"Límites."
Acaricié su rostro, el recuerdo de nuestra boda y luna de miel me hacen querer volver a ese tiempo, revivir los momentos en que lo único que me limitaba para estar bien eran las pesadillas que atormentaban las madrugadas.
Sonrió con tanta dulzura, parecía que incluso en sueños sabía que era yo quien la tocaba, o quizá imaginaba a alguien más. Aunque eso era algo remoto en su caso. Sabía que no había hecho nada para insinuársele al chico, pero ¿qué clase de idiota sería si no reclamo lo que es mío delante de lo demás?
La verdad era que me sentía amenazado, lo cual es estúpido, porque yo jamás me había sentido amenazado por nada, ni por nadie, mucho menos por un empleado, un don nadie. Pero Katherine parecía siempre notar el temor en la gente, y si no lo hacía, por lo menos conmigo había acertado... el hecho de que Megan pensara en estar con otro hombre me ponía enfermo. La amaba demasiado como para perderla.
No pensaba como antes, era cierto que en el pasado me fijaba en el "termina antes de que te terminen" y aunque nunca tuve una relación seria, en realidad, nunca tuve ninguna relación con nadie, al menos no una amorosa; siempre me fijaba en elegir bien a mis compañeras de cama, odiaba el hecho de lidiar con mujeres que querían algo más y al final siempre era yo quien cortaba todo tipo de comunicaciones con ellas.
Con Megan era diferente y lo odiaba. Ni siquiera me importaba que todos pensaran que era el tonto al que cornearon, sólo quería que ella me amara siempre.
Despertó, sus ojos me devolvieron las imágenes de la estupidez de hace unas horas. Levantó su cuerpo quedando sentada a unos centímetros de mí, pero lo suficientemente lejos como para perdernos en esa pequeña distancia.
─ ¿Qué ocurre, amor?─ musitó.
Y eso sólo me demostró lo imbécil que podía llegar a ser cuando me lo proponía. No, ni siquiera había hecho un esfuerzo, lo cierto es que mi idiotez era natural, me costara lo que me costara, era cierto.
─ ¿Te sientes mejor?
Bajó la cabeza y asintió.
─Son sólo malestares, pasan de un segundo a otro.
Asentí sin decir nada más. Acaricié su rostro nuevamente permitiéndome confirmar que lo que veía era real, demostrándome que no era un sueño que posteriormente se convertiría en pesadilla.
Me acerqué a su pequeño cuerpo y la estrujé entre mis brazos, tan fuerte como nunca antes lo había hecho. Hoy había traspasado un límite.
(...)
─Pero es cierto─ Se carcajeó de manera bastante relajada frente a mí.
Clara reprimió una carcajada colocando su servilleta extendida hasta las comisuras de sus labios. Trató de mantenerse al margen a mi lado, pero con Gregorio era por demás imposible.
─Por supuesto─ concordé al mismo tiempo que ligeramente tocaba el brazo de la pelinegra con mi mano derecha pidiéndole más discreción, no por el señor Mc Goget, sino porque no quería dejar mi seriedad y soltar una carcajada.
─Eso es lo que pasa cuando no cuidas bien tus finanzas─ movió su dedo índice en mi dirección.
Nunca había visto a alguien burlarse de un descuido millonario.
─Así que ya sabes con quién no debes hacer tratos para tus fideicomisos.
Una carcajada salió de mi garganta, no la pude contener.
─Supongo que cuando se trata de contratos, la empresa de los Foster no es la mejor opción─ bromee.
─No, no lo es.
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Despiadado ©
RomanceSu mirada era más fría que un tempano de hielo. Estaba claro que le gustaba verme sufrir. Su pasatiempo favorito era ver mis lágrimas correr. ¡ADVERTENCIA! Esta obra tiene lenguaje vulgar (palabras altisonantes), maltrato físico y contenido sex...