Capítulo 33.

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"Consecuencias."

Pensó que era el momento adecuado para seguir, por primera vez, el consejo de un completo desconocido. No, en definitiva no se trataba por las consecuencias, al menos no por saber que serían para él. La única pena de una consecuencia sería perderla.

No arriesgaría todo por nada. Aunque no sabía si debía llamarle nada a tener a sus pies al asesino de su pequeña hermana. Habían pasado tantos años que, incluso él, seguía incrédulo de tener albergado en su interior el mismo coraje y rabia que el primer día que la perdió.

Se repetía a si mismo que era momento de dejar todo de lado o perdería al único amor de su vida. Ella estaba dándole el amor, la compresión, el cariño y la paz que no había tenido en muchos años.

Las luces de la ciudad se veían a lo lejos, estaba a punto de aterrizar, a unos cinco minutos aproximadamente. Deseaba llegar, bajaría del jet, directo a su auto para que lo llevaran a casa, junto a su amada esposa. Había sido tan idiota al tratarla mal, estaba cegado por el dolor que había olvidado ser sensible con quien lo amaba. Todo cambiaria, lo haría por ese nuevo ser que llegaría a alegrarle aún más la vida, por su esposa, por él mismo.

Sería padre, no cabía la emoción en su cuerpo. Su pecho se inflaba de alegría cada vez que lo recordaba. Ahora más que nunca estaba seguro que ella no se iría de su lado. Ese pequeño los uniría más que nunca.

Suspiró al darse cuenta que sonreía sólo, como un demente, por el simple hecho de imaginar a su mujer con su pequeño entre sus brazos. La imagen que se formaba en su mente le hacía latir el corazón furioso en el pecho, retumbaba contra su caja torácica, lo hacía con tanta velocidad que casi dolía.

Sintió el Jet aterrizar. La pista estaba completamente sola, era un vuelo bastante precipitado. Ni siquiera él lo tenía previsto, pero ese consejo lo dejó helado, las consecuencias las conocía bien, su padre se lo había dicho unos minutos después de que le dijo quién era su esposa y que era lo que en su pecho portaba. Quizá esa era un motivo más del por qué su padre la adoraba como a una hija.

Pero no entendía por qué él no había sentido el deseo de venganza, después de todo...

El sonido de su celular lo sacó de sus cavilaciones. En la pantalla, la imagen de su mejor amigo lo hizo extrañarse, él nunca llamaba a menos que fuera necesario.

Su amigo, Mario, fue el primero en bajar del Jet, en su mano derecha una maleta y en la izquierda su celular siendo apoyado en su oído.

Contestó la llamada de Caleb. Lo saludó alegre, bajó los escalones del jet con esa característica agilidad que poseía y sonreía ante las sorpresas de trabajo que su compañero le contaba.

Justo al bajar el ultimo escalón, una oleada de viento frio, azotó su cuerpo, acompañado de un fuerte sonido, tembló por eso.

Frunció el ceño al ver a su seguridad correr de un lado a otro, Mario soltó su celular, en la pantalla pudo observar la imagen de una preciosa mujer de negro y largo cabello. Su piel blanca como si de porcelana se tratase y en su rostro, en su rostro una sonrisa que podía ser capaz de iluminar un mundo.

Mario corrió hacia él sin pensar en las consecuencias, pero estaba claro que las consecuencias no eran para nadie más que para Zachary Sherwood.

Todo a su alrededor descuadró, no entendía a que se debía la palidez de su amigo, no entendía porque después de que Caleb lo llamó con alegría, ahora le gritaba con histeria. Su seguridad estaba alarmada, pero él no lograba ver nada inusual.

Dio un paso hacia donde Mario se acercaba con prisa, pero fue demasiado tarde cuando descubrió el motivo de la histeria a su alrededor.

El cuerpo de uno de sus hombres de seguridad cayó en seco al concreto de la pista. Los que estaban en pie, sacaron sus armas y apuntaron detonando a ningún lugar específico.

Bajó la vista hacia esa zona donde había sentido aflicción. No fue hasta entonces que reacciono, su cuerpo cobró sentidos completamente y la agonía ganó. Los cuerpos de seguridad lo llevaron de inmediato al auto.

Todos hablaban, aun se escuchaban las detonaciones así como el rechinar de las llantas y el rugir del motor.

Hacía un esfuerzo por controlar el dolor de cabeza, se sentía mareado. Él sólo quería llegar a casa con Megan. Ansiaba tanto llegar con su esposa y decirle cuanto la amaba. Quería abrazarla y besarla como nunca antes.

"Ya falta poco, amigo"

Bajaron del auto. Los flashazos lo cegaron, la seguridad tuvo que empujar con brusquedad a algunos de ellos, pero ya corrían riesgo, no podían darse el lujo de perder más.

Sonrió, respondiendo la sonrisa que su esposa le brindaba... en su mente. Estaba tan cansado de que siempre sucediera lo mismo con la prensa.

Una punzada de dolor se instaló en su cienes, y a un costado de su cuerpo. Su vista se nublaba y su respiración fallaba. Ver a su esposa tardaría, antes tendría que hacer una parada en el enorme edificio blanco, ese que usualmente huele a formol, a sangre y a muerte.

"No cierres los ojos, Zac"

Su amigo sonaba tan molesto, preocupado y desesperado que se asombró. Creía que era el único que tenía emociones combinadas en momentos como ese.

Las luces del hospital lo cegaban, le dolía la cabeza y se sentía mareado. Pero eso era por la gran pérdida de sangre que estaba teniendo.

Muchos médicos a su alrededor. Su cuerpo recostado en una camilla muy incomoda. El dolor de su cuerpo era demasiado. El mareo lo hacía ver doble.

Dolía, dolía tanto que hacía gestos, sangre salía de la herida que ahora adornaba un costado de su cuerpo.

"Sangra demasiado".

"Un impacto de bala".

Sentía frio, mucho frio. Y por primera vez en muchos años, tenía miedo, tenía sentimiento más allá de lo que se había permitido mostrar frente a las personas; quería llorar y gritar como un pequeño. El problema era que ya no tenía las fuerzas suficientes para hacerlo.

El dolor se iba poco a poco, junto a sus fuerzas. Su mareo se iba, la visión doble se iba, las luces se apagaban y ya no tenía frio. Comenzó a sentir paz, tranquilidad, ya no había ruido, sólo él y... nada más.

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Sé que me aman.

Espero que lo hayan disfrutado.

No olviden votar y comentar. Las quiere su deliciosa bruja.

-Mel.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora