Capítulo 34.

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"Imposible."

Por fin habían dejado que entrara a la habitación, pero eso no me aliviaba ni un poco. Incluso ahora, estar fuera parecía una mejor opción. Las ganas de arrojarme a su lado y rogarle para que despertara y me diera una de sus hermosas sonrisas eran muy grandes.

Con pasos completamente inseguros me acerqué a la cama donde se encontraba. No quería hacerlo, quería irme muy lejos de ahí. Me obligaba a aceptarlo, pero simplemente no podía asimilarlo aún. Y sabía que verlo postrado en ese lugar sólo me confirmaría lo ocurrido.

Dolía tanto, cada respiración que daba era un segundo menos que él estaba conmigo. Cada momento que pasaba era más doloroso. Ahora que veía su pálido rostro sin brillo, parecía que la vida se me iba de las manos.

─Mi amor.

Un fuerte sollozo escapó de entre mis labios.

Toqué las muy marcadas facciones de su perfecto rostro. Ahora sólo era un rostro pálido y sin vida. Ese simple pensamiento me partía el corazón en miles de pedazos.

Las ganas de llorar se hacían cada vez más fuertes. Mi corazón latía a mil por segundo demostrándome la presencia del pequeño órgano, pero mi pecho se sentía exageradamente más vacío que nunca.

La desesperación me inundaba por completo, causando unas olímpicas ganas de gritar y arrojar al piso todo lo que estaba a mí alrededor. Sentía que ahora podía hacer el berrinche del año, pero mi cuerpo no me lo permitía. Simplemente no funcionaba.

Seguía completamente en blanco, estaba en shock.

Ansiaba verlo sonreír nuevamente, lo ansiaba tanto que no me iba del hospital ni una sola noche y no me iría hasta que él despertara. Tenía que ser la primera persona a la que viera aquí con él.

Una mano se cerró en la mía, pero más que sentirme aliviada, me sentí fatal. No importa cuántas veces me había jurado estar a mi lado hasta que todo pasara, Robert nunca lograría hacerme sentir bien. Nada lo haría en realidad, lo único que me haría sentir bien era que Zac me abrazara muy fuerte.

─Sé que no quieres, pero debes ir a casa, darte un baño y descansar. Tienes que alimentarte, Megan.

Más que una sugerencia, sonó como una orden.

─No voy a dejarlo.

─Y yo no te lo pregunté, pequeña.

─No me interesa, Robert.

Estaba más insoportable que nunca. Ambos lo estábamos.

─Tampoco a mí, pero cuando él despierte y en lugar de ver a su hermosa esposa vea a un jodido zombi no quiero que me culpe por ser mal niñero.

─No necesito un niñero y lamento informártelo, pero eres un asco siendo uno.

Sonrió.

─Lo sé.

Dejó un beso dulce en mi mano.

─Te propongo algo─ susurró, cansado─. Es difícil, no solo para ti, lo es para ambos y en media hora también tendré que lidiar con los gritos de la tía Lucía, así que sólo ve a casa, dúchate y ponte algo cómodo─ negué─. Después regresas aquí y te quedas todo lo que quieras.

No podía.

─No puedes simplemente descuidarte por él─ tomó mi rostro─. Ya es malo verlo así, es doloroso y cansado para mí tanto como para ti. Y créeme que lo que menos quiero es verte de la misma manera, no a ambos, porque eso sería muy malo.

Sólo intentaba sonar razonable, pero de verdad dolía. No quería alejarme de él y que al despertar no me viera.

─No puedes pedirme que me vaya. Necesito estar aquí.

─Entiendo eso...

─No, no lo entiendes─ elevé el tono de mi voz.

─No grites─ susurró con la mirada perdida.

─Lo amo─ era la primera vez que le decía eso a alguien que no fuera a mí misma o a Zac─. Me duele verlo ahí, sin poder moverse y conectado a muchos aparatos y aun no me dicen que es lo que tiene realmente.

Suspiró, pero antes de que hablara continué.

─Ya me dijiste que fue un disparo─ negué y me alejé─. Pero ¿qué le pasa? Está en riesgo, eso también lo sé, pero nadie me ha dicho si despertará o si se morirá.

Sonaba tan duro. Me resultaba increíble que eso saliera de mi misma. Simplemente era verdad, nadie me había dado más información de la "necesaria", eso que me habían dicho no era nada. Entendía que Robert viera por la seguridad de su primo y por la mía, pero tenía todo el derecho de saber qué pasaba con marido.

─No podemos dejar que el pequeño de aquí─ tocó mi vientre─. Sienta lo mismo que sentimos nosotros.

No quiero eso.

─Me duele...─ musité con la voz cortada en cada letra─. Lo necesito.

Su imagen dejó de ser clara, sólo había lágrimas opacando mi visión.

─Lo sé─ suspiró─. Me duele también, pero si queremos que todo esté bien y se complique menos debemos ser razonables y evitar crear episodios innecesarios.

Eso era innecesario, pero tenía razón, bastante malo era que Zac no despertara, tener que lidiar conmigo y si, con Lucía cuando llegara y viera a su hijo en ese estado.

─Promete que no harás que me retengan en casa después de que quiera venir.

Asintió.

─Promételo─ insistí.

─Lo prometo.

Me acompañó hasta la salida del hospital. El clima estaba acorde con la situación por la que lastimosamente estábamos atravesando. Frio y nublado, a pesar de ser un clima normal y mi clima favorito; hoy no se sentía como los demás días en los que me entusiasmaba más que nunca sentarme en el balcón y leer un libro mientras bebía una tasa humeante de chocolate.

─Megan─ susurró como nunca. Incluso a mí me sorprendía que Monroe no estuviera como era costumbre.

─Hola, Monroe.

─Señor, Sherwood─ asintió en modo de saludo.

─Monroe─ imitó el acto─. Llévala a casa y cuando quiera regresar que así sea.

(...)

Di un brinco cuando un reportero tomó mi mano y la estrujo mientras me preguntaba por el estado de salud de mi esposo.

De entre todos los demás reporteros, un hombre tosco y alto me tomó de la cintura y con la mano extendida arrojó lejos al hombre que por mucho era más pequeño.

─Camine, señora Sherwood.

Mi cuerpo era apretujado por cuatro hombres más, dos delante y dos detrás. Los flashazos y gritos me causaban dolor de cabeza, mareos y nauseas.

Entré a casa con ayuda de Catalina quien se quedó frenando a quienes lograron evadir la seguridad. Seguía sin entender cómo habían entrado a la propiedad y cómo es que se habían dado cuenta tan rápido de lo ocurrido con Zac. Ni siquiera lograba entender qué había hecho él para ser blanco de los medios.

Después de ducharme y comer un poco. Decidí regresar al hospital. Al pasar por la puerta del despacho de Zac el sonido de un teléfono me hizo frenar en seco.

Levanté el teléfono de su lugar y al contestar mi corazón se detuvo completamente.

─ ¿Papá?

******

Espero que lo hayan disfrutado.

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Las quiere su deliciosa bruja.

-Mel.

Despiadado ©Donde viven las historias. Descúbrelo ahora