Capítulo 29.

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"Dolor."

Un nudo doloroso se formó en mi garganta, la cabeza me dolía y el corazón me latía desenfrenado. El ardor y sabor amargo en mi garganta era insoportable.

Había noventa y nueve por ciento de posibilidades de que él se lo tomara a mal, el resto era positivo. Y eso sólo me hacía entristecer más. Quería que él me apoyara y que amara a ese pequeño ser que se formaba en mí.

Su cuerpo tenso era la señal más notoria de un disgusto prominente. Era más fácil para mí detectar su furia que cualquier otra de sus emociones, y eso era malo, estaba tan acostumbrada a eso que dolía. Pero, entonces, sentí sus brazos aferrándose a mi tembloroso cuerpo y sus labios en los míos, bailando con ellos de una manera lenta y agonizante, deliciosa.

Tomó mi cara entre sus manos profundizando el beso, esa sensación era prometedora, era exactamente la misma que me ofreció la primera vez que vine aquí.

‹‹ ─Pero, no entiendo que es lo que ve un hombre como usted en una chica como yo.

No debía darle más vueltas al asunto, pero necesitaba asegurarme que lo que me decía no era un simple producto de mi imaginación.

─No hay nada que entender, Megan.

─No soy como usted. Nunca podré serlo.

─No me interesa, te quiero para mí y es lo único que importa.

Para él. Sólo suya.

─Supongo que tendré que pensarlo.

No había nada que pensar, moría por arrojarme a sus brazos. La imponencia de este hombre me causaba una enorme calidez en el pecho. Quería sentirla siempre.

─No hay nada que pensar, Megan. Esto te beneficiará.

─Es que... yo no...

Hice silencio cuando su rostro quedó muy cerca del mío, ya no me pegaba su... ahora era su rostro, sus labios...

─ ¿Tu qué?

Quería sentirlos.

─No conozco nada de usted.

Sólo intentaba alargar el momento de aceptar, porque estaba claro que lo haría.

─Zachary Sherwood. Tengo veinticinco años. Soy dueño de los Hoteles Platino. Mi padre es dueño de unos centros comerciales alrededor del mundo y mi madre es... una mujer encantadora.

No me importaba nada de lo que decía, sólo su nombre era impórtate para mí, era un nombre tan genial como todo él.

─Acepta, no te faltará nada conmigo.

No había nada que pensar, estaría con él, lo amaba y pagaría de alguna manera todo lo que ha hecho por mí.

─Está bien.

Mi cuerpo, pequeño y hasta cierto punto débil, se aferró al suyo, macizo e imponente. Una cosa era segura, después de este día ya no podría seguir ocultando el amor que me inundó desde esa noche en que lo conocí. ››

El miedo a la soledad era aún peor que cualquier otra cosa. Había estado sola en el pasado, pero esos momentos de soledad, aunque quisiera verlo de manera diferente todo el tiempo, no me servían para ser fuerte y aprender a estar sola. Necesitaba a alguien que me amara, que cuidara de mí, que me apreciara. Era una enorme lástima que la lucidez llegara a mí en forma de hombre.

Dolía, dolía peor que un impacto de bala, dolía más que cualquier otra cosa; un no te amo puede doler más que el enardecedor dolor de un golpe, un te amo era lo mismo que el impacto de una bala directo al corazón. Ambos igual de malos y dolorosos.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora