Capítulo 47.

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"Daño colateral."

Contenido adulto.

Zachary.

Enredé mis manos en su cabello mientras entraba hasta su garganta. Sus dedos se clavaron en mis muslos y su escurridiza lengua pasó desde la base al glande.

Estaba luchando contra mis impulsos, con ella siempre debía ser delicado, pero la mayoría del tiempo me resultaba imposible.

Aflojé un poco el agarré en su cabello. Sus hermosos ojos chocolate se elevaron hasta escrutar los míos. Una mirada coqueta se reflejó en ellos.

Todo el control se fue a la mierda.

Su tercia espalda rebotó en la cama y de un rápido movimiento me posicioné entre sus piernas. El solo contacto me hizo gemir como un adolecente virgen.

Restregué mi miembro contra ella, sus ojos se pusieron en blanco y echó la cabeza hacia atrás.

─Hazlo, Zac.

Sonreí ante su jadeo.

Entré lento y tortuoso. Sentir su estrecha cavidad adaptarse a mí era delicioso. Ella, me volvía loco.

De un empujón terminé de entrar. Un gritito de sorpresa salió de ella.

─Lo siento─ murmuré sonriendo.

No lo sentía ni un poquito. Amaba oír sus gritos.

Comencé a moverme de manera lenta, en mi mente comenzaron a formarse miles de formas y posiciones que me divertirían como nunca.

En el inmenso espacio de la habitación solo podían escucharse unas cuantas cosas: el sonido del televisor que hace ya una hora y media estaba encendido sin que nadie le prestara atención; los hermosos gemidos de mi mujer y el choque que mis caderas hacían con las suyas.

Sus ojos estaban cerrados con fuerza, sus labios eran torturados entre sus dientes en un intento inútil por callar los gemidos que estaban atascados en su garganta.

Comencé a moverme con más brusquedad mientras besaba con necesidad sus labios, estaba a punto de correrme y joder, ella y su ajustada vagina no ayudaban en mucho.

Ponto pude sentir como el orgasmo llegaba para ambos. Respirar era cada vez más difícil, pero era algo que nos encantaba.

Cerrándose cada vez más contra mi pene, supe que ella había terminado y pronto me vi recostado a su lado tratando de recorvar la respiración.

─Muero de cansancio─ susurré después de un rato.

─Yo tengo hambre─ musitó ella.

Sonreí cuando una de sus manos acarició su abultada barriga.

─Tenemos─ corrigió sonriendo.

Asentí y me puse de pie para ordenar algo de comida. Un mensaje llegó justo antes de que terminara de ordenar.

Algo en mí se alteró al ver el mensaje tan corto, sin embargo las palabras eran las correctas.

(...)

Terminé de bañarme y salí de la ducha directo al armario. Me vestí y caminé a la habitación.

Observé la pequeña figura de Megan en la cama, su cuerpo estaba cubierto por una sabana gris de ceda, nada parecía tener el poder de despertarla después de haber devorado un bufet completo.

Caminé hasta ella y dejé un beso en sus labios. Adoraba verla dormir, adoraba verla sonreír y... básicamente adoraba todo de ella.

Estaba resignado, mi vida se basaba en enfrentar problema tras problema, aun no salía de uno cuando ya estaba llegando uno nuevo a mi vida. Antes protegerme era sencillo, pero ahora había dos nuevas formas de dañarme más que algo físico meramente personal.

Bajé las escaleras, al final de estas ya estaban las personas que me acompañarían a ver a mi nuevo aliado.

─Señor, Monroe tiene el auto listo─ susurró la rubia.

Asentí y caminé a la salida.

─Esta vez Marcus y Sahara se quedan, tú y los demás vienen conmigo.

─Sí, señor.

Salimos de inmediato de la mansión. El camino se me hacía eterno. Estaba muy nervioso.

Pensar en hablar con ella solo me hacía dudar en quién debería confiar reamente. Simple y sencillo, yo no debía fiarme de nadie.

El auto aparcó fuera de la mansión que había adquirido hace apenas unos meses, pero al entrar una sorpresa nada buena nos aguardaba.

Un jadeo de sorpresa escapó desde lo más profundo de mí ser. Nada de esto estaba bien. No podía ser posible lo que estaba viendo.

Mi cuerpo no respondía a las órdenes que mi cerebro enviaba tontamente. Estaba tan asustado que cada respiración que daba parecía ser la última.

Aun así me mantuve al margen.

─No puede ser─ escuché en apenas un susurro.

Durante cinco años la mujer a mi lado había mantenido siempre la compostura, jamás había flaqueado frente a una escena como esta. Hasta ahora.

─Sal de aquí, Catalina─ ordené como pude.

Su respiración estaba agitada y sus ojos aguados me demostraban que tendría que soportar algo aun peor en casa.

Suspiré al recordar cómo hasta apenas ayer sus palabras me convencieron de cambiar la jugada completa.

Era obvio que hoy las circunstancias me dejaban claro que el perdón no era una opción... aunque ya nada era una opción para ella.

Ahora había en mi otra culpa, una nueva que me hacía casi imposible respirar.

Jamás me había tomado el tiempo de disculparme con nadie, nunca antes me había equivocado tanto como ahora. Cómo le explicaría esto a ella. Cómo vería a los ojos a la mujer que amo y le diría que por mi culpa ella perdió alguien.

Mi peor error fue culparla sin saber a fondo todo lo que pasaba en su vida. Había estado ocupado odiando a quien pudo darme todo lo que necesité saber y ahora ya no podría remediarlo.

Se fue, se llevó con ella todo lo que sabía y jamás volvería. Era imposible que lo hiciera.

Christopher Berry era ahora la clave de todo. Solo él puede decir si era verdad lo que Elizabeth Howard me había compartido horas antes de su muerte.

*******

¡Hola, hola! Espero que estén muy bien, lamento no dar anuncio de dónde ando ni cómo estoy, pero he tenido esta semana las evaluaciones del primer parcial y tengo que decirles que han sido las peores de todas. No muchas saben, pero este es mi último semestre en el bachiller y creo por mucho que será el más pesado de todos, ha iniciado bastante fuerte y por la pinta que tiene no creo que mejore.

En fin, espero que lo hayan disfrutado, les agradezco que sigan leyendo mis locuras, tengan una excelente noche y un riquísimo fin de semana. No olviden votar y comentar. Las quiere su deliciosa bruja.

-Mel.    

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora