"Reflejos."
─ ¿Elizabeth?
Está observando la pared, está dándome la espalda pero puedo asegurar que es ella, su cabello rubio, la forma en la que este cae en rulos hasta sus hombros.
Ella es Elizabeth Howard, pero cómo es posible.
Caminé con cautela y me coloqué del otro lado de la mesa. Quería verla de frente.
─Hola, Sherwood─ masculló.
Su sonrisa socarrona y esa mirada cargada de odio eran sumamente inquietantes. Una nariz más tosca y un contorno facial más formado, marcaban la pequeña diferencia. Aunado a eso la voz ligeramente más chillona y molesta.
─ ¿Quién eres?─ formulé, confuso.
Ella es lo que cualquiera describiría como una Elizabeth más macabra.
─Ya lo sabes─ contestó sin más.
Sonrió y siguió jugando con una cadena que tenía entre las manos.
─ ¿Quién eres?─ hice énfasis en la pregunta dándole un tono amenazante.
─Tus preguntas y las de tu amigo ya me cansaron.
Fruncí el ceño y asentí.
─Mi amigo ha sido muy paciente pero créeme, él tiene muchas maneras de sacarte la verdad─ alegué buscando escarmentarla.
Negó.
─Esa bestia tiene todo menos paciencia.
─Tampoco yo la tengo, así que dime lo que solicito y todo será más fácil para ambos.
Suspiró y observó la cadena en sus manos.
─ ¿Solo quieres la verdad?─ susurró pensativa.
─Por supuesto─ respondí de inmediato.
La vi pensárselo por un momento y finalmente asintió.
─Esa... bruja merecía morir más que nadie en el mundo.
─Te das cuenta de que con esto me estás afirmando que mataste a Elizabeth Howard, ¿verdad?
Me observó como si le estuviese abogando lo obvio.
─No estoy aquí por santa, Sherwood─ me observó─. Además, ella sabía a lo que se enfrentaba.
─ ¿A qué se enfrentaba?, ¿de qué hablas?
Me senté frente a ella. No estaba seguro de fiarme fácilmente de sus palabras. Pero era lo que había por el momento.
─De Christopher, obviamente.
─ ¿Él te envió a matarla?
Negó.
─Él no quería que muriera. Estoy segura que el muy cabrón se veía con ella.
Fruncí el ceño.
─Él era su esposo.
Frunció los labios y me fulminó con una mirada cargada de odio.
─No inventes.
Levanté las cejas y la escruté por un rato.
No entendía nada, tampoco sabía que era lo que debía preguntar. No podía procesar nada.
─ ¿Por qué ahora?─ fue lo único que se me ocurrió.
Me observó con burla, casi como si esperara esa pegunta o la siguiente a ésta.
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Despiadado ©
RomanceSu mirada era más fría que un tempano de hielo. Estaba claro que le gustaba verme sufrir. Su pasatiempo favorito era ver mis lágrimas correr. ¡ADVERTENCIA! Esta obra tiene lenguaje vulgar (palabras altisonantes), maltrato físico y contenido sex...