Capítulo 4.

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"Contratiempos."

Contenido adulto.

Mi mente no procesaba mi reacción, la había acusado de hacer algo que no pasó, la había hecho llorar y ni siquiera me había percatado del daño que le hice a su corazoncito.

Más idiota no podía ser.

Guardé los documentos. Subí a la habitación, su pequeño cuerpo estaba en el centro de la cama, parecía que se esforzaba por abarcar el mayor espacio posible. Me senté a su lado, acaricié su suave cabello, el olor de su shampoo se combinaba con el olor natural de su cabello y era extremadamente delicioso.

Me acosté a su lado e inmediatamente rodeo mi cintura con su delgado brazo.

Estábamos tan cerca que parecía que nos fundiríamos hasta formar un solo cuerpo.

─Lo siento─ susurró─. Jamás haría algo con nadie más que no seas tú, mi amor.

Besó mi pecho de manera lenta, ella sabía muy bien cómo hacer que la perdonara. Y quién era yo para negarme a sus deliciosas persuasiones.

─Megan...─ no me caracterizo por ser una persona que comete errores, por lo tanto jamás he tenido que aceptar que los he cometido.

─Por favor.

Despacio subió a mi cuerpo, dejando sus rodillas flexionadas a cada lado de mi cadera. Me besó lentamente, con delicadeza.

Mi mano se posó en una de sus perfectas tetas, la apreté con cuidado y un leve gemido salió de entre sus labios, pero fue callado por mis labios sobre los suyos.

Mi lengua entró furiosa a su boca amenazando con adueñarse de ella por completo. Su exquisito sabor me dejó atontado. Sus manos, traviesas se paseaban de arriba abajo por todo mi torso, sus caderas se maneaban desesperadas rozando nuestros sexos y causando que mi pene se pusiera erecto y duro como el acero.

─Tienes que escuchar lo que debo decirte.

Se separó de mi rostro, sus caderas seguían moviéndose. ¿No podía simplemente esperar hasta que terminemos?

─Puedes dejarlo para después.

─Zac, espera.

No podía. Intenté apartarme de ella, pero era imposible. Su cuerpo era un jodido imán para mí.

Pasé mí lengua a lo largo de su cuello. Un hermoso gemido salió de entre sus labios y pegó más su cuerpo al mío.

Pasé mis manos alrededor de su cuerpo y cambié las posiciones.

─Me pones muy caliente, amor─ susurré. Sonreí sobre su piel sensible del cuello, cuando un jadeo salió de entre sus labios.

─Zac─ gimió en un susurro.

─ ¿Qué es lo que quieres?

Dos de mis curiosos dedos se metieron debajo de su vestido y fueron a parar dentro de sus pequeñas bragas. Sus caderas se movieron, ansiosas para obtener más fricción.

─No te escucho, amor.

─A ti─ musitó, apenas.

Terminé de quitar toda su ropa. Estar dentro de ella era como ir al maldito paraíso, me encantaba todo lo que tuviera que hacerse con ella a mi lado... o debajo de mi cuerpo.

─Zac, lo que debo decirte es importante.

─Déjalo para después.

─Pero...

─Solo esta vez.

Desde que nos casamos dejé todo de lado por ella, sus necesidades siempre estaban primero que la mías y que las de cualquier otra persona que me importara.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora