Capítulo 1.

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"Una propuesta extraña."

Esta junta ya se estaba tornando desesperante. Los idiotas que supuestamente querían llegar a un trato no me proponían nada interesante, nada que me hiciera siquiera pensar en tomar o no la decisión de aceptar.

─Señores ─ habló sigiloso mi amigo, socio y confidente, Caleb─. Esto no está llevando a nada bueno. Sugiero que planeen mejor su oferta y programemos una junta para aclarar las cosas.

Hasta que alguien dijo algo correcto y para nada estúpido. Claro que no era algo que me sorprendía, Caleb siempre fue una persona culta, reservada y ambiciosa. "Solo los mejores se mezclan con los mejores". Ese era su lema y algo que me ayudo a mejorar mucho, es por eso que nos convertimos en mejores amigos.

Después de despedirse, los hombres se marcharon dejándonos sólo a mí y a Caleb.

Una mujer de unos cuarenta años se acercó a nuestra mesa. Portaba su uniforme adecuadamente. Ella sabía a quienes estaba atendiendo, tenían que comportarse de manera correcta.

─ ¿Qué es lo que desean ordenar?─ preguntó, amable.

─Sólo café.

Asintió y sirvió café en dos tazas.

─Eso fue un completo desastre─ espeté, fastidiado─. Si la primera junta no funciona, las demás no lo harán, Caleb.

─Lo sé, pero tenía que echarlos sin ser grosero─ sonrió─. Ni siquiera necesitas más socios hombre, estas pudriéndote en dinero y cada día recibes más.

Lo sabía, sabía que no necesitaba más socios. Pero era venir a esta aburrida junta o ir a la cena infernal que mi madre haría para presentarme a una mujerzuela de "sociedad", ¡al carajo! me casaré con quien me dé la gana, no con una mujer que solo quiere mi dinero.

─Ya lo sé, solo era una excusa.

─ ¿Katherine de nuevo?

─Si, mi madre insiste y sabes que cuando se le mete algo a la cabeza no descansa hasta conseguirlo. No quise romper su débil corazón, es por eso el motivo de la junta.

─Es por eso que los hombres no tenían una buena oferta.

─Así es.

─De todos modos, opino, como tu mejor amigo, que aun eres muy joven, vamos hombre, apenas tienes veinticinco años, sal con la mujer, fóllala unas cuantas veces y deshazte de ella.

Reí. Sin duda era una buena idea, pero eso traería consecuencias, consecuencias nada buenas para mí y problemas que mi madre no soportaría. Ella detestaba que jugara con las mujeres, siempre decía que un hombre que juega con mujeres no vale nada.

─No quiere que salga con ella, quiere que me case con ella. Aunque creo que no quiere que me case precisamente con ella, solo quiere que me case y le dé nietos antes de que se muera.

─Joder, eso es peor de lo que pensaba. Para que puedas casarte debes encontrar una mujer que te vuelva loco con el simple hecho de existir, que te haga suspirar cuando habla, que te haga viajar a otro mundo sin que haga algo realmente para lograrlo.

─Vaya, resultaste ser un romántico. Pero no es posible que una fémina te haga experimentar todo lo que mencionaste y buscar una mujer con esas cualidades solo sería una pérdida de tiempo.

Mentira. Ya había encontrado una mujer que causaba todo eso en mí. El único problema era que la muchacha no era exactamente la clase de chica que usaría para causar buena impresión. De hecho, ella resultaba ser todo lo contrario; una pobre chica que encontré y contraté cuando prácticamente estaba muriendo de hambre en la calle.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora