"Luna de miel."
Contenido adulto.
La novia observaba como en la fiesta, personas que no conocía en lo absoluto se divertían, hablaban y se acercaban a ella para felicitarla y, de vez en cuando, darle uno que otro elogio.
Las horas pasaban, la gente seguía bailando y sonriendo con ella, a lo lejos. Hombres, conocidos de su ahora esposo, se acercaban y le hacían saber, de una manera educada y casi inadvertida, lo afortunado que era por tener a una belleza autentica con él.
Recordó, como todos los días desde la primera vez que conoció a ese enigmático magnate americano, la noche oscura donde estuvo a punto de ser ultrajada por un hombre asquerosamente superficial. Una noche que revivía en cada una de sus pesadillas.
Recordó cómo es que, apenas su esposo la dejó en casa, corrió al interior de esta directamente al baño, para poder limpiar los rastros de los sucios labios de su antiguo jefe, Leonel.
Había sido un momento implacable el salir del trabajo y toparse a ese hombre en la salida trasera, justo en la parte más oscura de ese aterrador callejón. Recuerda cómo es que una sonrisa lasciva adornaba su tostado rostro y sus ojos verdes como la menta se oscurecieron mientras repasaban con fervor su pequeño cuerpo.
La forma en que se había acercado a ella no era nada adecuada. Tomó su cintura y la estampó contra el sucio concreto de la pared en la que anteriormente estaba recargado. Sus húmedos labios dejaron castos besos en su cuello y subieron intentando llegar a más, pero se detuvieron justo cuando ella dejó de susurrar sus suplicas de auxilio para exclamarlas con terror de manera frenética.
El puño del hombre impactó en su estómago despojándola del poco aire que esos desgarradores gritos le dejaron. Un dolor en su pierna derecha se formó cuando el pie del hombre impactó en ella y de su garganta escapó un grito que fue aplacado por la mano del hombre tras haber tirado de su largo cabello para ponerla de pie.
El rostro de la chica estaba bañado en lágrimas y los temblores de su cuerpo parecían meras convulsiones. Sus pechos eran amasados de manera brusca y la rodilla izquierda del hombre estaba entre sus piernas haciendo presión en su intimidad.
Escuchó el sonido de la puerta por la que minutos antes había salido y cuando su agresor se distrajo para observar quien era el osado que había interrumpido su momento de diversión, Megan flexionó su pierna elevándola hasta que su rodilla impactó contra la abultada entrepierna del asqueroso jefe. Sin duda eso lo haría molestarse con ella, incluso podía llegar a despedirla.
No se había quedado a esperar que el responsable de la distracción la ayudara, no podía descartar la idea de que quizá fuera uno de los tantos secuaces de Leonel. Apenas el hombre cayó al suelo con sus manos acunando esa parte en donde ella había golpeado, salió corriendo al lado que su mente no avisó, era el equivocado.
Estaba desesperada, corrió por aproximadamente cinco minutos, entrando de callejón en callejón. Y es que no podía simplemente huir por las calles, en cualquier zona había gente trabajando para ese hombre; mujeres en las esquinas vendiéndose para él, hombres en las calles más inhóspitas de la ciudad vendiendo drogas, todos ellos estaban ahora a cargo de ese hombre.
Las consecuencias de haber corrido al lado contrario llegaron cuando, en el último callejón al que entró, no encontró una salida.
Aun no llegaba al final del camino, pero sabía que no valdría la pena hacerlo. Se arrojó a un lado del enorme contenedor de basura. Sabía que la seguían, pudo escuchar en ocasiones mientras corría, como le gritaban que se detuviera, pero eso no era algo a consideración.
ESTÁS LEYENDO
Despiadado ©
RomanceSu mirada era más fría que un tempano de hielo. Estaba claro que le gustaba verme sufrir. Su pasatiempo favorito era ver mis lágrimas correr. ¡ADVERTENCIA! Esta obra tiene lenguaje vulgar (palabras altisonantes), maltrato físico y contenido sex...