Capítulo 12.

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"Fusión indestructible."

La sensación de sus labios rozando mi cuello era fascinante. Parecía que estaba empeñado en acabar con mi cordura para jugar con mi mente delirante a que él era el caballero de la hipnosis.

Sus labios se sellaron con los míos, sentía que me robaba el alma en ese beso tan pasional. Hace apenas unas semanas que no me besaba de esta manera, pero parecía que habían pasado décadas.

Moría de ganas por estar con él. Mi cuerpo se dejaba llevar por sus caricias, mi mente ya no tenía conciencia de lo que pasaba dejándome caer en el muy conocido pecado Zac.

No podía creer que el amor por una persona me hiciera sentir tantas cosas en fracciones de segundos.

Estaba dispuesta a entregarme a él nuevamente a pesar de todo lo que me había dicho, porque lo seguía amando y parecía que cada día lo amaba un poco más. Estaba dispuesta a olvidar ese recuerdo, borrarlo de la parte episódica de mi cerebro en la que guardaba tanta basura que aunque quisiera parecía ser la única que nunca se iría.

Sin embargo, en este terrible momento de desvarío, pude encontrar una pizca de lucidez y desperté de la amnesia en la que él me tenía.

Zachary.

La suavidad de su piel alteraba mis sentidos a niveles estratosféricos. Me era difícil pensar cuando la tenía cerca. Esa era la única jodida razón por la que me obligaba a comenzar la noche solo, pero siempre iba a esa fría habitación en la que la obligaba a dormir, y terminaba abrazándola como si al soltarla su cuerpo se desvaneciera.

Moría de ganas por sentirla, por besarla como antes, aunque sabía que no debía. No podía involucrar nuevamente los sentimientos porque entonces quedaría fregado y ella ilesa. No era justo para ninguno de los dos, pero era lo que había. Después de todo, lo que paso hace años no era justo para mí y mi familia, pero aun así su padre lo hizo.

Su cuerpo tendido en la cama, desnudo y solo para mí, era la tentación más grande que yo podía haber tenido alguna vez. Nunca antes algo me había fascinado tanto. Nunca antes había deseado tanto algo aun sabiendo que ya lo tenía y eso de alguna manera me aterraba.

Dos de mis miedos se habían fusionado y amenazaban con destruirme por completo. Eran una mezcla casi indestructible, imposible de acabar con una para seguir bien con la otra, sin sentirme mal conmigo mismo.

─Tengo que limpiar este desastre.

Se apartó de mí y bajó de la encimera.

─ ¿Cuándo será exactamente tu próximo viaje? ─ formuló mientras tomaba una de las toallitas para recoger el pedazo de pastel.

Sonreí embelesado con la vista de su trasero siendo apretujado con el jean al ponerse de cuclillas. Sus manos temblaban, sin duda estaba nerviosa.

─El miércoles─ respondí, atontado─. Regresaré lo antes posible.

Me había rechazado, pero no podía esperar menos después de toda la mierda que le había dicho hace días.

─Bien─ se puso de pie y caminó hasta el cesto─. Supongo que estarás en casa antes de irte.

Fruncí el ceño.

─Siempre estoy en casa.

Giró a verme. Sonrió y asintió.

─Hablo de que... me gustaría que saliéramos.

Sus ojos brillaron. Se acercó un poco a mí, pero apenas reaccionó se alejó.

─Antes de irte quiero ir a casa de mi madre─ demandó esta vez.

Toda mi felicidad se fue al carajo.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora