucian, se detuvo de golpe frente a Brend y sujetó su miembro sobre el pantalón.

— ¡Mierda, Lucian! —Fui libre, al igual que su miembro—. Pudiste haber sido más gentil con mi amiguito, él te aprecia. —contuve una risilla, al igual que Lena, la cual fue menos discreta.

Armen se acercó a mí y puso su mano en mi hombro.

—Ana estará a salvo. —aseguró. Asentí agradecida con él.

Llevaba bastante tiempo sin hablar con ella. Creo que lo mejor será ir a buscarla.

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora