Capítulo 21.

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"Incapaz."

No pensé en las consecuencias y me apresuré a correr hasta el baño de damas, pero sus brazos envolvieron mi cuerpo de manera repentina y tapó mi boca con su enorme mano.

─Cálmate, niña─ susurró al mismo tiempo que me arrastraba hasta un cuarto apartado de todos─. No te haré daño si obedeces mis órdenes.

─ ¿Qué es lo que quiere?─ balbucee a punto de romper en llanto.

─Saldremos de aquí─ alejó su mano de mi boca y cargó el arma─. Sin hacer movimientos bruscos o disparo, ¿me oíste?

Observó el lugar por donde nos iríamos.

─Hay mucha seguridad ahí afuera─ traté de hacerlo entrar en razón─. ¿Acaso quiere que lo maten?

─No hables─ ordenó tajante─. Camina.

Comenzamos a caminar por el mismo trayecto que emprendí minutos antes de que esto sucediera. Si quería evitar llamar la atención, esto no era la mejor manera de hacerlo.

Todos estaban bailando, no había nadie que nos impidiera salir. A lo lejos, justo en la entrada, pude ver a Catalina observando para todos lados.

─Relájate─ susurró amenazante─. Te recomiendo que pongas atención a todos los detalles.

Su mano izquierda en mi hombro izquierdo apretaba levemente. Sentí el metal frio del arma traspasar la fina ceda de mi prenda gris.

─No intentes ninguna estupidez, niña.

Sabía que se refería a pedir algún tipo de ayuda a las personas de seguridad. Pero ¿cómo iba a hacerlo si tenía un cañón de nueve milímetros en el hueso de mi cadera?

─Buenas noches─ murmuró de manera pacífica el hombre a mi lado.

─Buenas noches, señor─ me observó─. Señora─ asintió─. Que tengan una excelente noche.

Frené un poco causando que el agarre del hombre se intensificara y siguiera a paso apresurado hasta la salida. ¿Qué pasaba con esta mujer? Se supone que es nuestra seguridad, ¿Por qué no hacía nada? ¿Acaso no vio el arma? Quizá estaba vengándose por todas esas veces que fui grosera con ella.

Afuera había más hombres encargados de la seguridad de Zac, pero ninguno hizo absolutamente nada.

─Este plan está saliendo mejor de lo que esperaba─ sonrió.

¿Dónde estaban los locos de las cámaras que nos recibieron minutos antes de entrar al salón? ¿Por qué la seguridad no había hecho nada?

Un Cadillac negro estaba estacionado a lo lejos del lugar, estaba siendo rodeado por muchos hombres con traje negro y entonces supe de qué se trataba. Era bastante ingenua, porque sólo hasta entonces comprendí lo que había pasado; la seguridad de Zac nos había traicionado. Así de sencillo era para esta gente, no había barreras para ellos, todo se hacía como querían siempre que lo deseaban.

La impotencia me invadió cuando llegamos al auto y la puerta trasera fue abierta, me obligaron a entrar y segundos después entró el hombre de la gabardina, se quitó el sombrero y sacó un cigarrillo de una gruesa bolsa de su gabardina.

Comencé a llorar como hace meses no lo hacía, cuando estaba presa en ese horrible lugar no lloraba de tristeza, lo hacía de coraje, de impotencia; lloraba porque odiaba sentirme presa sabiendo que era libre de irme. Aunque también sabía que si me iba sería limitarme en todos los sentidos, más de lo que ya lo hacía.

Entonces me di cuenta que estaba contradiciendo todo lo que minutos antes deseaba; ya no quería salir de esa cena, ya no me importaría regresar a la mesa y callarme hasta que acabara, y, definitivamente ya no me importaría tener que cargar con el mal genio de Zac.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora