Capítulo 8

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— ¡Eres una maldita molestia! —me gritó en el instante que entramos a su masía. Su traje estaba totalmente cubierto de la espesa sangre— ¡Debería asesinarlos a todos! —su mano se enredó entre mi cabello rubio. Tiró hacia atrás para que pudiera ver su mirada cargada de odio que tanto me aterrorizaba—. Esta noche sufrirás.

Dicho esto me arrastró hacia el patio trasero. Mi espalda chocó nuevamente contra los escalones de cemento y mi cabeza fue aventada contra el césped.

—Descubre tu espalda. —ordenó, buscando algo en una caseta de madera.

— ¿Cómo...?

— ¿Acaso eres sorda? ¡Que te bajes el vestido! —su grito me aturdió. Sollocé encogiéndome y me retiré el vestido lo más rápido que pude. Me puse de pie, retirando los molestos tacones que usé para la velada. Su mano volvió a mi cabello. Con un golpe seco hizo que mis rodillas tocaran suelo.

Lloré una vez se alejó. La noche estaba demasiado helada. Hacía frio y algunas gotas de lluvia empezaban a caer al suelo como plumas. Mantuve mi vista en el prado hasta que algo me golpeó en la espalda.

Grité de dolor mientras me retorcía en mi lugar. Una y otra vez, mi dueño parecía disfrutar el sonido del látigo chocar contra mi piel; desgarrándola sin piedad alguna.

Ya no podía llorar más después de veinticinco latigazos por su parte. Rendida, me dejé caer sobre el césped helado. Moribunda exhalé con ligereza mientras mis párpados se cerraban despacio. El dolor y ardor aún era tan terrible como cuando me los propinaron. Me carcomía internamente, pero ya no tenía la fuerza suficiente para continuar con mis lamentos.

Había derramado hasta la última lágrima de mis ojos. Quizá la última lágrima de mi vida. Me estaba desangrando. El líquido cálido resaltaba con la frialdad del ambiente.

—No quiero que alguien vuelva a tocar ni un solo cabello tuyo —susurró en mi oído— ¿Queda claro?

Mi respuesta solo fue un ahogado jadeo. Sentía terror tenerlo aún frente a mí.

Ya no me importaba nada. No quería sufrir más estos tipos de castigos por parte de un lunático.

¡Yo ni siquiera lo toqué! Fue él. Aunque para mi dueño eso no importa, de todas maneras sufrí el castigo hasta que él se cansó.

— ¿No me responderás? —insistió. Burlándose.

—S-Señor... —Mis palabras fueron interrumpidas al sentir un punta pie en mi zona abdominal. Dos, tres, cuatro... hasta que mi cuerpo no resistió más. Escupí la sangre que se había acumulado en mi boca y, con la última lágrima que me quedaba, dejé de observar a mí alrededor.

Mi dueño gritó con fervor al aire. Fue un rugido desgarrador y atormentado. Cargado de cientos de emociones negativas...

Una vez boca arriba, y cuando el grito cesó, entre abrí los labios. Moribunda, pero con un deje de esperanza dije: —Yo... no quiero sufrir más...

(...)

—Niña... ¿me escucha? —aquellas palabras eran apenas un eco para mis oídos.

—Déjala descansar, Gina. —habló una segunda voz a mi lado.

—Uhm... —balbuceé al escuchar una voz muy similar a la de mi hermano. Me removí incómoda sobre la superficie y derramé una lágrima— Yo... ¡Cody, no! —me senté sobre la superficie. Abrí de golpe los ojos al sentir un terrible dolor en mi espalda que me paralizó de inmediato. Grité con todas mis fuerzas y caí al duro suelo, siendo incapaz de levantarme por mi propia cuenta.

Las heridas estaban abiertas aún.

Aaron, quién había logrado ver antes de caer al suelo, intentó ayudarme; pero su tacto solo aumentó el dolor que sentía. Otro grito ahogado escapó de mi garganta, lo suficientemente fuerte y molesto como para atraer a mi dueño hasta aquí.

— ¡Deja ya de lloriquear! —me tomó del cabello y me levantó del suelo sin cuidado. Algo tan normal en él— ¡Ya me harté de ti! Juro que te voy a colgar en la entrada de la maldita iglesia que se encuentra en tu pueblo lleno de mierda y te penetraré tan fuerte que desearás no haber nacido. Ahí, solo en ese entonces, voy a asesinar a tu familia frente a tus ojos. Los desangraré a todos —me sujetó del rostro para que le observara a los ojos—, y cuando haya terminado con esos imbéciles, te mataré a ti.

Detuve mis lamentos para quedar petrificada frente a él. Mi corazón empezó a latir más lento de lo normal y mis pocas fuerzas se desvanecieron como si fueran un cubo de hielo en el fuego.

—No los lastimes... te lo imploro. —lloré nuevamente, pero esta vez sin jadear. Sus ojos carmesí me observaron largamente. Miré de nuevo al suelo y suspiré muy a mi pesar.

No soportaría que fueran asesinados por mi culpa. Puedo con todo esto, menos con la muerte de ellos.

Son mi fortaleza. Mi motivación para vivir.

—Que desperdicio. —me lanzó nuevamente al suelo. Esta vez mi cabeza se estampó con tanta fuerza en el suelo que perdí el conocimiento en escasos tres segundos.

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora