Capítulo 32.

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"Roce."

Sus labios rozaron los míos con delicadeza, casi como si el tacto nunca se hubiera dado, se apartó de mí a una velocidad increíble y subió las escaleras como si no hubiese dicho o hecho nada de nada.

Tomé una gran cantidad de aire cuando pude salir del trance en el que estaba. Seguía completamente incrédula ante las palabras que me había dado.

Suspiré cuando vi a Catalina parada en el marco de la puerta con los ojos abiertos de par en par.

─No fue...

Me encogí de hombros evidentemente nerviosa, pero ella sólo sonrió. Con su índice y pulgar hizo un movimiento recto a lo ancho de su boca indicando que no diría nada.

─Gracias─ susurré, aliviada.

No había dicho nada malo, supongo que únicamente hizo una referencia a algo que no tenía, algo como un ejemplo en el que yo era el objeto. En cuanto al roce, fue sólo eso, no significo absolutamente nada, para ninguno.

─ ¿Necesitas algo?─ estaba igual o más incómoda que yo.

Negué y caminé hacia mi habitación. No sabía cuan unidos eran Zachary y Robert realmente, pero en definitiva, Zachary no podía enterarse de eso que Robert me dijo.

─Sabes...─ quizá hablar con ella me haría bien. La tarde con mi madre no fue suficiente─. Puedes estar conmigo un rato.

Asintió y caminó conmigo hasta la habitación.

─ ¿Tu nena, ella es una niña hiperactiva?

Sonrió.

─Un pequeño diablillo, no sé qué es más tranquilo, un tornado o ella. Creo que ambos dejan un desastre a su paso.

Sonreí. Deseaba con el alma que mi bebé fuera una nenita. Lo ansiaba de verdad. Sería sin duda la pequeña más mimada del mundo, aunque si es una varoncito igualmente será el amor de mi vida.

─Pero siempre te alegran en los días más grises, justo cuando crees que ya no puedes más, ellos son quienes te motivan a seguir luchando.

─Si, eso lo entiendo, mi madre tuvo que hacerlo sola, un tiempo, después mi padre regresó, pero casi tan rápido como lo hizo volvió a irse─ paré un momento para pasar el nudo que se formaba en mi garganta─. Ahora pretende regresar nuevamente, pero tengo muy presente que terminará siendo lo mismo y se irá.

Tomó mi hombro y me sonrió.

─No necesitamos de un hombre para ser felices─ se encogió de hombros─. Mi padre me dejó cuando era pequeña, justo después de que mamá murió. El hombre que me juró amor eterno me dejó después de que se enteró de mi embarazo. He aprendido a vivir siendo independiente.

Suspiró.

─Quizá sea bueno saber quién es la persona con la que convives antes de darte cuenta que ya has perdido gran parte de tu tiempo a lado de una basura mientras creías que era una medalla de oro.

(...)

Zachary.

Salí del Jet directamente hacia el auto. No perdería tiempo, necesitaba cuidar a Megan desde cerca, Robert era la persona a la que más confianza le tenía en el mundo, pero después de que accidentalmente descubriera quien era Megan en realidad, me alarmaba un poco saber cuan cabrón sería con ella.

─Buenos días, Zac─ saludó Mario.

─Buen día.

─Lo llamé esta mañana, él estará en el aula veintiuno a las tres cuarenta.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora