Capítulo 21

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No soporté las ganas de vomitar al ver como Egon penetraba a una de sus mucamas por atrás. La joven gritaba de dolor y desesperación, sin embargo, dudaba que pudiera estar tan lastimada como yo.

Mis músculos no respondían a mis demandas por escapar de ahí. Mi entrepierna no paraba de gotear. Mi cuerpo estaba lleno de moretones y mordidas provocadas por el vampiro que tenía frente a mí, fornicándose a otra mujer en contra de su voluntad. Al momento en que entró por mi parte trasera, no soporté hasta que terminé haciendo mi necesidad aquí misma.

Estaba tan agotada. Ahora me encontraba en otra habitación. Las cadenas aferradas a mis extremidades yacían colgadas del techo. Estaba unos centímetros arriba del suelo, observando como mi sangre formaba un charco en el suelo.

— ¡Elina, mira! Me la he cogido tan duro que ya ni gime —se burló Egon. Gimoteó en el momento en que regó su semen sobre el cuerpo de la chica—. ¿Estás lista para otra follada? —me preguntó, apuntándome con su miembro. Para ese momento ya ni lágrimas tenía por derramar. Me sentía realmente fatal.

De repente se abrió un hueco en la ventana y el cuerpo de Egon cayó al suelo. Por la ventana ingresaron un par de guardias, tras ellos estaba Lucian, Aaron y Anthon, quienes al verme se quedaron perplejos.

— ¡Maldito! —el rostro de Lucian se deformó por completo. La ira y la importancia lo consumieron de inmediato.

—Lucian... —Jadeé su nombre sin aliento. Retiró su abrigo y lo puso de forma en que cubrió mi cuerpo. Mordió su muñeca, y la ubicó sobre mi boca. Su sangre ingresó a mi sistema de inmediato, aunque su sabor me repugno de inmediato, no la retiró hasta que bebí una porción considerable. El dolor físico había disminuido, pero lo que sentía en mi corazón no podía aliviarse.

Uno de los guardias ayudó a reventar las cadenas. Me desplomé. Si Lucian no me hubiera atrapado, tendría un fuerte golpe ahora mismo.

Mi cuerpo no respondía. No podía mover mis piernas o brazos. Observaba con dificultad y, al enfocar su rostro, me largué a llorar desesperada.

Grité como aquella noche en que fui violada. A pesar de que Lucian intentaba tranquilizarme, yo seguía torturando mi garganta.

Estaba aterrada, aunque sabía que ya no estaba en peligro.

— ¡Esto no se quedará así! —farfulló mi amo apretando los dientes. Me tomó entre sus brazos y, seguidos por Anthon, fui libre de aquel horrible lugar.

(...)

— ¡¿Qué le ocurrió?! ¡Debías protegerla, Lucian! ¡Me lo prometiste! —reclamó Shannon entre sollozos.

— ¡Cállate, Shannon! ¡No me fastidies! —reclama iracundo mi amo.

— ¡No voy a callarme! ¡Permitiste que ocurriera de nuevo! —un golpe seco se escuchó tras la puerta.

— ¡No hables de ella!

— ¿Por qué? Ya veo, porque tengo razón. No pudiste proteger a tu prometida, a nuestra madre y, que casualidad, tampoco pudiste proteger a Elina. —le reclama.

— ¡Basta, Shannon! No permitiré que esta conversación continúe.

Intenté levantarme, pero mis piernas se convirtieron en gelatina y me proyecté al suelo. La puerta se abrió de golpe y fue Shannon quién me ayudó a levantarme del suelo.

—Elina cuanto lo siento —dijo con la voz quebrada—... Te juro hacerlo sufrir por atreverse a tocarte.

Mis ojos volaron a los de Lucian, quién me observaba con los brazos cruzados. ¿Acaso me culpaba por esto?

—Lucian... lo lamento. —susurré. Él perfectamente me escuchó, pues al instante su postura cambió. Desvió sus ojos hacía algún punto perdido de la ventana con el entrecejo fruncido.

—Te necesita más que nunca, Lucian. Ella jamás podrá igualar a Aileen, pero dale una oportunidad. —dicho esto, Shannon abandonó la habitación, dejándome sola con el primer hombre que me lastimó.

Él soltó un largo suspiro. Negó un par de veces hasta que caminó hasta sentarse a un lado de la cama. Lo que menos esperaba era que tomara mi mano entre las suyas.

Observé el gesto por un largo rato; al final la retiré y decidí mirar hacia otro lado. Ya no tenía deseos de verlo. Ni él, ni a nadie.

—Cuando tenía seis años atacaron nuestra casa por culpa de nuestro apellido—habló—. Violaron y asesinaron a nuestra madre frente a nuestras narices —lo miré de golpe. Algunas gotas humedecieron mi mejilla—. Mató a mi mejor amiga y a mi prometida. Años más tarde, uno de sus sucesores mató a mi padre y, por si fuera poco, embarazó a Shannon —titubeó al decir las últimas palabras—. No puedo llorar porque mi naturaleza no me lo permite, pero si pudiera ya lo estaría haciendo... —dijo esto último más para sí mismo.

—Lucian yo... lamento mucho tu pérdida. —dije con sinceridad.

—Yo lamento no haberte protegido. —dijo luego de un largo silencio. Se levantó y salió de la habitación.

La soledad me consumió de inmediato. Me cubrí con las sábanas y cerré mis ojos en un intento fallido por dormir.

Las imágenes volvieron a mi cabeza como un huracán. La agresividad de sus embestidas, cada mordida, las veces en que su puño impactaba mi piel... Grité con desesperación, deseando poder dormir sin problemas. La puerta fue abierta. Lucian ingresó a su recamara y se sentó en uno de los bordes.

Y así transcurrieron los días en la residencia. Pasaron varias semanas sin que me atreviera a salir de mi cama. Lloraba cada tarde bajo la ducha y salía de esta a lamentarme por dentro entre las sábanas. Pocas veces me sentaba frente al ventanal para observar como reforzaban el muro. Durante el día, Shannon ingresaba para ver como seguía. Daniela, una de las mucamas fue la encargada de traerme los alimentos que intentaba rechazar.

Durante la noche Lucian se quedaba en la misma esquina de la cama; me observaba por ratos, hasta que se pasaba al sofá para dormir. Yo no me atrevía a hablar con nadie, ni siquiera con Anabelle, quien se había mudado a las casas aledañas con su dueño.

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora