Capítulo 29

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Con mi mano sana toqué sutilmente la puerta. Estaba nerviosa. Deseaba hablar con Anabelle, pero también temía a lo que pudiera pasar allá adentro.

La puerta se abrió. Tras esta se encontraba mi hermana, la cual sonrió al verme y me invitó a que pasara. Usaba una blusa larga y su cabello estaba recogido en una cola alta.

—Me pone tan feliz que estés aquí. —dijo al abrazarme.

—Quiero saber la verdad, Anabelle. —solté sin medir mis palabras. Su rostro se descompuso de inmediato. Pero entonces recordé el lugar en que estábamos. En cualquier tono de voz no podrían escuchar, y más los originales, como Armen, por ejemplo.

—Esme, yo...

—Sobre, Armen ¿de verdad lo amas? —cambié el tema. Creo que hay tiempo suficiente para hablar del tema de Luka; de todas formas ella será vampiresa en poco—, lo lamento pero todo es tan apresurado que me dejó realmente impactada.

— ¡No! está bien. También lo creo —sonrió sin ganas—. Si lo amo, hermana.

—Lo conoces hace poco. —afirmo sin inmutar la seria expresión que me acompaña desde hace ya bastante.

—Lo sé, pero él es distinto. —sonrió levemente, jugueteando con sus dedos al tiempo. Respiré profundo. Así lo hice varias veces hasta que me sentí más clara.

—Bien, creo que solo queda desearles lo mejor —su rostro se mostró más tranquilo de inmediato. Sonrió, para luego abrazarme. Respondí a su gesto, además del hecho de que me hiciera falta su cercanía; Ana es mi hermana, la única familia que tengo bajo el mismo techo—. Armen me afirmó que estás oficialmente eximida de la nueva ley.

—Así es. Él lo ordenó —sujetó mis manos entre las suyas—. ¿Sabes si...?

—Él no ordenará nada por mí, Ana.

—Habla con él...

—No. Perderé mi tiempo. Simplemente dejaré que el feto muera o yo misma lo asesinaré. —respondí como si nada. Quizá estaba pensando en voz alta; solucionando mis problemas.

Uno de tantos.

—Renesme...

—Ya no importa, Ana —tomé su mano, sonreí y tomamos asiento en el sofá—. Quiero saber algo ¿Tendrán hijos?

Ella soltó una carcajada nerviosa. Como yo, desde pequeña deseó ser madre. En sí es lo más común.

—No lo sé, hermana, sabes que yo quiero hijos, pero aún no he hablado del tema con Armen.

—Deberían hablarlo antes de la boda ¿no crees? —sonreí.

—Tienes razón. Hablando de la boda ¿Estarás presente?

—Claro que sí, Ana, no me perdería tu boda ni porque me encerraran. —respondí a su duda. Era claro que asistiría. No había impedimento.

Nuestra conversación se vio interrumpida a causa de los gritos provenientes de las afueras. Ambas nos acercamos a la pared, para ver algunas de las bochornosas y despreciables escenas que se llevaban a cabo en las calles. La ley había terminado de aclararse. En este mismo momento los vampiros hacían de las suyas con las humanas asignadas. Algunos, sin ninguna clase de pudor, las tomaban frente a los demás.

—Renesme... —Anabelle se mostró aterrada. Armen se había encargado de ella, pero hasta ahora, nadie nos ha informado algo sobre mí fortuna.

—Está bien. Yo sé perfectamente qué hacer si vuelvo a quedar en cinta.

—Lamento lo que sucedió... —su voz se cortó. Me acerqué más a ella y la abracé con fuerza.

—Eso ya quedó en el pasado. Ya no importa.

(...)

—Brend ¿Me enseñarías a pelear? —interrumpo su divertido almuerzo entrando en la cocina.

— ¿No ves que estoy ocupado? —habló, malhumorado.

—Nunca pareces estar ocupado.

—Bien, cambiaré mi respuesta. Tu noviecito me jodería un rato y no tengo humor para soportarlo ¿Mejor? Bien, ahora vete a tu habitación. Lleva algunas galletas o no sé.

—Quiero aprender a pelear, Brend. —insistí, un tanto divertida al poder intervenir en su paz absoluta.

—Maldita sea... No lo haré.

—Brend.

—No.

—Brend, enséñame a pelear.

—No.

—Brend...

—No pelearás —Lucian hace su gloriosa aparición, interrumpiendo mi infantil juego de peleas con el vampiro de cabello azabache—. Ven conmigo.

—No. —respondo yo. Él se encoge de hombros y me levanta sobre su hombro. Me remuevo con fuerza, sin embargo, él logra su cometido y me deja de regreso en el suelo una vez estamos en su estudio.

—Que molesta te has vuelto —comenta una vez está tras su escritorio—. Quería informarte que la nueva ley no será aplicada para ti. He dejado muy en claro que eres de mi propiedad y mis cosas no se tocan. Por otro lado, si llegase a nacer un hijo mío, no sería usado para otro fin que el de tomar mi puesto en la ciudad —se sirvió una copa de whisky—. Siendo honesto, no me gustan los niños.

Guardé silencio por varios minutos, esa fue mi respuesta. Mis ojos se desviaron hacia la ventana más cercana. Dentro de mí se llevaba a cabo una gran celebración. Me sentía segura ahora mismo. No seré violentada, no por parte de quienes estén de su lado.

Respiré hondo y cerré los ojos. Por un momento me sentí plena. Mis labios se curvaron ligeramente, realmente me sentía bien. Debía comentarle a mi hermana lo más pronto posible.

Sonreí finalmente. Sonreí como si mi vida dependiese de aquel gesto. Las emociones positivas se habían apoderado de mí en la totalidad.

Rodee el escritorio dando pequeños saltitos, como si fuera una pequeña niña en el campo. Di un giro sobre mi eje antes de caer sentada sobre su regazo y abrazarlo por el cuello.

—Gracias. —susurré sin apartarme. Él no había respondido a mi gesto. Recordaba perfectamente la discusión anterior, sin embargo, quería agradecerle.

Importándome muy poco lo que pudiese pasar, lo besé. 

Era Sangrienta |Libro 1| #IncesanteDolorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora