"A su altura."
Megan.
─Señora, no puede salir. El señor Sherwood dejó una orden estricta que prohíbe que usted abandone la mansión.
Catalina caminaba a toda prisa detrás de mí. Parecía que cada una de sus palabras estaban cargadas de suplicas, pero no me importaba.
─Señora...─ tomó mi antebrazo con delicadeza─. Sea razonable, su estado no ha mejorado, necesita descansar.
─No necesito nada, Catalina, ya estoy perfectamente. Volveré antes de que Zachary llegue. No se dará cuenta de que he salido.
─No puedo dejar que salga. Mi trabajo es protegerla, pero debo seguir las reglas del jefe ante todo lo demás.
─Catalina, por favor. Llevo una semana sin ver a mi madre. Necesito saber si está bien.
Negó, rápidamente.
─Lo siento, pero no puede salir.
─Cata...─ la miré, suplicante.
─Y aunque pudiera salir, ¿Quién la llevaría?─ suspiró, frustrada─. Todos los empleados siguen al pie de la letra las órdenes del señor Sherwood.
Sonreí.
(...)
─Espero que tu madre haya hecho pastel de zanahoria.
La voz de Monroe hizo que Catalina soltara una ligera risilla.
─Quien diría que un hombres de tu volumen rompería las reglas solo por su debilidad por los pasteles─ comentó con burla la rubia.
─Oye, todos tenemos una debilidad oculta─ fingió estar indignado─. Además, el pastel de zanahoria que hace la señora Elizabeth es delicioso.
─Nunca he probado el pastel de zanahoria─ comentó con el ceño fruncido.
Mi vista y la de Monroe se encontraron por el espejo retrovisor. Sus enormes ojos parecieron saltarse de su lugar y los giró en dirección a Catalina, como incitándome a decirle algo.
─Cuando lo pruebes verás cuan rico es.
─Sí, sí. Intenté hacer que mi mujer lo preparara, pero a pesar de que es una muy buena cocinera no logró hacer que supiera igual.
─Y lo agradezco, de no ser por tu debilidad por ese postre no podría visitar a mi madre cada miércoles.
Ambos soltaron una carcajada.
─ ¿Cuál es tu debilidad, Catalina?─ preguntó el pelinegro.
─La gelatina de fresa─ sonrió como una pequeña.
─Es rica, pero las gelatinas no son mis favoritas─ murmuré en una sonrisa gigante. Ya casi llegábamos a casa de mamá. Moría de ganas por abrazarla, pero el miedo seguía presente con el simple hecho de pensar en que Zac nos descubriría.
─ ¿Cuál es la suya, señora Sherwood?─ preguntó la mujer.
─Chocolate, amo el chocolate.
─Mi hija adora el chocolate─ sonrió y sus ojos brillaron con emoción─. Siempre debo esconder los que le compro sino se los termina en solo cuestión de minutos.
─Tenemos algo en común─ sonreí.
Apenas llevábamos cuarenta minutos en el auto y ellos me habían hecho sonreír todo lo que no había sonreído en la semana.
─Llegamos─ anunció Monroe.
La tarde pasó muy rápido, teníamos que volver antes de las siete o Zac llegaría y nos iría mal a todos.
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Despiadado ©
RomanceSu mirada era más fría que un tempano de hielo. Estaba claro que le gustaba verme sufrir. Su pasatiempo favorito era ver mis lágrimas correr. ¡ADVERTENCIA! Esta obra tiene lenguaje vulgar (palabras altisonantes), maltrato físico y contenido sex...