"Cómo comenzó."
‹‹La mayor parte de mi vida la había pasado buscando una forma de vengar lo que siempre creí que era culpa mía. Siempre busqué a quien más culpar y esa persona había aparecido unos años después en un asqueroso club de Nueva York.
En ese momento no lo sabía, pero Megan Berry era en cierto modo, la mujer perfecta para jugar, para pasar el rato, la creía una mujerzuela más. Mi obsesión con ella llegó a tal grado de enviar a uno de mis amigos más ilegales a investigar lo más básico de ella.
Soltera, veinte años, hija única y completamente ajena e inocente a toda la mierda que a su alrededor pasaba. Ella no podía ser mejor.
Maldición, claro que lo era.
Hablé con ella unas noches después de que Alistair lo hiciera, no porque quisiera hacerlo, muy en el fondo quería seguir pensando ciegamente las ideas que había metido en mi cabeza sobre ella. Sin embargo tenía que descubrir porque mi amigo hablaba con tal adoración de la inocencia de esa niña.
Su voz fue lo más dulce que escuché en mucho tiempo, y eso que ella ni siquiera se había esforzado.
Sus hermosos ojos se centraron en los míos y con una gran sonrisa me ofreció un estúpido menú. Lo que quería tomar en esos momentos era su mano y dejar un beso en ella.
─Solo quiero un Dalmore─ espeté fingiendo que no me importaba nada de ella.
Seguía tratando de convencerme que no era más que una simple mujerzuela.
─Se nota que eres un hombre de gustos caros, pero si me permites contarte─ musitó observándome─, aquí nada de lo que se vende es realmente bueno o caro.
Quise alargar un suspiro al ver los perfectos gestos que lanzó al aire.
¿Ella intentaba entablar una conversación conmigo? Pero a qué mujer había visto Alistair. Esta niña no desconfiaba de mí, ella quería hablarme.
Cada noche que iba a ese horrible lugar era solo para pedir tragos que no consumía y efectivamente, pagar más de la cuenta. Para mí nada era demasiado si podía verla y hablar con ella.
Esa niña se había robado todo de mí, mi corazón ya era suyo y no lo sabía. Ni siquiera lo había pedido, aunque parecía reclamarlo con más firmeza cada vez que respiraba.
En mi se había activado un instinto que me obligaba a ciegas a protegerla. No salía de mi mente, donde quiera que volteaba la veía.
Fui por última vez a ese lugar, estaba decidido a sacarla de ahí si ella lo deseaba, la conquistaría y después la haría mi esposa. Ella sería mía para siempre.
A medida que pasaba el tiempo ella no se acercaba, simplemente ignoraba el hecho de que estaba ahí, la vi caminar a la parte trasera, me dispuse a seguirla y saber que pasaba.
Vi su cara repleta de miedo mientras ese hombre la acorralaba en la pared, no pude reaccionar al instante, uno de los hombres de mi seguridad intervino justo cuando pude articular la orden, pero ella había actuado antes. Intenté acercarme a la pequeña pero ella corrió como si el diablo estuviera persiguiéndola.
No podía dejarla ir, tenía que correr a buscarla. Tenía que hacerle saber que la protegería, y que siempre estaría ahí para ella.
Me había hecho pensar en las peores bajezas para tenerla a mi lado, en cada una de ellas, mi mente siempre mostraba a un hombre feliz amando a esa perfecta chica. Pero siempre a costas de actuar primero como un hombre diferente.
Tenía que admitir que la forma en que pedí se casara conmigo no fue la mejor. Sin embargo lo había conseguido, ahora debía hacer que me amara como yo la amaba a ella.››
No encontraba una forma adecuada de decirle lo que había pasado, en mi mente había miles de maneras en que una noticia como esa podría afectar su salud y la de nuestro bebé.
Estaba claro que debía hacerlo, no podría ocultarle la muerte de su madre por un largo periodo de tiempo, se suponía que ella la visitaría dentro de dos días.
Como cada tarde, ella estaba sentada en ese sillón que tanto adoraba, en su mano uno de sus libros favoritos, de esos que había leído una y otra vez, pero jamás la fastidiaban.
Tomé una larga bocanada de aire y decidí hacerlo sin miramientos. Suponía que mientras más rápido sería mejor.
(...)
─ ¿Cómo está ella?─ formuló un tanto apenado del otro lado de la línea.
Observé el pequeño manojo de emociones en la cama, hace aproximadamente media hora que se había quedado dormida, pero incluso entre sueños sollozaba el nombre de su madre.
─Como era de esperarse─ respondí tocando el puente de mi nariz.
Había sido tan difícil conseguir que las palabras muerte y madre no sonaran tan mal en una sola oración, pero fracasé completamente. No había podido formular más que su madre estaba muerta.
─No creo que sea el mejor momento, pero Perrie no ha dejado de joderme con visitarla.
Fruncí el ceño.
─No, no, no─ me apresuré a contestar─. Está bien si ella quiere venir. Sinceramente no sé de qué manera calmar a Megan cuando no está dormida.
─Y supongo que en su estado un sedante no es muy buen opción─ bromeó.
─No lo es─ concordé.
Me había quedado claro que abrazarla y acariciar de vez en cuando su abdomen no era un consuelo suficiente para ella. Pero no sabía de qué otra manera calmarla. Quizá la chica tendría las palabras correctas para animarla un poco.
─Bien, supongo que estaremos ahí mañana.
─Me parece perfecto.
El silencio repentino acabó cuando recordé algo.
─Necesito un acceso al reclusorio donde está Christopher Berry─ expulsé sin mediciones.
Nuevamente hubo silencio. Sabía que una petición de tal magnitud no sería sencilla.
─Necesito tiempo, dos semanas o quizás tres─ susurró como si estuviese pensando.
─Que sea una─ espeté de inmediato─. Y asegúrate de que al maldito no tenga inmunidad ahí dentro.
─No la tiene, Zac. Yo mismo me encargué de eso.
─Mejor aún─ susurré sonriendo─, tengo unas cuantas preguntas que hacerle y espero por su bien que se resista a hablar con la verdad.
─ ¿Zachary Sherwood se ensuciará las manos?– preguntó con burla e incredulidad.
Solté una carcajada.
─Mejor aún, Alistair─ sentencié lentamente─, tú lo harás.
*******
Básicamente esto fue al inicio un recuerdo de Zachary en el momento en que conoció a Megan y todo lo que pasó después hasta el día en que Leonel (el ex jefe de Megan) casi la viola; como se menciona en una ocasión, la aparición de ese amigo que también es recordado por Megan: Alistair Cerrey, quien más adelante no solo será participante en la novela, sino que también el protagonista de una nueva de mis locuras.
No quiero aburrirlas con este largo apartado, sin embargo si quiero hacerles saber que esto casi llega a su fin (¡Por fin! Pensarán algunas) pero a pesar de que muchas cosas no han sido resueltas tengan por seguro que en los próximos capítulos tendrán su ansiada respuesta.
Capítulo dedicado a mis hermosas Meliciosas, las súper adoro y aprecio mucho por todo el apoyo.
Espero que lo hayan disfrutado, no olviden votar y comentar. Las quiere su deliciosa buja.
-Mel.
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Despiadado ©
RomanceSu mirada era más fría que un tempano de hielo. Estaba claro que le gustaba verme sufrir. Su pasatiempo favorito era ver mis lágrimas correr. ¡ADVERTENCIA! Esta obra tiene lenguaje vulgar (palabras altisonantes), maltrato físico y contenido sex...