Capítulo 30

118 9 1
                                    

Los segundos pasaban y no tenía una respuesta de su parte. Mi conciencia me repetía que había sido suficiente, pero por el cielo que me resultaba tan agradable su contacto. Sus labios helados eran tan suaves que me provocaba morderlos. Quería jugar un rato.

Lucian me apartó sin ser brusco, acto que me sorprendió pues esperaba un gesto tosco de su parte. Sus ojos se fijaron en los míos. Su ceño estaba ligeramente fruncido y una arruga se visualizaba con dificultad entre cada ceja.

—Lo hiciste de nuevo ¿verdad? —susurré con la respiración ya bastante agitada.

— ¿Hacer qué? —espetó con voz neutra.

—Lo de actuar sobre mi voluntad.

—Sí.

— ¿Por qué? —pregunté de una buena vez.

—No te importa y no me importa, fin. —respondió como de costumbre.

—Si me importa, Lucian. Quiero saber por qué haces que te bese.

—No hago eso.

—Me confundes —afirmo cansada. Él levanta los hombros con un gesto sereno—. ¿Lo estás haciendo ahora?

—Deja de molestar.

—Respóndeme —insisto.

—No. Ahora lárgate. —entre cierro los ojos y me levanto, pero no me dirijo a la puerta. Cambiaré de táctica el día de hoy, así que me acomodo en el asiento frente a él y lo observo fijamente: cada movimiento y acción. Al principio solo hace una mueca de malestar pero, con el paso del tiempo, vuelve a su típica postura. Las horas pasan y él se empeña en ignorar mi presencia. He observado todo, lo cual no es mucho, simplemente revisar y rayar papeles que ni me he molestado en observar.

Me incorporo al sentir como mi estómago pide alimento inmediato. La mirada de Lucian me persigue hasta que atravieso la puerta de su estudio.

Recorro los pasillos en completo silencio. Meditando cada una de sus palabras.

Antes de llegar a mi destino -el cual es la nevera- algo llama mi atención. Mejor dicho: alguien.

Se trata de una joven humana, realmente muy joven: de contextura delgada; su cabello castaño y lacio se encuentra revuelto y luce reseco y maltratado. Poseía un par de orbes cafés muy llamativos, los cuales eran resaltados por un par de cejas tupidas. Su ropaje está viejo y muy desgastado, y sus pies están descalzos,

Me miró en cuanto notó mi interés en ella. Se veía muy nerviosa. Sus manos se enredaban entre sí en un vaivén para acabar con el tiempo y los nervios que quizá sentía.

—Hola —dije acercándome a ella con una sonrisa amigable. La chica solo me observó— ¿Cómo te llamas? —continué.

Ella tampoco respondió. Pensé entonces que pudo haber sido una de las cautivas de la jaula que, por algún enorme golpe de suerte, terminó aquí en busca de refugio. Hipótesis que es totalmente descabellada siendo realista. Solo a mí se me ocurre pensar semejante cosa pues, estamos rodeados de vampiros: cuerpos inertes que deambulan en el mundo esparciendo su crueldad en los indefensos.

— ¿Qué haces aquí? —insistí. No deseaba asustarla, sin embargo, necesitaba saber qué hacía aquí. Quizá necesite ayuda. Una voz se escuchó en el pasillo. Conforme se acercaba, la chica se alarmaba aún más.

—Pero qué grata sorpresa —anuncia Brend tras de mí—. Elina, realmente no esperaba verte ahora. —dijo, haciendo énfasis en cada palabra.

—Lamento devastar sus planes, señor Brend. —me mofo.

—Señor Brend... —dice por fin la chica.

—Silencio. —la interrumpe el vampiro con sorna. De inmediato, la chica baja la cabeza, recordándome entonces esa época en la que yo era como ella.

Sus ojos se aprietan cuando mi mano se posa en su barbilla. Su respiración se torna pesada y sus mejillas son humedecidas.

—No tengas miedo —le digo en un fallido intento por que se calme—. La has asustado, Brend. —le reprocho.

—Ella me pertenece, haré lo que me plazca. —anuncia, encogiéndose de hombros. Mi ceño se frunce aún más y la rodeo con mis brazos.

—Quiero saber que es todo esto de inmediato.

—Calma, Elina, no tienes derecho a hablarme de esa forma.

—Técnicamente, sí. Trabajas para protegerme, lo que me convierte en tu jefa. —sonrío victoriosa.

—Le debo un favor a tu noviecito, lo que te convierte en una humana débil. Ahora quita tus manos de la niña, muero de hambre. —sonríe con malicia y se frota las manos.

—Sabes que no cederé ante tus demandas, Brend, así que puedes empezar a hablar.

—Maldito el día en que Saher te compró —ahora soy yo quien se encoge de hombros con una risilla, esto realmente me divierte—. No sé su nombre ¿de acuerdo? Simplemente la compré como donante y, por la nueva ley, debo usarla como incubadora.

— ¡Eso es horrible! —recalco, estremecida en mi interior al recordar la terrible decisión de los vampiros.

—No me importa ¿Me entregas a la humana?

—No ¿qué te hace creer que haré eso?

—No juegues conmigo. —en segundos estaba frente a mí con una mirada cínica. Yo no me inmuté, solo sonreí, fue la chica quién dio un brinco en su lugar. El vampiro no soportó y estalló en carcajadas de inmediato.

—Me diviertes —fue su turno de mofarse ante mi afirmación.

—Puedo hacerlo de otro modo. —canturreó de forma seductora.

—Pero no lo harás. —Lucian saca de una de las neveras una bolsa de sangre. La vierte en una copa de cristal y recarga su peso sobre la isla que divide la cocina. Observándonos tal fiera con su próxima presa.

—Punto para ti, Elina.

—Mi señor... —la chica hace una reverencia para Lucian. A veces olvido que él es el dirigente de todo Caín, por ende, está rodeado de alabanzas y gloria de parte de todos, sin excepción.

— ¿Quién es la chica, Brend?

—Mi donante sin sueldo —responde con gracia.

— ¿Podrías tratarla como una dama? —exijo, realmente indignada. Brend me enseña su dedo medio y sonríe. Resoplo.

— ¿Cuál es tu nombre? —Lucian se dirige a ella.

—Mi nombre es Izel, señor. —su voz es tan dulce e inocente. Habla casi entre susurros, como un pequeño ángel, frágil y manso.

—Mírame —le ordena. Ella obedece inmediatamente—. Ella es Elina, mi mujer. Tendrás que servir a sus demandas sin falta.

—Eso no es justo. —reclama Brend, fingiendo indignación.

—Cállate. Y este de acá es Brend, tu amo. Le servirás al tiempo, pero la tendrás como prioridad a ella ¿entendido?

—Sí, señor.

Ahora sí que no entendía nada.

— ¿Recuerdas cuando eras un modelo a seguir entre las sumisas, Elina? —exclamó con doble intención en sus palabras. Le dediqué una mala mirada, pues el vampiro en su mísera nube de superioridad, esperaba aún que volviera a ser la misma tonta de antes.

Se equivocaba terriblemente.

Yo estaba dispuesta a pelear hasta morir.

—Recuerdo perfectamente, Lucian, no hace falta que lo menciones —respondo de forma altanera.

—Ustedes dos me enferman, por lo tanto no pienso ver como discuten y luego se comen entre sí —se sitúa junto a Izel—. Andando, muñeca.

Unos segundos más tarde ambos desaparecen.

— ¿Sarcasmo? ¿Es enserio? —me dedica una mirada cargada de odio. Se remueve para depositar la copa vacía sobre la isla y desaparecer sin más.

Maldita raza vampírica. La odiaba tanto que sentía cómo mi corazón enfermaba.

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora