Capítulo 36.

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"Pretensiones."

Tomé el mando que se encontraba a un lado de la camilla y oprimí de manera desesperada a la espera de una enfermera.

─Despertaste─ susurré completamente incrédula.

Seguí esperando otro movimiento, pero nada pasaba. Dejé de manera delicada su mano y salí a toda prisa de la habitación. Estaba emocionada, asustada, estaba completamente impactada.

Corrí a la sala de espera donde Robert se encontraba. Él estaba atendiendo su celular, pero eso me importó poco.

─Se movió.

Dejó de mover la lengua de inmediato y me observó con el ceño sumamente fruncido.

─No me veas como si fuera una loca─ exclamé─. Corre por una enfermera.

─Te llamo más tarde─ informó a quien sea que se encontraba del otro lado de la línea.

Y así, justo tal y como se lo dije, él corrió en busca de una enfermera.

Regresé a la habitación de Zac. Sonreía como una demente por el simple hecho de pensar en que mi marido despertaría pronto. Abrí la puerta repentinamente y al mismo tiempo, una enfermera salía del lugar.

─Señora, no puede estar aquí.

─ ¿Ya está completamente despierto?

Esa pregunta llevaba toda mi esperanza en ella. Hice a un lado a la enfermera sin mucho cuidado. Me acerqué más a la camilla, pero lo que vi me dejó sin aliento.

─ ¿Qué hace?─ mascullé a otra mujer que estaba sosteniendo la mano de mi marido mientras colocaba otra aguja en ella.

La enfermera se sobresaltó.

─No puedes.

La puerta se abrió y Robert entró con otra enfermera. La mujer se aclaró la garganta.

─Necesito que salgan, estoy atendiendo al paciente.

─ ¿Por qué sigue dormido?

Jamás había sentido tanto enojo en mi vida.

─Señora Sherwood necesito que salga. Ahora.

Giré para observar a Robert quien observaba la escena, asombrado.

─Le hice una pregunta─ seguí, dejando de ver al primo Robert.

Me acerqué a ella de manera amenazante. Sentí la mano de Robert cerrarse en la mía y jalar mi cuerpo hacia el suyo.

─Enfermera salga─ ordenó, tajante.

─Pero...

─Yo me haré cargo, Cecilia─ murmuró la enfermera que llegó con Robert.

La enfermera Cecilia salió de la habitación observando el suelo.

Me aparté rápidamente del primo Robert y me acerqué a Zac, pero nada, él seguía como una piedra.

─Lo sentí─ musité completamente fuera de mí misma─. Yo sentí un apretón de su parte en mi mano.

─Meg, escucha.

─ ¡No!─ giré hacia él con los ojos llenos de lágrimas─. Yo lo sentí y fue real.

─Si me permite, señora Sherwood─ intervino la mujer.

Robert se hizo a un lado dejando que frente a nosotros la mujer de blanco hablara.

─Un cuerpo en este estado tiene reacciones frecuentes llamadas espasmos─ caminó hasta estar cerca de Zac y tomó su mano─. Estos son movimientos involuntarios que genera el paciente debido a un posible estiramiento muscular.

Colocó bien la intravenosa y revisó el suero que estaba conectado a él.

─ ¿Qué quiere decir?

No entendía nada de lo que me decía, pero no por ser ignorante, el problema derivaba en que no había manera de que Zac tuviera un estiramiento, él estaba ahí sin hacer nada.

─El paciente no se mueve, sin embargo, cualquier movimiento brusco que usted provoque en el cuerpo del él, ya sea tomar su mano o tocar su frente, causa un espasmo leve.

─No despertó, Meg...─ musitó Robert─. Sólo fue un movimiento involuntario.

No hacía falta más. No podía más. Me sentía muerta en vida, sin saber qué hacer para hacer que Zac volviera a lo que era antes.

─No puede ser.

─Meg─ tomó mis hombros─. Verás que pronto...

Pero antes de dejarlo terminar su frase salí de la habitación dejándolo ahí.

─ ¡Cata!

Me importó poco que una de las reglas de la clínica fuera hacer silencio. Estaba harta de callar.

─Megan, ¿estás bien?

La rubia salió de la sala un tanto alarmada.

─Pídele a Monroe que me vea en la entrada en media hora.

Asintió de manera desenfrenada y caminó rápido hasta la salida del lugar.

─Quiero ir a casa─ murmuré para mí misma.

Recordé que me faltaba mi bolsa y caminé por ella hasta la sala de espera. Hace horas que Jasón pudo por fin llevarse a Lucía a su casa, justo después de decirme el estado en el que se encontraba Zac.

─Sigue sin despertar, pero el tío Jasón quiere sacarlo de aquí.

Me escondí detrás de la maquina dispensadora que se encontraba en la entrada de la pequeña sala correspondiente a el número de la habitación de Zac.

─Claro que les dije que era arriesgado, no sabemos que es lo que le pasa con exactitud y francamente no me trago eso de que un coma por perforar uno de los riñones, según sé es posible sobrevivir sólo con uno de esos.

Fruncí el ceño. ¿Con quién hablaba ese hombre?

─Necesito sacarlo de ese coma cuanto antes.

Se dejó caer rendido en el sofá más cómodo de lugar, un sofá de un solo espacio, color negro de piel.

─Ya sé que no es así de fácil, pero que él esté en esta situación no es nada bueno.

Bostece, moría de sueño. Las noches en vela estaban cobrando factura hoy.

─Cuando corté la llamada fue porque su esposa me dijo que se había movido.

Carraspeó y desabotonó los tres primero botones de su camisa, pude observar la bronceada piel de su pecho subir y bajar de manera acompasada.

─Pero la enfermera dijo que sólo eran espasmos, contracciones involuntarias por el tacto de Megan.

Hubo un silencio largo hasta que, con el ceño fruncido, volvió a hablar.

─ ¿Estás seguro?

Se enderezó de repente con el ceño aún más fruncido.

─ ¿Cómo puedo trasladarlo?

No hacía falta tener una súper vista para notar la fuerza con la que apretaba su celular.

─Maldita sea─ soltó guturalmente.

Se puso de pie y comenzó a caminar en círculos como un león enjaulado. Su comportamiento sólo significaba una cosa...

─Te quiero aquí cuanto antes─ ordenó como sólo un Sherwood puede hacerlo─. Todos los gastos corren por mi cuenta así que no te preocupes.

Más malas noticias.

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Espero que les haya gustado, también espero no haber dejado muchos corazones rotos.

No olviden votar y comentar. Las quiere su amada bruja.

-Mel.

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