Capítulo 13.

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"Furia acumulada."

─No, señor Sherwood. Sé también que lamentarme no sirve de nada porque eso no le devolverá a su familiar.

Sus ojos me veían suplicantes, cargados de dolor.

─Por supuesto que no, así que puede meterse sus lamentos por el culo, doctor. Ya le dije que no vengo a redimirlo. Quiero que me diga que pasó después.

Explotar por la ira, era una de mis más grandes cualidades y este hombre me estaba agotando la paciencia.

─Llamé a uno de mis buenos amigos. Un cardiólogo igual o más especializado que yo.

Volvió a acomodarse en la silla.

─El día de la operación, intercambiaríamos los corazones. Él se encargaría de la pequeña donante y yo de la hija de Berry. Era la única manera en que lograrían sobrevivir las dos, pues una operación de corazón abierto cuenta exactamente los segundos y los minutos de manera importante y si no se hacen las cosas rápido, pero de manera precavida, puede resultar en una catástrofe.

Negó y parpadeó demasiado rápido.

─No había manera de que yo hiciera ambas operaciones, no si quería que salieran exitosas y evitar la muerte de alguna.

─ ¿Por qué hizo eso?, ¿Por qué intercambiar el sufrimiento de una niña a otra?

─Porque no quería matarla. Tenía la esperanza de que, en unas semanas, conseguiría un corazón para la pequeña. Busqué diariamente, no me preocupé por la niña porque me constó que Christopher le dio los mejores tratos.

─ ¿Los mejores tratos? Dígame, doctor ¿de qué le servían los mejores tratos?

─Yo no podía negarme a hacer la operación, señor Sherwood.

─Claro que no, era su vida o la de una niña.

Negó.

─No solo se trataba de mí. Tengo familia. No solo era mi vida, era la de mi esposa y la de mis hijos.

Sus ojos estaban rojos.

─ ¿Cree que no me negué cuando me dijo lo que tendría que hacer?─ exclamó, desesperado─. Lo hice, pero Berry sabía todo sobre mi familia: donde estaban, que hacían, la hora en que lo hacían. Era demasiado. Yo no acepté operar a la pequeña porque era un enfermo sanguinario, señor Sherwood. Lo hice porque al igual que usted, mi familia me importa más que mi vida.

Su respiración era errática y unas cuantas lágrimas se habían escapado de sus ojos, que comenzaban a albergar más gotas saladas.

─Seguro de nada habría servido negarme─ suspiró pesadamente─. Al menos hice algo para salvarla. Otro habría acatado las reglas de Berry al pie de la letra.

Se inclinó sobre el escritorio con ambas manos sosteniendo su cabeza.

─Juro que lo intenté, pero no dio resultado, señor─ su voz disminuyó a un susurró─. Solo pudo sobrevivir dos semanas después del intercambio. Ni siquiera mis influencias lograron encontrar un corazón compatible. No es un consuelo, pero le aseguro que la pequeña no sufrió más después del susto del secuestro.

(...)

─Solo tiene que firmar aquí y la propiedad será suya. En unas semanas más el título de propietario estará a su nombre.

─Bien.

No me lo había pensado dos veces cuando el doctor me habló sobre una de las muchas propiedades que se le habían despojado a Berry. Una de las muchas que habían sido subastadas y debido al fracaso por su alto precio, simplemente las dejaron a la venta.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora